La ciudad silenciosa de Silvia
Disculpen los silencios habituales en los que caigo, pero ya se sabe que siempre entiendo la escritura como un acto completamente lúdico, y como decía el maestro, se puede ser mejor lector que escritor. Así que en esas estoy, observando el mundo pasar, que de eso tampoco se vive, pero que también tiene su gracia.
Y tras este preámbulo lleno de inquietudes, precisamente como quién no quiere la cosa, voy a ahondar ahora en los conceptos del silencio y de la observación (nada hermético, no se asusten). Sencillamente me paseo por el tema, casi abocado por los azares de la vida, como se paseaba Pilar López de Ayala caminando por las calles empedradas de Estrasburgo. La imagen corresponde a una de las secuencias de la película La ciudad de Silvia de Jose Luis Guerín, y cuento esto por que hoy haciendo zapping me he dado de bruces con esa imagen. ¡Qué suerte la mía! He exclamado para mis adentros, precisamente era la película que últimamente estaba buscando.
Cronología de los hechos: la última vez que ví a Pereira, no paró de dar alabanzas sobre las películas de Guerín, especialmente sobre Tren de sombras, y un poco peor a su gusto, pero también buena La ciudad de Silvia. Y creo que me la coló doblada o quizás es que sencillamente el gusto de Pereira es algo snob. Me explico. Se podrá decir de Tren de sombras que tiene una buena fotografía, unos buenos efectos, una buena ambientación, una extrema sensibilidad, un curioso experimento narrativo y muchas otras cosas más. Pero como película es uno de los mayores tostones que me he tragado en mi vida. ¿Qué decir de una película en la que no hay un solo diálogo y en la que las imágenes se repiten una y otra vez de forma insufrible? Entendí más o menos lo que me quería contar el director –creo-, pero lo hubiera entendido en 10 minutos de película, y me sobraba todo lo que dura la película (en algún sitio leí una anécdota del mítico y ahora desterrado crítico de cine Antonio Gasset que tras pronunciar una retahíla de defectos de una película a la cual se suponía que debía promocionar, uno de los que estaba con él le dijo –¿Al menos será corta? A lo que el ocurrente Gasset contestó –No, es larga. Muy larga). Pues tren de sombras, casi igual (si en realidad no lo es, se hace muy larga). No me imagino al gran público aguantando sin levantarse de su butaca todo el metraje de la película.
Pues bien, aún así me quedé con ganas de ver la ciudad de Silvia, para confirmar si debía o no defenestrar el criterio fílmico de Pereira.
Primer intento: me bajo La ciudad de Silvia del Emule, tras visionar media hora en la que de nuevo no hay ningún tipo de diálogo, en el momento que los actores deciden decir esta boca es mía, resulta que se ponen a hablar en francés (si hubieran hablado un poquito antes, eso que me habría ahorrado). Llegué a sospechar que igual esa era la intención de Guerín, pero como el diálogo parecía durar unos cuantos minutos, pensé finalmente que Guerín no podía ser tan retorcido. Nuevo intento: me la vuelvo a bajar con el Emule, y al completarla me encuentro que en realidad me he bajado La fuga de Alcatraz (otro día quizás incido sobre esos saboteadores del p2p). Total, que esto ocurría hace apenas unos días, y puesto que había desistido ya que Emule no daba ya casi más opciones con fuentes, va y hoy de repente me encuentro a Canal 33 emitiendo la película.
¿Qué decir? Pues poco, porque en realidad mi gozo ha quedado en un pozo, cuando a los pocos minutos de engancharme a la película, me he encontrado con el fundido negro, y con los títulos de crédito saliendo. Ahhh! Y en todos esos minutos que he visto de nuevo ni un solo diálogo (¿Cuánto cobrarán los guionistas de Guerín?). Quizás aún pueda considerarme un afortunado, pues tras emitir la película han entrevistado al director, y se ve que no se prodiga mucho por los medios de comunicación.
Oír a Guerín desde luego es interesante, sabe expresar lo que tiene en mente, y la verdad es que creo que disfruto bastante más de sus palabras que con sus películas. Es como esos cuadros abstractos en los que uno sólo ve dispersas manchas multicolores, para que luego el artista nos explique una hermosa historia del proceso creativo, que al oírla, uno tiene la sensación de que se le ensancha el alma.
La ciudad de Silvia es un canto a la belleza femenina, y concretamente a los rostros de las mujeres. Cada uno de esos rostros anónimos es a la vez una metáfora de algo mayor. Un deseo de abarcar. Una mujer a la que hubiéramos deseado amar y que en cambio nunca llegaremos a amar. Un rostro lleno de hermosura en el que nos fijamos en el azar que nos ofrece una vida, y que a la vez es testigo de un destino que desearíamos y que seguramente nunca tendremos.
Tenemos a parte un rostro que destaca entre los demás, el de Pilar Lopez de Ayala, con sus mechones largos de cabellos castaño cobrizos que cubriendo parte de su frente, como si de un velo de misterio se tratase. Un rostro de piel blanca que desemboca en el contraste de un vestido rojo.
Tenemos también el rostro de un dibujante que parece salido de la época de los espadachines, que intenta plasmar la belleza femenina, obsesionado por uno de esos azares que la vida no repite. Y sin embargo él busca reencontrarse con ese azar, como quién busca el Grial.
Y entremedias hay unos ocho minutos de guión según cuenta Guerín en la entrevista. Ocho minutos que lamentablemente yo no he podido aún llegar a visionar (Esta situación me suena muy cortazariana, por lo de los azares, las imposibilidades, la persecución, la belleza femenina…).
Sea como sea, algún día espero ver al completo sin contratiempos la película. Mientras tanto, y haciendo coña sobre mi último post, sólo decir que poco después de estallar de júbilo al ver que daban la película por la tele, y al encontrarme de sopetón con los títulos de crédito. Mi cara se debe haber convertido en un poema que a Guerín le hubiera gustado filmar, una expresión que bien podría emparejarse con el título de esa gran serie que está emitiendo la sexta: ¡Qué vida más triste!
Ocurre que Felipe nunca suele ser tan hermoso, y que Juana, en su locura lo llena todo de belleza…
Y tras este preámbulo lleno de inquietudes, precisamente como quién no quiere la cosa, voy a ahondar ahora en los conceptos del silencio y de la observación (nada hermético, no se asusten). Sencillamente me paseo por el tema, casi abocado por los azares de la vida, como se paseaba Pilar López de Ayala caminando por las calles empedradas de Estrasburgo. La imagen corresponde a una de las secuencias de la película La ciudad de Silvia de Jose Luis Guerín, y cuento esto por que hoy haciendo zapping me he dado de bruces con esa imagen. ¡Qué suerte la mía! He exclamado para mis adentros, precisamente era la película que últimamente estaba buscando.
Cronología de los hechos: la última vez que ví a Pereira, no paró de dar alabanzas sobre las películas de Guerín, especialmente sobre Tren de sombras, y un poco peor a su gusto, pero también buena La ciudad de Silvia. Y creo que me la coló doblada o quizás es que sencillamente el gusto de Pereira es algo snob. Me explico. Se podrá decir de Tren de sombras que tiene una buena fotografía, unos buenos efectos, una buena ambientación, una extrema sensibilidad, un curioso experimento narrativo y muchas otras cosas más. Pero como película es uno de los mayores tostones que me he tragado en mi vida. ¿Qué decir de una película en la que no hay un solo diálogo y en la que las imágenes se repiten una y otra vez de forma insufrible? Entendí más o menos lo que me quería contar el director –creo-, pero lo hubiera entendido en 10 minutos de película, y me sobraba todo lo que dura la película (en algún sitio leí una anécdota del mítico y ahora desterrado crítico de cine Antonio Gasset que tras pronunciar una retahíla de defectos de una película a la cual se suponía que debía promocionar, uno de los que estaba con él le dijo –¿Al menos será corta? A lo que el ocurrente Gasset contestó –No, es larga. Muy larga). Pues tren de sombras, casi igual (si en realidad no lo es, se hace muy larga). No me imagino al gran público aguantando sin levantarse de su butaca todo el metraje de la película.
Pues bien, aún así me quedé con ganas de ver la ciudad de Silvia, para confirmar si debía o no defenestrar el criterio fílmico de Pereira.
Primer intento: me bajo La ciudad de Silvia del Emule, tras visionar media hora en la que de nuevo no hay ningún tipo de diálogo, en el momento que los actores deciden decir esta boca es mía, resulta que se ponen a hablar en francés (si hubieran hablado un poquito antes, eso que me habría ahorrado). Llegué a sospechar que igual esa era la intención de Guerín, pero como el diálogo parecía durar unos cuantos minutos, pensé finalmente que Guerín no podía ser tan retorcido. Nuevo intento: me la vuelvo a bajar con el Emule, y al completarla me encuentro que en realidad me he bajado La fuga de Alcatraz (otro día quizás incido sobre esos saboteadores del p2p). Total, que esto ocurría hace apenas unos días, y puesto que había desistido ya que Emule no daba ya casi más opciones con fuentes, va y hoy de repente me encuentro a Canal 33 emitiendo la película.
¿Qué decir? Pues poco, porque en realidad mi gozo ha quedado en un pozo, cuando a los pocos minutos de engancharme a la película, me he encontrado con el fundido negro, y con los títulos de crédito saliendo. Ahhh! Y en todos esos minutos que he visto de nuevo ni un solo diálogo (¿Cuánto cobrarán los guionistas de Guerín?). Quizás aún pueda considerarme un afortunado, pues tras emitir la película han entrevistado al director, y se ve que no se prodiga mucho por los medios de comunicación.
Oír a Guerín desde luego es interesante, sabe expresar lo que tiene en mente, y la verdad es que creo que disfruto bastante más de sus palabras que con sus películas. Es como esos cuadros abstractos en los que uno sólo ve dispersas manchas multicolores, para que luego el artista nos explique una hermosa historia del proceso creativo, que al oírla, uno tiene la sensación de que se le ensancha el alma.
La ciudad de Silvia es un canto a la belleza femenina, y concretamente a los rostros de las mujeres. Cada uno de esos rostros anónimos es a la vez una metáfora de algo mayor. Un deseo de abarcar. Una mujer a la que hubiéramos deseado amar y que en cambio nunca llegaremos a amar. Un rostro lleno de hermosura en el que nos fijamos en el azar que nos ofrece una vida, y que a la vez es testigo de un destino que desearíamos y que seguramente nunca tendremos.
Tenemos a parte un rostro que destaca entre los demás, el de Pilar Lopez de Ayala, con sus mechones largos de cabellos castaño cobrizos que cubriendo parte de su frente, como si de un velo de misterio se tratase. Un rostro de piel blanca que desemboca en el contraste de un vestido rojo.
Tenemos también el rostro de un dibujante que parece salido de la época de los espadachines, que intenta plasmar la belleza femenina, obsesionado por uno de esos azares que la vida no repite. Y sin embargo él busca reencontrarse con ese azar, como quién busca el Grial.
Y entremedias hay unos ocho minutos de guión según cuenta Guerín en la entrevista. Ocho minutos que lamentablemente yo no he podido aún llegar a visionar (Esta situación me suena muy cortazariana, por lo de los azares, las imposibilidades, la persecución, la belleza femenina…).
Sea como sea, algún día espero ver al completo sin contratiempos la película. Mientras tanto, y haciendo coña sobre mi último post, sólo decir que poco después de estallar de júbilo al ver que daban la película por la tele, y al encontrarme de sopetón con los títulos de crédito. Mi cara se debe haber convertido en un poema que a Guerín le hubiera gustado filmar, una expresión que bien podría emparejarse con el título de esa gran serie que está emitiendo la sexta: ¡Qué vida más triste!
Ocurre que Felipe nunca suele ser tan hermoso, y que Juana, en su locura lo llena todo de belleza…
Etiquetas: Cine
4 Comments:
Me gusto tu blog.
Pasaba a saludarte.
beso grande
Vale, esta noche he encontrado tu blog googleando por una explicación a la expresión "huevo de Colón" que en mi vida había escuchado y ahora vengo a descubrirla en un autor noruego, las ironías de la vida. Soy mexicana por cierto... Y bueno, viendo lo más reciente encuentro tu comentario de La ciudad de Silvia. Me la he chutado en la muestra internacional de cine de mi ciudad este año... y qué puedo decir... ciertamente que como en la que mencionas, con 10 minutos de filme habría captado su homenaje a la mujer en toda la extensión de la palabra sin tragarme la poco fructífera búsqueda de un tipo obsesionado y acosador, que al final, me ha sacado la sonrisa. Mañana con un poco de tiempo libre me pasaré a ver más posts, debo decir que me gusta mucho tu forma de redactar. Enhorabuena!
Les invito a visitar mi sitio
http://www.info-sistemas.net el cual es un proyecto independiente, cooperativo y abierto. El que tiene como mision implementar un repositorio de recursos de tecnologías de la comunicación, educación e información.
Atentamente,
http://www.info-sistemas.net
Qué gracia, con Tren de sombras, me pasó algo parecido, fui a verla al cine, en sesión golfa! Tras incontables cabezadas, decidí salir fuera a despejarme unos minutillos, para encontrarme, al volver, con los títulos de crédito!
En la ciudad de Silvia me la encontré como tú en la tele y al menos no me dormí, pero confirmé que aquel día no es que tuviera sueño y que Guerín nos está tomando el pelo a todos.
He conocido tu blog a través de Palimp, pásate algún día por la tertulia, ya que estás en Barcelona, la próxima lectura, La piedra lunar, nos está gustando a todos (para nuestra sorpresa).
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