Sobre el buen arte de maltratar los libros
La primera vez que recuerdo que vi un libro colgado con pinzas creo que fue en ese programa impronunciable, de nombre Qwerty, que dirigía Joan Barril. Allí presentaban los libros y luego estos se colgaban con pinzas de ropa sobre una cuerda como si fuesen ropa limpia. Al principio pensé que era una simple boutade, aunque luego recapacitando me pregunté si todo no correspondería a presentar la idea de coger las novedades literarias “con pinzas”, y que había que esperar un tiempo prudencial para que éstas se asentaran en la importancia que realmente les correspondía.
Ya un día mis ojos se pusieron ojipláticos cuando vi a Joan Barril sumergir un libro de Cesar Vidal en un barreño lleno de agua; ahí lo vi más claro; en ese caso era una especie de gesto –que bien Jodorowsky hubiera atribuido a su psicomagia- que servía de alguna manera para exorcizar tanto a los malos espíritus como a ciertos escritores provenientes del lado oscuro.
Luego me llevé una sorpresa cuando leyendo Nocilla Experience de Agustín Fernández Mallo, allí también había un matemático que colgaba en la terraza de su casa las hojas que contenían sus razonamientos sobre la soledad.
Metido en esta rara secuencia, ya casi no me extrañé cuando leyendo el enorme 2666 de Roberto Bolaño, me apareció el profesor Amalfitano -que quizás por los vientos calientes provenientes del Mojave parecía algo desquiciado... que lo explicaría- también se encargaba de colgar un libro de geometría de un tal Rafael Dieste con pinzas de ropa en el patio, con la intención de que le diera un poco el aire y el libro aprendiera cuatro cosas de la vida real, tal vez precisamente las que no había aprendido él.
Pero por suerte, Bolaño también nos da la clave de toda esta historia en el 2666, y explica que el artista Marcel Duchamp le hizo llegar como regalo de boda a su hermana Suzanne, unas instrucciones que consistían en colgar un libro de geometría de un cordel y dejar que viento y lluvia lo fueran estropeando con el paso del tiempo (de entrada me imagino que Duchamp no iba muy sobrado de dineritos…). El recién matrimonio que no les faltaba sentido del humor siguió las instrucciones de Marcel a rajatabla, e incluso llegaron a fotografiar el libro después de que éste se hubiera deteriorado bastante (único testimonio visual que resta de este ready-made)
Y me he acordado de esta historia porque este fin de semana ha fallecido el periodista Joan Barril con solo 62 años, al menos vivió como quiso, con una fama de bon vivant que siempre le acompañó. Sus familiares, amigos, y en general todo el mundo cultural catalán le echará de menos, pero también los que participamos de su vida, aunque solo fuese oyendo o viendo alguno de sus programas o leyendo alguno de sus libros o columnas.
Hoy ha sido despedido en el Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona, donde Joan Manuel Serrat le ha homenajeado cantando Res no és mesquí, del poema de Joan Salvat-Pappasseit. Sirvan también estas líneas para su recuerdo.
2 Comments:
Algunos habría que enterrarlos en cal viva, no es por nada.
Vale, reconozco que se me ha ocurrido pensando en ese que metieron en un barreño de agua...
Hoy me perdí un poco por uno de los barrios de mi ciudad(que me imagino que no será la tuya... mucha casualidad sería) el barrio de Gracia.
Allí entre que miraba tiendas para minimizar el número de regalos de Navidad que tendré que comprar a última hora, en una callejuela me he dado de bruces con la librería Europa (famosa por sus afilaciones nazis...) y he estado tentado de entrar y echar un vistazo. Seguramente una vez dentro hubiera quemado la mayoría de los libros (en plan Pepe Carvalho).
Pero que jodíos... la librería parecía muy acogedora!! La calle era peatonal y yo era el único que estaba por ahí, y dentro se veía un perro tumbado en el suelo. El poder del lado oscuro...
Muchas gracias por pasarte loqueme ahorro, está bien constatar que de vez en cuando alguien te lee. ;)
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