Gato negro, dragón rojo
Ya que hablaba hace unos días de gatos, y en los comments se avivó la llama. No está de más hacer eco de un hecho de naturaleza gatuna. Para los que no estuvieron atentos al movimiento en los tejados: en la noche de ayer, bajo la protección de la luna, hubo uno de esos concilios de gatos que sólo se dan una vez en la vida -una vez naturalmente por cada una de las siete vidas que tiene un gato-. Sucede como cuando los druidas celtas se reunían para explicar sus descubrimientos medicinales sobre plantas, o cuando las brujas bajo el calor de una noche incendiaria acudían con la promesa de perpetrar un mágico akelarre. Vinieron gatos desde todos los rincones, algunos incluso atravesaron fronteras, y otros sencillamente cruzaron las vallas que separan los patios de la vecindad. El maullido de la convocatoria era intenso y acudieron gatos de distinto pelaje, de distinto carácter, distinta edad, y distinto trote. Aunque con ánimos de precisión, aclaro que la mayoría eran jóvenes; gatos nocturnos de ojos oscuros con destellos amarillos. Gatos emparejados, gatos solitarios, gatos que deberían estar emparejados pero que por juegos del destino se ven avocados a una vida a la que no están acostumbrados. Todos juntos; gatos y gatas ronroneando al sabor de la carne sanguinolenta, y la lata de atún.
Si se preguntan cual era el motivo de tal reunión, les aclaro que en el universo de los gatos todo es enigmático, me limito a pronunciar unos versos de Lorca que sólo por pronunciarlos ahora también los hago míos.
Si se preguntan cual era el motivo de tal reunión, les aclaro que en el universo de los gatos todo es enigmático, me limito a pronunciar unos versos de Lorca que sólo por pronunciarlos ahora también los hago míos.
Con alfileres de plata
mi sangre se puso negra,
y el sueño me fue llenando
las carnes de mala hierba.
Que yo no tengo la culpa,
que la culpa es de la tierra
y de ese olor que te sale
de los pechos y las trenzas.
Cuenta una leyenda islandesa que el Diablo quiso emular a Dios, y al intentar crear a un hombre creó a un gato. El gato fue caprichoso desde el principio. Por si no lo saben el secreto que guarda la esfinge es que los gatos siempre llevan la razón. Y son tan antojadizos que sólo maúllan cuando quieren que le llenes el cuenco de una comida de la que sólo probarán unos bocados. ¿Pero que les voy a decir sobre la naturaleza de los gatos? Sólo les digo que los gatos no suelen ser compatibles con las cortinas.
Un pequeño pedazo de mi noche: en un momento que se me acerca uno de esos gatos de aire retador, que por naturaleza tiene andares de príncipe nocturno, y me pregunta a ritmo de Fórmula V, si he alcanzado la felicidad. Contesto con una evasiva: “-Tú seguramente estás más cerca”. Debería de haberle explicado con todo detalle, que entiendo más de felinidad que de felicidad. Pero es un juego de zarpazos sin pretensión de arañar. El me corresponde en la cortesía, e invita a que sumerjamos penas y risas, bajo el borroso efluvio del dorado alcohol. Me dejo llevar, como casi siempre que se me reta con ingenio. Como el gato de Schrodinger, sigo cazando ratones al borde del suicidio cuántico.
El titulo del post hace referencia al nuevo disco doble de Amaral, y es que me parece que Kamikaze sería una canción que bien podría haber servido para cortejar al resto de canciones que acompañaron la noche -al menos desde mi mirada felina-. Aclaro que hubo canciones gloriosas. Y aquí ya te digo que no nos entenderemos.
Todo esto sucedió, lo juro, yo fui testigo.
Amaral –Kamikaze-
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