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Pequeños retales de literatura

viernes, abril 18, 2008

El jersey de Evo Morales

Este texto es de nuestra querida Cristina Nuñez Pereira y fue posteado en la blogosfera a finales del 2006. Lo reedito un poco para presumir de su prosa y porque me parece que conforma un buen tándem al ponerlo a continuación del que ya he puesto sobre Cristina Fernández, siguiendo la estela del análisis político-estético del que estamos creando escuela (próxima entrega la flauta de Bartolo). La verdad es que me alegraría saber que nuestra amiga cibernauta no ha colgado de verdad la birome, y que continuará todavía por el ciberespacio dejándonos muestras de su buen hacer. De todas maneras si se de verdad se nos despide, que mejor homenaje que sus propias palabras. Lo posteo con mucha tristeza eso sí. Y mientras ella sigue las sombras de alguien que seguramente nunca existió.

Mucha tela que cortar

Cristina Nuñez Pereira

Como este país de brutos es cada día más absurdo, me voy a dedicar a la absurda tarea de defender un jersey. A saber, el polémico, lanudo y rayado jersey de Evo Morales. Decía Epicteto, vestido con ligera túnica griega, que no son las cosas las que nos hacen infelices, sino lo que nosotros pensamos acerca de las cosas.
¿Puede un inocente jersey de lana de alpaca, llama, vicuña o wanaku ofender? ¿Ofende su raya blanca purificando los pectorales o son las diversas tonalidades de azul infinito las que tanto molestan o será más bien el regio y aterciopelado granate que protege los hombros el que hiere la dignidad, la vista, el gusto y las costumbres?
Evo MoralesClaro que sí. El jersey de Evo es ofensivo en cada punto tejido del derecho y del revés. Pero no es el único atavío intrínsecamente contrario a lo agradable. Yo pienso en aquella foto de Felipe González con gorrito y se me frunce el ceño automáticamente y se ofenden conmigo las vicuñitas todas del otro lado del Atlántico. Lo mismo me sucede cuando Carod Rovira aparece en la televisión y orla sus ya de por sí rotundas afirmaciones a golpe de bigotazo catalán. Pensaba que después de que Arafat hubiera intentado reivindicar un pedazo de tierra para los palestinos ataviado con aquel ridículo turbante que más parecía un mantel de la posguerra española, no se podía caer más bajo en las ofensas al buen gusto. Sospechaba que la despótica barba de Fidel Castro es un velado insulto, un desafío peludo que él peina y recorta cada mañana con el único fin de mantener al capitalismo bien herido, indignado y escarnecido, pero lo que no imaginaba es que, efectivamente, el efecto puede ser tal. Ahora ya lo entiendo todo. Es en aras de la eficacia por lo que se atilda tanto Zaplana y relumbra el hemiciclo su ordenadísima corbata verde, sin una arruga, sin un torcimiento, en sana rectitud católica y apostólica, insultando a golpe de nudo a ateos y agnósticos y a cualquiera que esté dispuesto a darse por insultado. ¡Cómo iba a tener Epicteto razón si iba siempre vestido con túnica de campesinote atontado!
Ya hemos descubierto el secreto de la política. Bien guardado se lo tenían los señores políticos, disimulando siempre que podían enfundados en trajes anónimos y anodinos, protegidos por corbatas aburridamente parecidas unas a otras, encubriendo sus astucias en camisas hechas a medida de tal o cual ideología, todas cada vez más parecidas al cinismo. Existen, efectivamente, asesores de imagen, pero no sabíamos a qué se dedicaban. Gracias a Evo y los detractores de su jersey lo hemos descubierto. “Adolfo, hoy necesito una corbata a favor de la familia”, le dice Rajoy a su asesor, al tiempo que Zapatero le implora al suyo que le consiga unos pantalones tajantes pero con talante, adecuados para rechazar un plan vasco sin pasar por maleducado. Le dice Carod Rovira al suyo en perfecto catalán, de ese que se habla en la intimidad, que le consiga una camisa bien nacionalista, pero la vicepresidenta está preparada, pues le ha conseguido su asesor un bellísimo broche en el que cada lentejuela brilla por su constitucionalidad. Miren lo que pasó el día que Aznar se equivocó de zapatos y al atarse los cordones se le escaparon los militares derechitos a Irak.
Y el pobre Evo, poco ducho en las bambalinas textiles en que se cose y descose la política internacional, va y se presenta con jersey de “indio cocalero” y todos los versados en política y realeza deducen lo que eso quiere decir en la exactísima tabla de medidas de la política de buen corte y mejor confección. Y lo acusan, justamente, de político mendigón y antihigiénico (más o menos). Suponemos que la advertencia no caerá en saco roto y Evo empezará a vestirse de cinismo y político estándar y quizás, aprenda la lección, y en vez de aparecer por aquí vestido como si fuera a pedir juguetes para los niños de su país, tendrá la dignidad de vestirse como si estuviera dispuesto a matar los niños de algún otro país, cuyo presidente escondía armas de destrucción masiva en el turbante, por ejemplo.
La sintaxis del vestir gobierna en este nuestro país con ínfulas de pasarela pero que se parece cada vez más a una colcha de patchwork. Por los trajes de nuestros políticos conoceréis nuestras ideas. Aunque si fuese así, habría que pedirle a la ministra de Vivienda que se ponga unas buenas minifaldas, a juego con las soluciones habitacionales que propone. Y quizás, ya puestos, tendríamos que pedirle prestado el jersey a Evo e irnos al próximo consejo de la UE a contar que los de Luxemburgo nos quieren quitar nuestros juguetes. Aún queda mucha tela que cortar.

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