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Pequeños retales de literatura

jueves, mayo 15, 2014

Cómo hacer una buena descripción llamándose Samuel

Hasta ahora un párrafo de Dashiell Hammett al comienzo de El halcón maltés, ostentaba para mí la primera posición en el ranking de buenas descripciones (los de ciencias acostumbramos a sufrir el mal de querer ordenarlo todo, y al final terminamos haciendo listas mentales con el iluso propósito de clarificar conceptos).

"Samuel Spade tenía larga y huesuda la quijada inferior, y la barbilla era una V protuberante bajo la V más flexible de la boca. Las aletas de la nariz retrocedían en curva para formar una V más pequeña. Los ojos, horizontales, eran de un gris amarillento. El tema de la V lo recogía la abultada sobreceja que destacaba en medio de un doble pliegue por encima de la nariz ganchuda, y el pelo, castaño claro, arrancaba de sienes altas y aplastadas para terminar en un pico sobre la frente. Spade tenía el simpático aspecto de un Satanás rubio."

Pero me he enamorado de la la prosa de Manuel Vicent, al que he descubierto hace apenas un par de semanas. Mientras leo su libro Póquer de ases, en el que el escritor biografía las vidas de varios escritores (son los Daguerrotipos que publicó como una de sus series de artículos en el periódico El País), descubro perlas como esta:

“Samuel Beckett nació un Viernes Santo y murió el día de Navidad: así comienza su leyenda, potenciada además por su encogimiento de hombros ante el caos. Era muy alto, muy flaco, con el perfil de ave rapaz, la nariz recta y poderosa, los ojos muy azules, casi de hielo, el rostro modelado con sólo tres hachazos. Aun hoy, las arrugas labradas que en las fotografías se le ven bajar por las mejillas hasta el filo de la boca tienen una lectura inseparable de su obra.”

Beckett

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