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Pequeños retales de literatura

jueves, abril 17, 2008

La boina de Cristina

Pilar Rahola

Sin duda, estilo tiene. Los hay que repudian ese estilo, quizás porque la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, ama con demasía el bótox y con igual empeño la moda cara, a pesar de su enconado verbo populista. Pero también los hay que alaban su fuerte personalidad y la imagen que proyecta de mujer de su tiempo.
Cristina Fernández Kirchner Ciertamente, esa boina que le coronaba la cabeza, en la manifestación de París a favor de Ingrid Betancourt, tenía algo de osada, y mucho de arrogante, lo cual, en una mujer que empieza sus discursos diciendo "soy ¡presidentaaaaa!", pareciera una virtud. En cualquier caso, personalmente no me molesta ni la boina, ni el estilo megaesnob que gasta, ni la fuerte personalidad que proyecta.
Muy al contrario, Cristina, como otras políticas de su tiempo, ha descubierto que el poder no está reñido con la feminidad, y ha enterrado para siempre ese gusto thatcheriano que marcó a las mujeres poderosas de otras épocas. Es femenina, le encanta la moda, gasta como cualquier mujer rica, tiene estilo propio, y además tiene poder. Eduardo Zaplana, en versión femenina, y con más gusto. Hasta aquí, la boina de la presidenta sólo es, pues, otro complemento de su muy generoso armario y un símbolo de su estilo.
Pero ¿y si fuera una prenda con más connotaciones, quizás con más lecturas? ¿Es plausible imaginar que Cristina se pone la boina -típicamente revolucionaria, en lectura iberoamericana- por pura casualidad estética? Pasaba por París, se manifestaba por Ingrid, y le cayó la boina del Che, justo cuando la referencia son las FARC colombianas. Pueden pensar que mi capacidad de buscar lecturas alambicadas es excesiva, y censurarme por ello.
Pero me temo que cabe esa lectura, si nos atenemos a los múltiples signos de ambigüedad calculada que han enviado los Kirchner durante los últimos tiempos. Y no sólo ambigüedad. En muchos casos, inequívoco apoyo a los sectores de la izquierda iberoamericana más reaccionaria. La boina, pues, para muchos de sus seguidores, yen esa manifestación, es algo más que un complemento, es pura semiótica. Boina aparte -o con la boina puesta-, la presencia de Cristina Fernández en París es un acto político de naturaleza ambigua y, por ende, poco confiable. Por supuesto, es muy loable que la presidenta de Argentina se preocupe por la liberación de otra mujer política, brutalmente secuestrada desde hace seis años, y, según todos los indicios, encadenada día y noche a un árbol, con una salud precaria y una depresión grave. Pero la cosa ya no resulta tan loable cuando esa misma presidenta se pronuncia de forma comprensiva con las FARC, juega al equívoco permanente e incluso se rodea, en sus mítines más recientes, de los sectores de la extrema izquierda argentina más violenta.
Hermenegildo Sabat CristinaManifestarse en París a favor de Ingrid Betancourt, y previamente presentarse en Buenos Aires flanqueada por Hebe de Bonafini o por el líder piquetero Luis D´Elía -responsable del asalto violento contra los manifestantes agropecuarios, en su reciente huelga-, ambos defensores acérrimos de las FARC, deja la credibilidad por los suelos. O, lo que es peor, se envía el torticero -y perverso- mensaje de que las FARC tienen la misma naturaleza legítima que el presidente de Colombia.
A diferencia de Lula da Silva, o de Michelle Bachelet, que han practicado una inteligente y seria prudencia en todo este conflicto, y nunca han sido cazados en un renuncio a favor del terrorismo colombiano, la actitud de los Kirchner es manifiestamente panfletaria y, en consecuencia, favorable a una mirada comprensiva del fenómeno terrorista. Siendo Argentina un país tan importante en la región, resulta deplorable el papel ambiguo y, por ende, cómplice que está desempeñando, de la mano de su dirigencia.
Deplorable y, para las víctimas, muy lesivo. Por ello la boina de la presidenta resulta antipática. No por estética del horterismo, sino por semiótica del progresismo reaccionario.

Nota: El artículo fue publicado en La Vanguardia el 08/04/2008. La segunda imagen es la caricatura de Hermenegildo Sabat en Clarín y que ha dado tanta polémica. Cristina después de la publicación se dirigió a los argentinos en clave Evita: "Esta vez no han venido acompañados de tanques, esta vez han sido acompañados por algunos generales multimediáticos que además de apoyar el lock out al pueblo, han hecho lock out a la información, cambiando, tergiversando, mostrando una sola cara. Son los mismos que hoy pude ver en un diario donde colocan mi caricatura, que no me molesta, a mí me divierten mucho las caricaturas y las propias son las que más me divierten, pero era una caricatura donde tenía una venda cruzada en la boca, en un mensaje cuasimafioso. ¿Qué me quieren decir, qué es lo que no puedo hablar, qué es lo que no puedo contarle al pueblo argentino?"
Yo que quieren que les diga, veo la caricatura con Kirchner saliendo de un lateral y como si Cristina no tuviera en realidad voz (o que mejor sería que a veces se quedara callada...). De todas maneras el caricaturista Hermenegildo Sabat ha dado siempre muestras de su total integridad y eso Cristina lo debería de haber entendido antes de ponerse a acalorar a las masas. Y eso que la caricatura no le molestaba...
En lo que a mí respecta estoy completamente de acuerdo con lo dicho por Pilar Rahola. Espero que liberen de una manera o de otra a Ingrid Betancourt pronto, pero aún así, considero que se ha de combatir con todos los medios al grupo terrorista que componen las FARC, cuya única razón de ser actualmente es el secuestro y la extorsión sobre una buena parte del pueblo colombiano.

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