La Librería

Pequeños retales de literatura

domingo, febrero 24, 2008

El ruido del árbol caído

Siguiendo con el carnaval, imaginemos a un enamoradizo protagonista en un baile de máscaras en plena Barcelona franquista. Allí sitúa Josep Palau i Fabre el comienzo de su obra teatral Don Juan príncipe de las tinieblas (originalmente “Don Joan, príncep de les tenebres”). Me refiero a esta obra por un motivo principal, y es que hace apenas unas horas que he tenido el conocimiento de la muerte de Palau i Fabre, “el alquimista”. Gran poeta y ensayista de la literatura catalana. Leo en las crónicas que se acababa de estrenar en Madrid su Don Juan hace apenas unos días, de lo cual me alegro. La obra se interpreta en el Teatro Español de Madrid bajo la dirección Hermann Bonnín. Se nota en la elección de Palau i Fabre, la mano de Mario Gas, ahora al frente del Teatro Español de Madrid.
Francamente, la obra de Palau i Fabre ha estado durante muchos años, bastante olvidada, y el reconocimiento sólo le ha llegado en estos últimos años, tal vez por aquello de que se esperaba su inminente muerte (su edad de nonagenario le hacía estar en un franja de alto riesgo). Me alegra al menos, descubrir que pocos días antes de su muerte, su tenebroso Don Juan se había estrenado, aunque esto sucediese en Madrid. Sin duda para Palau y Fabre, esto debió de ser un motivo de alegría con el que acompañó sus últimos días.
Recuerdo una conversación en la que hablaba PereiraSostiene Pereira que el autor deja su huella no tanto en su obra, sino en los que están a su alrededor (como el resto de las personas, supongo). Y que la fama y el éxito son, como decía Kipling, impostores. Pues ¿qué sentido tiene para un autor la difusión de su obra una vez ya está muerto? Algunos dicen que buscan la inmortalidad en la obra que dejan, y otros -escriban o no- buscan el perpetuarse de alguna manera al replicarse genéticamente en su descendencia. Alta dosis de existencialismo hoy, donde me es difícil vencer al absurdo vacío que nos produce tanto el vivir como el morir. Ya lo dejé entrever en el anterior post, de Don Juan tengo poco, pero en cambio me identifico en que como él acostumbro a enfrentarme con frecuencia a mis fantasmas.
Ayer mismo leía en el blog de leyendo a la sombra una estupenda reseña sobre la obra Vida y destino de Vasili Grossman, en la que narra el heroísmo de las tropas rusas en Stalingrado oponiéndose al avance de las tropas alemanas. Este libro sin duda es una de las cumbres de la literatura rusa y sin embargo leo en esta reseña que Grossman murió en el absoluto olvido.

“Los libros anteriores de Grossman fueron retirados de la circulación y el escritor, empobrecido y con escasos amigos, enfermó de cáncer de estómago. Murió, solo y olvidado, en el verano de 1964 convencido de que su novela nunca sería publicada”.

Este es uno de los motivos principales por los que aún sigo visitando este blog, porque me gusta intentar homenajear en la medida que me es posible a aquellos a los que admiro; a aquellos que merecen ser recordados.

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1 Comments:

Blogger Hilvanes y Retales said...

Quizás sea esto lo que me atrae siempre irremediablemene a Jardiel Poncela, quien fue desdeñado por sus contemporáneos. Y en el olvido pueden caer muchos de los grandes por no ser rentable su publicación en estos momentos, cosa bastante irritante como irritante muchos de los estantes de las librerías llenas de ripios. Ya nadie escribe líricamente, decía Umbral.

La prosa, qué haríamos sin la prosa...!!!

A veces encontramos que se rescatan del olvido a los grandes, aunque ellos mismo no pudieran saberse así por no ser reconocidos por sus coetáneos

6:43 p. m.  

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