Tatuando sobre cicatrices
Pasó el 1 de Mayo, que coincidió con el día de la Madre....
Pero mi atención ahora está en algo que me es mucho más cercano; algo que sin ser yo, es parte de mí. Llevo un aparatoso vendaje sobre la mano izquierda, consecuencia de la quemadura que sufrí hace unos días en la tarea harto peligrosa de prepararme un bistec de ternera. La sensación de quemazón ha disminuido, y todo se reduce a sentir pequeños picores sobre mi piel dañada. Reflexiono que la metáfora sobre la salud, suele ser siempre la enfermedad que avanza, al igual que un cáncer que consume día a día una vida. Digo yo que Susan Sontag debió hablar de ello en su libro La enfermedad y sus metáforas. Pero en mi caso la guerra es a la inversa; veo como mi piel va recuperando su tonalidad pálida, y pequeños ríos de salud avanzan sobre territorios enrojecidos. La atención está en las zonas donde la piel ha caído prematuramente, allí corro el riesgo de que el paulatino cambio de piel se transforme en un proceso de mal cicatrización. Heridas que nunca estarán totalmente curadas y que uno recordará con la llegada de los otoños.
Aunque les confieso un cierto fetichismo hacia esas cicatrices. ¿Vieron Crash de David Cronemberg? Una película de digestión complicada.
Recordaba una lectura de la infancia al respecto, y gracias al amigo Google he encontrado fácilmente el fragmento:
“Roque se remangó el pantalón izquierdo y mostró un círculo de piel arrugada y débil:
- Mirad qué forma tiene hoy la cicatriz; parece una coneja.
El Mochuelo y el Tiñoso se inclinaron sobre la pierna del amigo y asintieron:
- Es cierto; parece una coneja.
A Daniel, el Mochuelo, le contristó el rumbo que tomaba la conversación. Sabía que aquellos prolegómenos degenerarían en una controversia sobre cicatrices. Y lo que más abochornaba a Daniel, el Mochuelo, a los ocho años, era no tener en el cuerpo ni una sola cicatriz que poder parangonar con las de sus amigos. Él hubiera dado diez años de vida por tener en la carne una buena cicatriz. La carencia de ella le hacía pensar que era menos hombre que sus compañeros que poseían varias cicatrices en el cuerpo. Esta sospecha le imbuía un nebuloso sentimiento de inferioridad que le desazonaba. En realidad, no era suya la culpa de tener mejor encarnadura que el Moñigo y el Tiñoso y de que las frecuentes heridas se le cerrasen sin dejar rastro, pero el Mochuelo no lo entendía así, y para él suponía una desgracia tener el cuerpo todo liso, sin una mala arruga. Un hombre sin cicatriz era, a su ver, como una niña buena y obediente. Él no quería una cicatriz de guerra, ni ninguna gollería: se conformaba con una cicatriz de accidente o de lo que fuese, pero una cicatriz”.
Miguel Delibes -El camino-
Pero mi atención ahora está en algo que me es mucho más cercano; algo que sin ser yo, es parte de mí. Llevo un aparatoso vendaje sobre la mano izquierda, consecuencia de la quemadura que sufrí hace unos días en la tarea harto peligrosa de prepararme un bistec de ternera. La sensación de quemazón ha disminuido, y todo se reduce a sentir pequeños picores sobre mi piel dañada. Reflexiono que la metáfora sobre la salud, suele ser siempre la enfermedad que avanza, al igual que un cáncer que consume día a día una vida. Digo yo que Susan Sontag debió hablar de ello en su libro La enfermedad y sus metáforas. Pero en mi caso la guerra es a la inversa; veo como mi piel va recuperando su tonalidad pálida, y pequeños ríos de salud avanzan sobre territorios enrojecidos. La atención está en las zonas donde la piel ha caído prematuramente, allí corro el riesgo de que el paulatino cambio de piel se transforme en un proceso de mal cicatrización. Heridas que nunca estarán totalmente curadas y que uno recordará con la llegada de los otoños.
Aunque les confieso un cierto fetichismo hacia esas cicatrices. ¿Vieron Crash de David Cronemberg? Una película de digestión complicada.
Recordaba una lectura de la infancia al respecto, y gracias al amigo Google he encontrado fácilmente el fragmento:
“Roque se remangó el pantalón izquierdo y mostró un círculo de piel arrugada y débil:
- Mirad qué forma tiene hoy la cicatriz; parece una coneja.
El Mochuelo y el Tiñoso se inclinaron sobre la pierna del amigo y asintieron:
- Es cierto; parece una coneja.
A Daniel, el Mochuelo, le contristó el rumbo que tomaba la conversación. Sabía que aquellos prolegómenos degenerarían en una controversia sobre cicatrices. Y lo que más abochornaba a Daniel, el Mochuelo, a los ocho años, era no tener en el cuerpo ni una sola cicatriz que poder parangonar con las de sus amigos. Él hubiera dado diez años de vida por tener en la carne una buena cicatriz. La carencia de ella le hacía pensar que era menos hombre que sus compañeros que poseían varias cicatrices en el cuerpo. Esta sospecha le imbuía un nebuloso sentimiento de inferioridad que le desazonaba. En realidad, no era suya la culpa de tener mejor encarnadura que el Moñigo y el Tiñoso y de que las frecuentes heridas se le cerrasen sin dejar rastro, pero el Mochuelo no lo entendía así, y para él suponía una desgracia tener el cuerpo todo liso, sin una mala arruga. Un hombre sin cicatriz era, a su ver, como una niña buena y obediente. Él no quería una cicatriz de guerra, ni ninguna gollería: se conformaba con una cicatriz de accidente o de lo que fuese, pero una cicatriz”.
Miguel Delibes -El camino-
Etiquetas: Creaciones, Literatura
4 Comments:
Cristina, he tenido que leer dos veces tu comentario porque en la primera me perdí entre tanto aplique(ja,ja,ja). Coincidimos, Sontag me parece bastante aceptable y especialmente ese libro, Delibes un peñazo... salvo algún pequeño fragmento como el que puse.
Me vas a sonrojar con lo del beso. Te lo has ganado, en breve haré un pequeño post sobre la tuberculosis, y te lo dedicaré (seguro que no es lo más bonito que te han regalado, pero mira que lo importante es la intención).
Un beso.
Me alegro que tu quemadura vaya cediendo terreno; se veía bastante fea.
Me quedé con las ganas de charlar un poco más, espero poder quedar este viernes -avisaré con tiempo-, en cualquier caso tenemos que repetir encuentro.
P.D. Delibes nunca ha sido santo de mi devoción
ME alegro de que mejore tu quemadura... las mías (culpa del sol... en Albacete no saben lo que es una sombra) mejoran... (me despellejo a cuerpo entero por momentos)
Sobre Delibes siento discrepar, pero a mi El Camino me encantó (que no otras)
Palimp
Palimp, ya sabes…. si libras entre tanto ajetreo, nos vemos el Viernes en el Pato, allí tertulia con “literatos”. La herida muy bonita tampoco está, y menos bajo el tinte yodado que le voy aplicando, pero creo que se va curando.
Cristina
Veo, veo, veo… (Corus: Qué ves)
Tu atracción hacia Sontag, es evidentemente más grande que la mía. También me interesan los intelectuales que ofrecen nuevas perspectivas, como pueden ser Sontag o Barthes, pero no soporto las lecturas de algunos de los posmodernos, Baudrillard, Guattari (escuela Lacaniana). Otros como Foucault estarían en la frontera de lo que me parece interesante y lo que me parece insoportable.
Pues sí, Palimp en su papel de Darth Vader (iba todo de negro) llevaba unos minutos esperando en la fuente de Canaletas (Ramblas), cuando un servidor apareció. Estuvimos por el centro de Barcelona el día 1 de mayo, con la consecuencia que mientras hablábamos oíamos los slóganes del mundo obrero que se manifestaban justo al lado nuestro. Palimp, se tuvo que ir pronto, pero el rato que estuvimos nos lo pasamos bien.
A ver si tu visita es de verdad prontito, porque si no cuando vengas ya no quedará nada de mi quemadura.
Yavannna
Sol albaceteño, concierto del Viñarock…. ¡¡Eso es vida y lo demás son tonterías!! Debe ser la cura para desestresarse después del Día del Libro y de las Jornadas Documentales.
Delibes de momento va tres votos en contra y uno a favor, si no ocurre una impensable remontada, el libro acabará defenestrado por mayoría.
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