¿Qué es la metaliteratura? (3ª Parte)
Estamos felices. Irradiamos felicidad. Aunque sólo sea un flow. Así que voy a hacer una tercera parte a la "metaliteratura". Quizás la parte más espesa. Pero creo que quizás falta a lo ya escrito alguna apostilla. Tras lo escrito, al menos habré perfilado mi percepción de la metaliteratura y al menos no me quedará la sensación de haberme dejado pensamientos importantes en el tintero. Si le sirven a alguna persona para reflexionar habrá valido el esfuerzo.
Primero aclaro que para mí dentro de la creación artística considero que hay unas artes que debido a una especie de sencillez han evolucionado más y me refiero a la pintura o la escultura por ejemplo. Considero, a grandes rasgos, más fácil definir profundamente un cuadro que definir una novela, y por tanto toda teórica de la pintura es ciertamente más sencilla que cualquier intento global de crítica literaria (por algo un cuadro suele pintarse en menos tiempo que lo que se tarda en escribir una novela). Y esta diferencia de sencillez, provoca que estas modalidades artísticas –no estoy diferenciando en mayores y menores- han evolucionado más en la teórica que lo que ha podido evolucionar la literatura que arrastra demasiados anclajes, demasiados ángulos, demasiadas teóricas.
Comenzaré ahora con algo anecdótico, pero no tanto. Uno de los artistas más cotizados en el arte contemporáneo es el artista británico Damien Hirst, cuyas obras en las subastas de Sothebys se tasan en cifras astronómicas –hablamos de cifras de varios millones de euros-; lo que desemboca por supuesto en igual número de alabanzas, como de críticas y envidias. Entre sus obras más famosas están las de esos animales que una vez muertos los coloca en tanques de formol (recuerdo su serie de tiburones, y también una vaca partida en secciones).
No sé si los hechos que voy a contar son totalmente verídicos, pero si no lo son en la forma al menos si que lo deben ser en el fondo. Hace unos años ocurrió lo siguiente: un televisivo crítico gastronómico Adrian Anthony Gill, tenía en su casa un lienzo anónimo de un retrato de Stalin en su colección. Un día decidió desprenderse del cuadro y al llevarlo a una casa de subastas le dijeron que no admitían en sus lotes ni retratos de Stalin, ni de Hitler por motivos morales, y que encima solo les interesaba cuadros de artistas de renombre. Entonces el crítico tuvo la ocurrencia de contactar con Damien Hirst y proponerle la siguiente humorada; Hirst se encargaría de modificar el cuadro (estilo Duchamp en la obra L.H.H.O.Q en la que pinta bigote y perilla a un retrato de la Mona Lisa) y luego se lo volverían a llevar a la misma casa de subastas a ver que pasaba.
Damien Hirst pintó sencillamente en el cuadro una nariz roja de payaso ligeramente descentrada. El cuadro esta vez fue admitido en la subasta sin ningún problema y vendido por una cantidad de 160.000 euros, cuando según A.A Gill lo había comprado por 400 euros (los beneficios fueron donados a una ONG).
Lo que viene a demostrar –por si alguien aún lo duda- que el autor se cotiza también con la obra. El mercado del arte es un mercado donde a parte del talento quizás es aún más importante el marketing.
El caso quizás no es tan escandaloso en la literatura, pero sin duda también hay algo de esto en el mercado editorial. Podríamos hablar de los premios amañados; de los escritores mediáticos; de las modas editoriales; o de cómo muchos de los suplementos culturales no pueden hacer una crítica independiente al ser financiados por los distintos grupos editoriales. Sin duda intentar separar totalmente el autor de su obra es algo inviable, lo cual no significa que uno como lector pueda enfrentarse a un libro con el total desconocimiento del autor, sino que para entrar en el mercado editorial el escritor se ha tenido que introducir de alguna manera dentro de todo el engranaje editorial. El detalle no es nimio; he leído mucho por internet y he conocido algunas personas que tienen mucho más talento al escribir que escritores que llevan -los lectores se los llevan a cuestas como si cargasen con una pesada cruz- en su currículum varios o muchos libros publicados. Afortunadamente en la literatura hay un último corte de calidad y es el que da el propio lector al leer el libro. Aquí viene a cuento esa famosa regla que dice que el mejor marketing es el boca a boca entre lectores.
Hay autores que biográficamente me son más o menos molestos y sin embargo su estilo literario me fascina, y también ocurre todo lo contrario hay escritores cuya vida me fascina y cuyas novelas no me han parecido excesivamente destacables. Me interesan tanto los unos como los otros. Y también hay escritores que escriben maravillosamente y cuya vida también me fascina. Estos últimos son los que forman mi panteón particular. De los otros casi mejor no hablar. Pero es bueno conocerlos a todos mínimamente; vivimos en una sociedad que no acota estímulos, tan receptiva que a veces hasta acabamos en un estado caótico ante tanta información, pero es la sociedad que nos ha tocado vivir.
En los principios del siglo XX escribió Proust un ensayo-novela titulado Contra Sainte-Beuve, en el cual criticaba lo que venía a ser el método del crítico Sainte-Beuve, que identificaba totalmente la personalidad del autor –y en especial su moralidad- con su obra. Proust separa totalmente el autor de su obra y su vida. ¿Pero podría escribir Proust los versos malditos de Baudelaire? Creo que no. La ficcionalidad está claro que existe pero las páginas imaginadas o no, no salen de la generación espontánea, sino que siempre hay unas vivencias, un aprendizaje y por supuesto hay una gran parte del autor (es de Flaubert esa contundente sentencia cuando le preguntaban por la inspiración de su personaje: “-Madame Bovary soy yo”). Queda claro que aunque sean dos entidades diferenciadas la Obra y la Vida, sigue habiendo un sólido puente entre ambas.
Pero dicho esto –me repito- ¡es que a mí no me interesa sólo la obra de los escritores! Me interesa el monólogo de En busca del tiempo perdido, tanto como la biografía de Holderlin que acabó sus días en un manicomio con la compañía de un piano desafinado.
Para no liarme ya demasiado, la crítica literaria evoluciona en el siglo XX con movimientos como los formalistas, los estructuralistas apartando cada vez más la figura del autor y vendría Roland Barthes desde el New Criticism para incluso reclamar la muerte del autor dando todo el poder al lector. Bueno, utilizando brocha gorda creo que en estos movimientos pecan de palabrería y aunque hay conceptos teóricos interesantes no dejan de equivocar la mirada. Porque si el autor estaba muerto –estaba de parranda ;D- al lector le interesa revivir al autor. ¿Acaso alguien duda que si Van Gogh no se hubiera cortado la oreja seguiría siendo la figura más destacada del impresionismo? Y si uno ha ido a la National Gallery seguramente habrá oído a mas de uno de sus compañeros decir con cierto desdén después de ver los Girasoles: -“Pues ya lo he visto y no me parece que haya para tanto”. Aclaro: 1) A mí me parece una bellísima pintura, pero por el mismo precio que vale el cuadro creo que me compraba unas cuantas mansiones y aún me sobraba infinidad de pasta. 2) Mezclo literatura con pintura, porque en el fondo creo que siguen las mismas reglas básicas a las que me refiero.
La crítica literaria se ha de hacer desde el estilo, sino pierde valor. Y si llega a ser fría ha de ser fríamente bella. El mejor crítico literario es el mejor escritor. Y para adquirir este estilo cuantos más recursos mejor; cuanta más información mejor. Me interesa la novela como conjunto; me interesa el estilo como marca de belleza; me interesa la biografía como fetichismo; me interesa la anécdota como morbo. Me interesa la metaliteratura como todo ese universo que rodea al libro desde fuera y desde dentro.
Quizás, el defecto de esta sociedad es la velocidad, tal vez menos, pero más aprovechado, sería más (asentar conocimientos más que adquirir otros nuevos). Pero lamentablemente yo pertenezco a la escuela de Internet, y ahí se naufraga cada día mil veces antes de salir a flote una sola vez.
Buff, ya no estoy tan feliz como cuando comencé a escribir.
Etiquetas: Creaciones, Literatura
4 Comments:
Pregunto: ¿Y si separamos la obra del autor? ¿Y si la biografía de Proust fuera un tópico interesante, al margen del hecho de que escribió "En busca..."?
Acuerdo que los compradores de arte compran the whole stuff, los girasoles y la malhada oreja. Pero quizás estemos hablando de contenedores, con 40 toneladas de sentidos todos juntos.
Los blogs, como si nos encontráramos en un café, o en un velorio a charlar tendido. Pero con gente que no sabemos donde está. Ni siquiera sabemos si están, ya que no tienen lugar.
aplausos. Pero si descendiera de los Cielos Metaliteratura cuarta entrega estoy seguro que ud. aún tiene por decir del tema.
Magníficas entradas sobre literatura, y esa mención a Flaubert me ha recordado esto que escribió que espero te guste:
"Es realmente una delicia escribir, dejar de ser uno mismo y circular por toda la creación de la que se habla. Hoy, por ejemplo, siendo hombre y mujer al mismo tiempo, he dado un paseo a caballo por un bosque, y yo era los caballos, las hojas, el viento, las palabras que nos decíamos".
Gracias por tus textos.
Bueno Chofer, en cierta manera hablo de eso, la metaliteratura no deja de ser otra forma literaria que se forma desde el ojo de un lector que luego quiere escribir.
Si se tiene talento se puede coger la vida más aburrida de cualquier escritor que encima haya escrito una birria de libros, y construir la biografía más divertida del mundo. A mi me interesa el estilo del crítico como parte coyuntural del hecho biográfico.
Y bueno, sí, los blogs somos miles de ojos deslocalizados, en un murmullo de palabras inteligentes y palabras idiotas. A veces es difícil navegar entre estas aguas, pero son nuestros tiempos para bien y para mal.
Ulschmidt, gracias por los aplausos, viniendo de usted tienen mucho más valor. Usted tendría tambén mucho que decir ja,ja. Pero bueno no me costará demasiado hacer una cuarta parte. Las trilogías suelen ser cerradas, y cuando se hace una cuarta pues ya luego se suele hacer una quinta y una sexta de menor calidad. Pero no se preocupe que una cuarta yo la hago seguro ja,ja.
Gracias Tristán, me alegro que algunas personas que no conozco se pasen por aquí y lean estas entradas. Al menos veo que no caen en un saco roto.
Y si, esas palabras de Flaubert también me han gustado mucho, es el poder de la literatura, poder sentir, viajar y en definitiva vivir otras historias inventadas por otros. Y Ocurre una cosa curiosa en el escritor, que cuando va escribiendo el propio texto cobra una especie de presencia, y se adueña de su propio destino.
Es como un matrimonio, el escritor y su texto son dos, pero a la vez son uno :)
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