Anderson tropieza
Pasé gran parte de mi pubertad leyendo libros de Stephen King. Aprendí mucho de su escritura (una afirmación que a estas alturas a veces me suena a simpática blasfemia), ¡Pero no! ¡En serio! En realidad aprendí una lección que tal vez sea la más importante: hay que saber como agarrar al lector; saber como ganar su confianza; ir dándole pequeños detalles que aparentemente sean insignificantes, para en el momento justo y cuando menos se lo espere, golpearle con la más despiadada brutalidad –literariamente, se entiende-. Leí la mayoría de sus libros, casi todos –detalle que uno no sabe catalogar como de mérito o demérito-. Me volví un adicto al ciclo de la Torre Oscura. Decir que pude haber sido uno de sus fans número uno, sería un chiste demasiado fácil, y además no sería verdad. Pero desde luego creo que al menos fui uno más entre la legión de sus buenos lectores. Han pasado lo años pero compruebo con satisfacción que aún me muevo con comodidad por sus libros; que sus páginas son como las calles de una ciudad que reconozco. Pese a mis fallos de memoria, aún me es fácil visitar algunas de las direcciones:
“Entonces, sujetó aquel objeto entre el pulgar y el índice, e intentó moverlo como si fuera un diente flojo. No pudo. Tenía aquella protuberancia aferrada más o menos por el centro. Se hundía en la tierra (al menos esa fue su impresión entonces) unos cinco centímetros de cada lado. Más adelante diría a Jim Gardener que podría haber pasado por allí tres veces al día, durante cuarenta años, sin tropezar con eso.
Apartó la tierra suelta para descubrirlo un poco más. Excavó a lo largo de un canal de cinco centímetros de profundidad, usando los dedos; la tierra cedía con facilidad, como suele ocurrir en los bosques… al menos hasta que se llega a las redes de raíces. El objeto se prolongaba sin variantes, tierra abajo. Anderson se incorporó sobre las rodillas y continuó cavando por ambos lados. Intentó moverlo de nuevo mas no cedía.
Siguió apartando la tierra con las manos y pronto dejó más metal al descubierto: quince centímetros de metal gris, veinticinco, treinta.
Es un auto, un camión o una carretilla para troncos, pensó de súbito. Allí enterrado, en el medio de la nada. O tal vez un hornillo. Pero, ¿qué hacía allí?
No se le ocurrió ningún motivo; ninguno en absoluto”.
Stephen King –Tommyknockers-
Y sobretodo aclarar que aún sigo buscando La Torre, y que el rey aún me sigue marcando pautas.
“Entonces, sujetó aquel objeto entre el pulgar y el índice, e intentó moverlo como si fuera un diente flojo. No pudo. Tenía aquella protuberancia aferrada más o menos por el centro. Se hundía en la tierra (al menos esa fue su impresión entonces) unos cinco centímetros de cada lado. Más adelante diría a Jim Gardener que podría haber pasado por allí tres veces al día, durante cuarenta años, sin tropezar con eso.
Apartó la tierra suelta para descubrirlo un poco más. Excavó a lo largo de un canal de cinco centímetros de profundidad, usando los dedos; la tierra cedía con facilidad, como suele ocurrir en los bosques… al menos hasta que se llega a las redes de raíces. El objeto se prolongaba sin variantes, tierra abajo. Anderson se incorporó sobre las rodillas y continuó cavando por ambos lados. Intentó moverlo de nuevo mas no cedía.
Siguió apartando la tierra con las manos y pronto dejó más metal al descubierto: quince centímetros de metal gris, veinticinco, treinta.
Es un auto, un camión o una carretilla para troncos, pensó de súbito. Allí enterrado, en el medio de la nada. O tal vez un hornillo. Pero, ¿qué hacía allí?
No se le ocurrió ningún motivo; ninguno en absoluto”.
Stephen King –Tommyknockers-
Y sobretodo aclarar que aún sigo buscando La Torre, y que el rey aún me sigue marcando pautas.
Etiquetas: Literatura
6 Comments:
No está mal comenzar por Stephen King, me parece que tiene libros muy aceptables, y concretamente It es una de mis obras de cabecera.
En el Per Cemetery, Cristina, cualquiera se olvida de Jud Crandall durmiéndose en la espera mientras llega Oz el Ggande y Teggible...
Salu2
Han pasado los años pero compruebo con satisfacción que aún me muevo con comodidad por sus libros; que sus páginas son como las calles de una ciudad que reconozco.
Vigo, esa ciudad se llama Castle Rock y está en la cabeza de King. Si ya digo que King es un autor que ha desperdiciado gran parte de su potencial narrativo por cierto pacato temor a no ser entendido. Si analizamos la obra de King podemos comprobar el potencial que encierra y que no se atrevió a desarrollar plenamente...
Anderson ¿era escritora de western?
jejejeje
lua, SalU2 también para tí.
portnoy, bueno sí esa ciudad imaginaria que al final uno acaba reconociendo.
En cierta manera me son más familiares nombres como Castle Rock, Bangor o el estado de Maine, que otros lugares que geográficamente pudan estar mucho más cercanos.
Cristina, Cluje, parece que a ambos os impresionó Cementerio de animales. Como os decía, una de las cosas que me encantan de King es esa capacidad de pegarte un latigazo cuando menos te lo esperas. Copio.
"No estarás pensando en subir ahí, ¿verdad?
¿Yo? Ni hablar. ¿Por qué había de cometer semejante estupidez?.
Magnífico. Me habías dado un susto, Lou. Parece el medio más seguro de ir a parar a tu propia enfermería con una pierna rota, ¿verdad?
Por supuesto. Además, está anocheciendo.
.
Satisfecho de estar de acuerdo consigo mismo, empezó a trepar los troncos".
Cristina, he intentado poner algún comentario en tu blogger (después de leer alguno de tus "extensísimos" posts). Pero últimamente no sé por qué, no me deja.
Cluje, no nos había presentado formalmente, pero ya había oído hablar de tí. Un placer tenerte por aquí.
Siempre me ha encantado la prosa de Stephen King, me parece un excelente escritor por múltiples razones. Sus personajes tienen carne, el oficio lo tiene más que aprendido y sus ideas son infinitas, inmensas y originales.
Cuando leí 'It' estuve tres meses duchándome mirando al desague, por si acaso.
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