La Librería

Pequeños retales de literatura

sábado, enero 12, 2013

Más allá de nuestro planeta azulado

Nunca adivinarían ni remotamente de que libro he sacado este fragmento, a no ser quizás que alguien hubiera coincidido en la lectura y lo recordase –poco probable- o que por supuesto lo consultase en la red, lo cual ya sería más habitual en los tiempos que corren.

«Cuando leo sobre un universo en expansión, sobre novas y enanas rojas, sobre actividades violentas, explosiones, desapariciones de soles y nacimientos de otros, y luego advierto que la noticia de estos acontecimientos, transmitidos por las ondas de luz, son crónica de hechos que sucedieron hace millones de años, suele intrigarme qué ocurrirá ahora en ese lugar. ¿Cómo podemos saber si un proceso y una transformación que pasaron hace tanto tiempo no han cambiado radicalmente y las cosas no se han combinado de otro modo? Cabe concebir que lo que en el presente registran los grandes telescopios no existe en absoluto, que esos monstruosos acontecimientos estelares cesaron antes de que se formara nuestro mundo, que la Vía Láctea es un recuerdo llevado en brazos de la luz.»

El libro es nada más y nada menos que Los hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros de John Steinbeck, y corresponde a un párrafo extraído de la correspondencia que hay al final del libro, en la que Steinbeck va narrando sus avances en su trabajo sobre la versión que está preparando del libro de Thomas Malory La mort d'Arthur, el cual está intentando adaptarlo a un lenguaje más moderno (el libro no llegó a ser publicado hasta ya una vez ya fallecido Steinbeck).

Como ya volveré –espero en uno de mis próximos posts al Ciclo del Grial, solo quería compartir este fragmento de literatura cosmológica escrito por John Steinbeck. De vez en cuando salen noticias en las páginas de ciencias de los periódicos el descubrimiento de planetas de condiciones de temperatura similares a las de la Tierra, y que en estos lejanos lugares podrían ser lugares adecuados para que se hubiera generado vida extraterrestre. Pero ¿Podemos observar con precisión esta posibilidad desde nuestras circunstancias? ¿Encontraremos vida en otro planeta? Desde luego si la descubrimos será parafraseando a Stephan Zweig, uno de esos momentos estelares de la humanidad (y también en este caso de lo que no sea humanidad), similar al del primer momento que el hombre pisó la Luna.

Pero lo más curioso de nuestra mirada hacia las estrellas, es ese desfase que ocurre con la luz que nos llega con miles de años luz de retraso. Si el Sol se apagara de repente, tardaríamos ocho minutos en darnos cuenta, pero Alfa Centauri que es la siguiente estrella más cercana a nuestro sistema solar, está ya a nada más y nada menos que más de cuatro años luz de distancia (lo cual significa que lo que ocurre allí –la luz que nos llega- nos viene con cuatro años de retraso respecto a la Tierra).

Imagínense que una civilización extraterrestre tuviera un telescopio de una potencia inimaginable y que con este enfocasen ahora a la Tierra, pues lo que sucedería es que no verían las actuales ciudades eléctricas con las calles llenas de coches en circulación, sino que igual lo que veían eran sencillamente unos cuantos dinosaurios correteando por las praderas. Menuda paradoja temporal.

¿Quieren intentar imaginarse las distancias del universo hasta ahora conocido? Este video de youtube es desde luego espectacular, y está hecho en el 2010 a partir de imágenes reales tomadas por un telescopio de Nuevo México (En el Apache Point Observatory). Leo en la descripción que hay representadas casi un millón de galaxias y 120.000 quásares, y que la forma de conos finales se debe a que quedan zonas ciegas al telescopio, en las que no se puede observar por limitaciones físicas.

El Universo conocido



No se a ustedes, pero yo veo que a medida que el video avanza comienza a haber muchos colorines, lo cual me hace pensar que cuando “dios creó el universo” debía de estar bajo el efecto de algún tipo de extraño psicotrópico. xD

En realidad las distancias son tan gigantescas que nuestro cerebro apenas puede hacerse una idea del verdadero tamaño de esta especie de mapa astronómico, y solo queda afirmar tras el visionado aquella coda del: “no somos nada”.

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