Cartas desde el infierno
Oídas las partes, creo que la correcta resolución es desconectar la maldita máquina. Porque el marido –tutor legal- alega que ese fue el deseo que Terri declaró en vida en un hipotético por si acaso; conversación que parece que fue oída por varios amigos de la pareja. Y por supuesto, porque los médicos dicen que no hay posibilidad de que Terri se recupere, y porque su estado es totalmente vegetativo: no es consciente de absolutamente nada, y ni siente ni sentirá un único sentimiento que le pueda aferrar a la vida.
Hace muchos años, cuando el tetrapléjico Ramón Sampedro aún vivía y luchaba por su muerte y mucho antes que el fenómeno Amenábar hubiese llegado a las pantallas, vi un reportaje sobre Ramón por la televisión; seguramente uno de los primeros reportajes que hacían público el caso. Recuerdo el impacto que me produjo, ver un hombre tan lúcido cargado de tanto sufrimiento. Supongo que por aquel entonces yo era demasiado joven, y debía creer en cosas como lo fácil que podría ser cambiar el mundo. Así que le escribí una carta a Ramón y me es motivo de orgullo, el pensar que seguramente la leyó, y que tal vez mis palabras sirvieran para aliviar un poco su dolor, aunque fuera tan sólo por unos minutos.
Años después tras la muerte de Ramón, caería en mis manos el libro Cartas desde el infierno. Pocas veces me han ofrecido una lección tan clara de la vida. Escoger un fragmento de éste, es una tarea realmente fácil, para ello sólo hay que abrir una página al azar.
“Ninguna libertad puede estar construida sobre una tiranía. Ninguna justicia sobre una injusticia o dolor. Ningún bien universal sobre un sufrimiento injusto. Ningún amor sobre una obligación. Ningún humanismo sobre una crueldad, sea cual sea el ser viviente que la padezca. La diferencia entre la razón ética y la creencia fundamentalista es que la primera es la luz, la liberación; la segunda la tiniebla, la trampa infernal”.
Ramón Sampedro -Cartas desde el infierno-
Lo más preocupante del caso es que tengo la sensación que últimamente han surgido unos nuevos grupos de presión, compuestos por fundamentalistas cristianos. Parece absurdo... pero que se lo digan a las juventudes socialistas que hace poco se enfrentaron a tortas con un grupo de estos supuestos cristianos, en una de las calles de nuestra ciudad; que se lo pregunten a la gente que asistió al concierto de Javier Krahe en la Sala Luz de Gas y que se encontraron en las puertas del local, con pancartas pseudocristianas que increpaban al artista. Y todo esto ocurría, mientras en EEUU el marido de Terri Schiavo denuncia que ha recibido amenazas de muerte. Todo un contrasentido, tan irreal que no deja de estar cargado de cierta comicidad. Verdaderamente, me resulta difícil considerar a esos grupos como ejemplos representativos del ideal cristiano.
Pero bueno tampoco puedo presumir yo de ello, y tal vez lo que diga ahora, entre en la categoría de blasfemia, pero si pudiera escoger, desde luego preferiría la muerte dulce del señor Sampedro, que la agonía a la que parece avocado nuestro Papa Juan Pablo II.
Ramón Sampedro
El 23 de agisti de 1968 cayó en el agua desde una roca. La marea había bajado. El choque de la cabeza contra la arena le produjo la fractura de la séptima vértebra cervical.
Hace treinta años que vivía su tetraplejía soñando con la libertad a través de la muerte. Su demanda jurídica llegó hasta el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo sin que llegase a prosperar. En los medios de comunicación reivindicó su derecho a una muerte digna y en enero de 1998 en secreto y asistido por una mano amiga, consiguió su propósito.
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