La letra con sangre entra
A veces muero. Muero poquito a poco, cuando después de leer, releer, y volver a leer lo que ya ha sido leído una primera o segunda vez, mis ojos acaban llorando sangre. Me siento entonces como una de esas vírgenes milagrosas a quién los crédulos devotos de las estatuas dirigen sus rezos esperando divinos favores. Mi cabeza es un puro hervidero de títulos de libros o autores, de citas y universos fragmentarios, que con desesperante insistencia golpean las paredes de mi cráneo. Es una inexorable marea que retumba en mis sienes, donde todo lo leído forma parte de un magma de palabras desordenadas que presionan allá en los límites de mi cerebro, puede que avisando de un acuciante peligro de desborde. Sólo espero entonces que pasen las horas, y que minuto a minuto llegue el momento redentor de meterme en la cama. Mi deseo entonces, es dejar la mente en blanco; caer rendido bajo el resguardo que dan las mantas o las sábanas.
Al día siguiente en la blancura de la mañana me levanto con renovadas fuerzas. El caos de mi mente se ha vuelto orden, o por lo menos he dejado atrás esa incómoda sensación de molestia que abotargaba mi cabeza. Siento por ello una pizca de esperanza, igual al rayo que entra por la ventana y deja sobre la habitación un iluminado rastro atestado de cientos de miles de motas de polvo danzarinas a mis ojos; únicos testigos de ese momento que se repite casi cada día cuando subo la persiana. Es el realismo mágico de mi más ordinaria rutina diaria (mi vulgar cotidianidad está llena de vibrantes erres alveolares).
Entonces me dirijo a la nevera, y en ese corto trayecto que va de la cama a la cocina, me viene a la mente ese encuentro que Jorge Luis Borges narraba con un delirante diálogo en conversación con Macedonio Fernández. Y me imagino a mí diciendo algo así como: “ya no sé si ayer al final terminé muriéndome”.
La imagen es del pintor austriaco Arnulf Rainer (aunque yo la he birlado del blog de Juan Francisco Ferre). Con semejante cuadro estuve tentado de ponerme a hablar sobre ese otro “cuadro”, que es la crisis, el nacionalismo y nosotros los catalanes, pero al final me salió esto, que era más sencillo de escribir (parafraseando a Tip y Coll “Mañana ya hablaremos del gobierno").
Etiquetas: Creaciones
2 Comments:
Lo de "muero poquito a poco, cuando después de leer, releer, y volver a leer lo que ya ha sido leído una primera o segunda vez, mis ojos acaban llorando sangre.", me ha hecho evocar “El túnel” de Ernesto Sábato. Recuerdo las sensaciones que experimenté con aquella novela, y las imágenes que, durante su lectura, comenzaron a desfilar por mi cabeza: fotogramas desordenados de una época de mi vida un tanto aciaga. Hablo de recuerdos que intento relegar al olvido, y que, cuando se activa el detonante, escapan de los compartimentos más recónditos de mi memoria, reclamando protagonismo y ocupando un lugar privilegiado en mis pesadillas.
Lo más curioso de todo esto es que ya he leído “El túnel” como cuatro o cinco veces. ¿Por qué retomo una y otra vez esa novela que me produce desasosiego al tiempo que me hace experimentar sentimientos de odio, miedo y frustración? ¿De dónde viene esa necesidad de hurgar en la herida? ¿Será masoquismo? A lo mejor es cuestión de perdonar lo que considero imperdonable, de reconciliarme conmigo mismo, con alguien que ya no está y con alguien que todavía sigue aquí, pero que, a todos los efectos, es como si no estuviera.
PD: Me encanta tu texto.
Leí El túnel hace muchos años, y este sí que es un libro que yo tendría que releer, porque aunque sé que me gustó apenas tengo más recuerdos que la sensación de Pablo Castel recomiéndose por dentro por los celos. Y leyendo tu comentario me han entrado ganas de volver a leerlo, pero no soy mucho de releer libros salvo cuando intento escribir algo sobre ellos. Quizás la cuestión sería entonces ponerme a escribir algo sobre Sábato y El túnel. Ya más mayor leí algún otro libro de Sábato y me pareció menos accesible porque perdía el hilo de la historia con sus disquisiciones filosóficas y científicas, en cambio en El túnel creo que el equilibrio estaba más logrado.
Por cierto, me imagino que es una casualidad, pero mencionas a Sábato en este post, y éste tiene un libro que precisamente se llama Entre la letra y la sangre (son unas conversaciones con el también escritor Carlos Catania), que aunque no lo hice pensando en ello cuando puse el post, ahora me parece que viene muy a cuento con el título de mi post. Me imagino que es una coincidencia, de las muchas que se dan cuando tienes tantos títulos bailando por tu cerebro.
Recibí el otro día un libro por correo del conocido de un amigo y ese si que voy a tener que leerlo y releerlo, porque aunque sé que era un tipo brillante, también sé que posiblemente utiliza una de las prosas más complejas con las que me puedo haber encontrado en toda mi vida (¡he leído las primeras páginas varias veces, y no he entendido casi nada! Espero que en las siguientes páginas el tipo baje un poco el nivel…).
Muchas gracias por tus palabras, a veces disfruto jugando un poco con ellas, y si me costase menos, me imagino que intentaría volver a escribir cosas mas largas (como cuando hice a los veinte años supongo que fruto de algún tipo de inconsciencia adolescente). Pero al menos considero que el estilo si que lo he mejorado. Menos cantidad, pero al menos tenemos algo más de calidad.
Y fuera de cortesías, también te puedo decir que tu respuesta también me parece muy inspiradora y en apenas unas cuantas líneas - con intención o sin intención- has plasmado también un estilo que distingue tu comentario del resto de los que suelo recibir. Te felicito también por eso.
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