Mecánica del prodigio de Lola Mascarell
Los alcatraces son aves que no les gusta adentrarse en tierra. Si uno navega por el mar mediterráneo es fácil ver una figura blanca rematada en la punta de sus alas con plumas negras, surcando esplendorosa el cielo celeste, mientras su sombra navega sobre el mar…
No me volví ornitólogo de repente, sino que me hace gracia remarcar que mi querida lola hace honor a su apellido “Mascarell” ya que en tierras valencianas es así como se conoce a éste ave marina. Y para mí que tengo la satisfacción de poder leerla desde hace ya muchos años, cada vez que ella escribe produce ese mismo efecto, se eleva sobre la realidad con las palabras. No está de más decir que siempre he admirado el talento de mi querida amiga poeta.
Desde hace meses tengo en mis manos su poemario “Mecánica del prodigio” de Lola Mascarell y ¡ya tocaba hacerle en este blog algún tipo de nota al respecto! Porque lo de leerlo ya lo he hecho varias veces... No hablo de hacerle una crítica, porque aparte de que me resultaría extraño utilizar esos términos con ella sería demasiado impreciso, y es que sucede que cuando leo sus versos me contagia la belleza de su musicalidad, y eso desata un deseo de incendiar con mis palabras allá donde ella se ha encargado de dejar previamente un rastro de cenizas.
El libro tiene una presentación exquisita (Editorial Pre-Textos). Una portada contenida en un tenue rojo encarnado –un color que me recuerda a sus cabellos-. Las páginas muestran una textura especialmente rugosa, más densa que en las ediciones más comerciales, como si se tratase de esos panaderos que vuelven a hornear el pan de la manera más tradicional, dejando de lado las cocciones más industriales. Incluso en el corte de la guillotina -en este caso papel y no cabezas- se nota un cierto aire artesanal.
¿Y qué digo de los poemas? Pues supongo que lo mejor es que los leyeran, pero bueno, puedo decir que registran un cierta unidad sentimental, la de quizás un verano en el que sol invadió con su luz las ventanas de una casa. La de una casa que en otro tiempo debió ser habitada por hermanos, padres y abuelos y donde allí la autora pasó parte de la infancia, seguramente en esa terna de meses que componen junio, julio y agosto. Son esas paredes las que evocan los recuerdos nostálgicos de los seres queridos. Y en ese paisaje no falta la siempre omnipresencia del mar.
Mecánica del prodigio hace referencia a la capacidad que tiene lola de observar la naturaleza. Ella es muy racional y aunque se intenta dejar llevar por el misterio, sus versos siguen una composición muy ordenada. Quizás eso es lo que me une a ella, que los dos caminamos por un mismo puente: ella de letras con un paso en la racionalidad de las ciencias, y yo de ciencias con un paso en el hechizo de las letras.
Su observación es detallada y precisa, como el bisturí de un poeta que sabe encontrar con precisión las palabras adecuadas. Es con ese discurso con el que arma el poema, y con el que alaba el prodigioso misterio de lo que nos rodea.
Como decía, la mejor manera de dejar constancia de los poemas de nuestra autora, lola Mascarell, es copiar alguno, así que dejo de muestra uno pequeñito (uououo…) para que juzguen.
OLIVO
Varada en su quietud de polvo y plata,
Envuelta en un silencio centenario
se yergue contra el cielo la vetusta
silueta de un olivo.
En su sombra feliz se oye difuso
el rumor de la savia,
ese salmo ancestral que dice infancia,
que dice abrigo y fruto y dice madre,
que dice salvación sin decir nada.
Dejando de lado que el libro de por sí me parece una preciosidad, tal vez mi única recomendación hacia ella es que de vez en cuando también se deje llevar por el influjo de la luna en vez del sol y sus atardeceres. Claro está, que yo admiro a los poetas malditos desde mi adolescencia, y quizás mi querida lola es demasiado “sana” para profundizar en esos sentimientos. Pero es que me gusta que los versos se oscurezcan y se vuelvan hirientes, y que a veces incluso que se encaminen hacia la autodestrucción. Pero que se le va hacer: yo soy el hombre que mira hipnótico el escarpado acantilado, y ella es el ave que sobrevuela plácidamente el mar.
De todas maneras me apropio ese escueto renglón que compone Primavera, tan hermoso que hasta podría ponerlo en mi epitafio –si ya digo yo que soy más bien del lado oscuro-. Allá va: “Una flor brotará en la rama tierna// y una parte de mí se irá con ella”.
Y es que, aunque ella a veces no se de cuenta, una parte de mí siempre se irá con ella.
Etiquetas: Literatura, Personal
2 Comments:
Hola , he llegado aquí por accidente al detenerse un mosquito en la pantalla de mi móvil, le echaré un vistazo...............[el mosquito ha muerto, lo he chafado]
Pobre destino final para el mosquito....
Veo en tu blog que hablas sobre Sergio Chejfec, la verdad es que hace tiempo que tengo ganas de hincarle el diente a este escritor.
Supongo que cuando tenga tiempo un poquito de tiempo, y los mosquitos no molesten demasiado.
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