La Librería

Pequeños retales de literatura

lunes, julio 04, 2005

La noche del Erebo

Continuaré unos días entretejiendo palabras entre fuegos fatuos, dirigiendo mis pasos al corazón de la Tierra; camino de la città dolente (esa ciudad que me recuerda tanto a la Sión de la película Matrix). Hoy arderé en condición de poeta. Una etiqueta que siempre evité que me colgaran por desmerecida, y también por el recelo que me produce todo aquello que me suena a excesos sentimentales. Pero esta vez la tomo como casulla e intento que aflore esa faceta que oculto entre sombras, porque para bajar a los infiernos que mejor que sentirse poeta (el problema es que solo los buenos poetas son los que entran y salen tranquilamente). Quiero ganarme un pequeño lugar en los infiernos, aunque sea con la irreverencia de los blasfemos. En cierta ocasión charlé con otro bibliófilo sobre si nuestro infierno estaría compuesto por una biblioteca en la que el trabajo fuera mantener las calderas infernales con la combustión de libros (como dice Palimp , esta vez con la inestimable ayuda de The Happy Butcher, “un día, un libro” y así hasta la eternidad). Confieso que las primeras quemas las miraría con deleite.
Pienso ahora que para ir a los infiernos no estaría mal condenarse con un exceso de sexo, como haría el joven de Mony Vibescu entre orgía y orgía en Las once mil vergas de Apollinaire (vieron: “orgías”, “sexo”, “vergas”, todo ello en un simple post; google va a echar chispas). Años después el siempre divertido Enrique Jardiel Poncela sacaría una novela como contestación a la de Apollinaire con el título Pero... ¿hubo alguna vez once mil vírgenes?
Monja enseñando pecho

Desconozco el autor de la foto, en algún lugar y en algún momento, su nombre se debió de traspapelar. Si alguien tiene el dato y lo puede aportar... ¿Para cuando un buscador de imágenes que no funcione léxicamente? Desde luego el día que lo compre Gates hará un gran negocio.

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5 Comments:

Blogger Magda Díaz Morales said...

De acuerdo contigo, para ir a los infiernos no estaría mal condenarse con un exceso de sexo, como haría, además de los que nombras, Sade o Bataille.

La imagen que muestras hasta duele.

7:16 p. m.  
Blogger Vigo said...

Prefiero los versos de Bataille que los relatos de Justine, y no por los excesos de Sade, sino porque el marqués se pasó la mayor parte de su vida encerrado en cárceles. Así no vale la pena llegar a los infiernos.

3:08 a. m.  
Blogger Magda Díaz Morales said...

En eso tienes razón, es que a Sade no le diero opción de elegir suegra :(

8:42 p. m.  
Blogger Vigo said...

Y viceversa, porque si la suegra hubiera elegido yerno, otro gallo hubiese cantado.

4:29 a. m.  
Blogger Enrique Gallud Jardiel said...

Gracias por el comentario sobre mi abuelo.

3:43 a. m.  

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