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Pequeños retales de literatura

lunes, septiembre 26, 2011

La lista de Sílvia (X)

Vida de Oharu, mujer galante (1952)
DIRECTOR Kenji Mizoguchi

La vida de Oharu tendría que haberse titulado La vida triste de Oharu, porque la verdad es que la pobre japonesa no gana en desgracias. Una mujer que primero se enamora con un sirviente, y no la dejan ser feliz. Luego es concubina de un importante japonés y le quitan el hijo al que da a luz. Luego pasa a ser prostituta para saldar unas cuentas que ha acarreado su padre. Y a partir de entonces casi todos los hombres la miran con superioridad y desprecio (lo del status de las geishas debe ser solo para las prostitutas de alto standing), como si fuera ella la que ha elegido ir por el lado reprobable –más bestia que cantaba Albert Pla- de la vida.
Y así sigue y sigue… y cuando parece que levanta cabeza, de nuevo su pasado de prostituta vuelve a salir a flote y ella vuelve a hundirse. Hasta que al final parece ya volverse medio loca y su único consuelo es volver a ver de lejos al hijo que había dado a luz y que le habían arrebatado, convertido ahora en un gran señor.
La película en cierta manera funciona como diversos cuentos autónomos, todos con un final triste en la vida de Oharu. No acabo de pillarle por eso la moraleja, salvo que “aunque intentemos ser dueños de nuestros destinos, a veces la suerte siempre nos da de lado”. Y que “cuando miremos a una prostituta o semejante, no deberíamos juzgarla porque pueden haber caído en ese estrato social por un cúmulo de circunstancias adversas en las que cualquiera podría verse inmerso.”
Los planos son correctos, la mayoría son bellos planos secuencia con ausencia de primeros planos, e intentando filmar con encuadres muy específicos y buscando perspectivas.
No me convencen los fundidos en negro que se utilizan a veces para hilar entre escenas. Y la película también me parece excesivamente larga.
NOTA: 6,5
Vida de Oharu


47 Ronin (1941)
DIRECTOR Kenji Mizoguchi

Me imagino que gran parte de la incomprensión de esta película es verla a través de una mentalidad occidental, cuando lo que está intentando reflejar es algo tan distinto que lo que refleja el código Samurai.
La película refleja una leyenda japonesa: un jefe de una casa japonesa (una especie de señor feudal) ataca a un funcionario estatal al sentirse ofendido por unas declaraciones. El primero (Asano) yerra su ataque, pero por la agresión es condenado a seppuku (suicidio). En cambio el que había ofendido (Kira) no le condenan por ofender. La “casa” del suicidado es además condenada, y por ello los samuráis que la custodian tienen que entregar el castillo que gobiernan. La mayoría están dispuestos a morir antes de entregarlo, pero Oishi, el jefe de los samuráis tiene en mente un plan más elaborado, el que da el letargo de una venganza fría.
La casa se disuelve y durante más de un año los leales samuráis (ahora samuráis sin amo: ronín) permanecen a la espera dispersos, hasta que Oishi decide actuar en venganza cuando Kira ya no se lo espera.
Los 47 ronín atacan la casa de Kira y lo matan, vengando a su amo.
El shogunato condena después a todos los que participaron en el ataque a morir también por seppuku, igual que murió su amo. Los ronín entonces aceptan honorablemente ese destino que ven justo.
Lo más destacable de la película son los encuadres con los que Mizoguchi rueda los planos-secuencia. Normalmente sitúa la cámara enfocando alguna de las habitaciones de paredes de papel, y luego eleva la cámara en traveling hasta llegar a otra habitación o parte de la casa donde continúan los diálogos.
La manera en que continuamente muestra la arquitectura de las casas japonesas es muy bella. También destacable la iluminación, ya que parece que casi siempre todo transcurra durante el atardecer, lo que favorece la creación de sombras.
En la parte negativa: las más de treeeees horas que dura (en realidad son dos películas que componen una unidad, pero la verdad es que la poca “acción” que hay hubiese quedado mucho más compacta rodada en una película con mucho menos metraje.
Odio los fundidos en negro con los que a veces empalma las escenas.
Y quizás mi mayor condena es tener a 47 samuráis en nómina –je,je- y abstenerte de rodar una puñetera escena de acción (salvo los seppukus que fuera de su parte ceremonial son algo aburridos). Dicen que para el 2012 Keanu Reeves está rodando una nueva versión de esta historia, que me imagino que estará rebosante en escenas de acción (pues ni tanto, ni tan poco).
La otra cuestión que me desconcierta –como decía al principio- es ese sentimiento de lealtad del código samurai que implica conceptos como venganza a toda costa y suicidio. Da la impresión que matas a un importante noble japonés, y entonces se desencadena una cadena trágica de venganzas y suicidios con un abultado balance de bajas por el que puede peligrar la población nipona. Tengo que ver por eso otra película de la que he oído hablar llamada Hana (Hana yori mo naho) en la que el argumento es precisamente el contrario: un samurai que en principio quiere vengar la muerte de su padre, y a medida que pasa el tiempo se va dando cuenta de lo inútil de esa voluntad de venganza.
NOTA: 6,5
47 Ronin

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