Yo también amé a Matilde Urbach
Lorelai Gilmore (la cita no es literal, pero era algo así).
Desde luego es mucho más fácil que imaginar lo que propone Anne Igartiguru a sus corazoncitos en este corte auditivo. ;D
Pues bien el día comenzó así, pero por fortuna el yunque no cayó sobre la cabeza, sino que más o menos ocurrió lo contrario, salí inesperadamente airoso de las arenas movedizas, y cuando eso sucede, la alegría que a uno le embarga es inversamente proporcional a lo desgraciado que una era hace apenas unas horas antes (debería de haber algún tipo de corolario tipo Ley de Murphy al respecto). Por ello, hoy juguemos.
¿Quién es Gaspar Camerarius me preguntaban en mi último post sobre una entrada que hice hace ya mucho tiempo? La pregunta es muy interesante para mí, que soy de los que citan a Borges a la más mínima ocasión. Sí, es uno de mis muchos vicios, pero mejor muchos que uno sólo, que diría Oscar Wilde.
Para aclarar la cita de Gaspar Camerarius hay que remontarse a la cita de Borges que aparece en El hacedor. Allí hay una composición hecha por varios apócrifos, en las cuales aparecen las palabras sentidas de Gaspar Camerarius.
Le regret d'heraclite
aquel en cuyo abrazo desfallecía Matilde Urbach.
“—¿Usted no me cree? —balbuceó—. ¿No ve que llevo escrita en la cara la marca de mi infamia? Le he narrado la historia de este modo para que usted la oyera hasta el fin. Yo he denunciado al hombre que me amparó: yo soy Vincent Moon. Ahora desprécieme”.
Pueden ver al respecto la película de Bertolucci basada en este cuento titulada “La estrategia de la araña”!!!
Podríamos decir para concluir que Gaspar Camerarius era Borges, fue un Shakespeare in love a la búsqueda de su Julieta y también fui tantas veces yo. Así que tampoco vale la pena hurgar mucho más en las heridas. Es más, la pregunta se vuelve mucho más interesante si cambiamos el sujeto y nos preguntamos ¿quién era Matilde Urbach?
Juan Bonilla daba mucha luz al respecto en este hermoso artículo, y Jose María Conget también hizo texto muy divertido al respecto, con el que homenajeaba tanto a Borges como al propio Bonilla.
Para no extenderme demasiado, que mi alegría comienza a desfallecer con tanta palabrería. Sólo un poema… Buscaba uno que recuerdo vagamente sobre el amor perdido de un poeta, pero no lo he encontrado. Sin embargo posteo otro que viene a decir prácticamente lo mismo que imaginaba que debía decir el primero, y cuya autoría parece perdida en la extensa telaraña. ¿Alguien puede darme pistas sobre las autorías de estos poemas a los que me estoy refiriendo?
Escribo este post mientras veo la película .45 dirigida por Gary Lennon y protagonizada por la espectacular Milla Jovovich. Así de paso decoro un poco el post que acabo de hacer. ¿Se estrenó esta película en España? Apenas he encontrado información sobre este film. Y sólo la he conseguido en inglés (que aunque la estoy disfrutando sólo me entero a medias de los diálogos). Sin embargo Milla Jovovich sale preciosa, y en la que creo –o presiento (ja,ja)- que es una de sus más intensas interpretaciones. Y es que a quizás a Milla Jovovich no la amé, sólo porque no la tuve delante, porque si hubiera tenido la ocasión de ver esos ojos de cerca y compartir su sonrisa, indudablemente hubiera quedado atrapado por su telaraña.
Sus cabellos eran como el oro; sus pestañas brillaban como hilos de luz, y entre las pestañas volteaban inquietas unas pupilas que yo había visto..., sí, porque los ojos de aquella mujer eran los ojos que yo tenía clavados en la mente, unos ojos de un color imposible, unos ojos...
Gustavo Adolfo Bécquer –Los ojos verdes-
(también se lo advertí)
Etiquetas: Literatura
2 Comments:
Ese Gaspar Camerarius, nada menos! Su texto estuvo delicioso... Ud. es tan borgiano, en realidad, que le da una cadencia... ya sabe.
Vulgarmente busqué por Matilde Urbach en el Google - esa antigua religión hindú - y pesqué un relato según el cual, y a partir de una infidencia de Bioy Casares, se supo al fin que Matilde fue personaje de un novelista menor que Borges tras leer de todos modos recordó y que la heroína, en aquella novela, o bien amaba un fantasma que se presentó cuatro veces en el campo de batalla aunque lo mataran cada vez o bien se acostó con cuatro hermanos muy parecidos que se hacían los fantasmas.
Y desde luego, podría tratarse sólo de habladurías.
Sí, Ulschmidt, ese debe ser el texto de Juan Bonilla, y no sé si es ahí o en algún otro artículo que explica que Borges hizo una crítica sobre ese libro y que en cierta manera le desesperaba el último par de páginas en el que la trama se resolvía de una manera bastante absurda. En cambio, el libro sin esas dos últimas burdas páginas era todo un canto al amor.
Creo que todos hemos tenido en la vida algún chasco de ese tipo.
Dos casos distintos.
La casa del trueno de Dean R. Koontz. Me interesó mucho el argumento hasta que el autor se molestó en resolverlo de una manera absurda. Es lo que tiene tener que resolver un enigma... que al final tienes que resolverlo.
Rita Hayworth y la rendición de Shawshank de Stephen King (relato corto en el que se basa la película cadena perpetua). Me fascinó que a mitad del libro King resolvía el libro de una manera más que correcta, sorprendiéndome totalmente en todo el desarrollo. Hay un momento en que el protagonista que está en una cárcel, de repente al leer unas líneas te dicen que se ha fugado, y uno se pregunta ¿Y cómo lo ha hecho? Pues bien, luego King lo va explicando, y te das cuenta que las pistas te las ha ido dando poquito a poco, y que el lector en cambio no ha conseguido imaginarse que el prisionero estaba a punto de fugarse. ¡Magnífica resolución!
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