La Librería

Pequeños retales de literatura

lunes, enero 12, 2015

Ricardo Menéndez Salmón -El corrector-

Cuando el primer tren saltó por los aires derramando sobre nuestras pequeñas y esforzadas vidas un aluvión de sangre, cólera y miedo, yo estaba sentado delante de mi vieja mesa de fresno australiano y corregía unas galeradas de 'Los demonios' de Fedor Dostoievski.

Me llamo Vladimir -en su juventud mi padre fue un fanático de la Revolución Rusa- y soy corrector. Y me atrevería a decir que Fedor Dostoievski es mi escritor favorito. (Quizá hace diez años, cuando tenía veinticinco, hubiera dicho que mi escritor favorito era Albert Camus, y probablemente dentro de otros diez, cuando tenga cuarenta y cinco, me decante por Stendhal o Platón.)


El corrector –Ricardo Menendez Salmón-


Un comienzo tan potente entraría dentro de lo que los manuales de cómo escribir un libro recomiendan hacer en las primeras líneas de un manuscrito; “es importante atrapar la atención del lector” te dicen, al menos el tiempo suficiente para que éste no descarte la lectura a la primera de cambio. Lo malo en este caso es que esta emocionante de idea no surgió de la mente del escritor Ricardo Menéndez Salmón, sino que en realidad fue un fatídico guión escrito de la mente perturbada de algún yihadista con algo de poder y medios, y con suficiente odio hacia el mundo occidental para planear el día más negro que ha sufrido España y Europa en lo que a terrorismo se refiere: el 11 de marzo de 2004.

Ese fatídico día Madrid despertó de golpe con varias bombas estallando en las estaciones de cercanías de Atocha, El Pozo y Santa Eugenia, con un fatídico balance de 192 fallecidos. Casi dos centenares de vidas truncadas de gente humilde cuyos cuerpos destrozados ya no volverían a coger los mismos trenes que seguramente cogían todas las mañanas para acudir a sus lugares de trabajo.

El corrector Ricardo Menéndez Salmón con el libro de El corrector se atreve a acercarse a esta herida tan reciente de la historia de España, y concluye también así lo que denomina como su trilogía del mal compuesta por: La ofensa, Derrumbe y El corrector (me queda la primera por leer, pero como la tengo a mano, la comentaré en breve). En El corrector lo que se reclama en cierta manera es ese poder curativo que tiene la escritura como una manera de expurgar los demonios personales o el dolor de una sociedad.

En este caso los “demonios” fueron estos terroristas que acabaron autoinmolándose en un piso de Leganés, matando también la vida de uno de los agentes del Grupo de Operaciones Especiales.

El corrector narra desde un punto de autoficción la vida de una persona que trabaja en la traducción del libro “Los demonios” de Dostoievski cuando estallan las bombas de Madrid (libro que tendré que leer algún día, porque también recuerdo que influyó sobre Albert Camus y que posiblemente le inspiró para su obra de teatro “Los justos”) y comienza a recibir distintas llamadas de sus personas más cercanas afectadas por lo ocurrido ese fatídico día.

Menéndez Salmón expone los hechos sin hurgar demasiado en el posterior análisis debido quizás a la brevedad de la novela, pero aún así los hechos delatan ya de por sí varias incompetencias, como la del exministro de Interior Acebes declarando que los atentados habían sido perpetrados por la banda terrorista ETA, error que provocaría la casi inmediata salida de gobierno del por entonces presidente de gobierno Jose María Aznar (este libro seguramente no gozará del apoyo de los lectores afines a los sectores del PP más acérrimo, que aún hoy en día siguen defendiendo las teorías conspirativas sobre el caso del 11 M y que se escudan en aquello de que en la investigación quedaron muchos cabos sueltos por resolver). Personalmente el único cabo suelto que creo que quedó por resolver, es que al morir los terroristas, seguramente nunca se descubrirá las cabezas pensantes y responsables de la financiación de esta célula terrorista, pertenecientes a Al Qaeda u otra organización similar.

Ricardo Menéndez Salmón con su acostumbrada prosa exquisita ha querido dotar al libro de varias patas más aparte del acto terrorista, como la relación de amor que mantiene el protagonista Vladimir con su novia Zoe, con la que siente una gran compatibilidad, pero que a la vez hay un gran secreto que les separa, o la amistad que le une también a su mejor amigo Robayna. En la novela también toda una reflexión sobre el relativo fracaso del protagonista, que ha renunciado a sus sueños de escritor y que ha encontrado la estabilidad conformándose con la tarea de corrector para una editorial, cuando de repente su editor le informará que está pensando en volver a editar uno de los libros que Vladimir escribió hace años, lo que hará que éste se enfrente de nuevo a unos sueños de ambición que creía ya relegados.

Y mejor ya no cuento nada más, porque la novela es bastante breve y yo ya la he destripado bastante, y si sigo hablando quizás entonces ya desvele todas las tramas que ocurren en el corrector, y el que lea esto se le quiten las ganas de aventurarse en esta lectura.

Quizás esta trama a alguien pueda parecerle oportunista –como este post-, pero a mí me parece un acto valiente que refleja una voluntad de compromiso de un escritor por querer abrir esta parte funesta de la historia a la literatura (el único otro libro que me viene a la cabeza que toca el mismo tema es Madrid Blues de la escritora Blanca Riestra).

Y en lo que concerniente a mí, con este post quiero sumarme a las reacciones de solidaridad con las víctimas del atentado de París en la redacción de Charlie Hebdo, semanario que aunque nunca haya leído, pero que no creo que por eso uno no deje de sentirse afectado por los hechos sucedidos.

Es muy triste que el blanco de unos fundamentalistas yihadistas sea unos dibujantes que sencillamente intentan sacar una sonrisa a la gente con las únicas armas de un papel y unos rotuladores; un crimen que lo que intenta es minar la libertad de pensamiento tan afianzada en la República gala (el límite de la libertad lo deben reglar los juzgados no cualquier fanático fundamentalista que opine desde un púlpito religioso). Me imagino que el suceso es tan absurdo como sería para nosotros un atentado sobre la revista El jueves por publicar algún dibujo que molestara a algún fundamentalista… Soy de los que defienden un estado laico, y la propia sociedad se autorregula en lo que debe ser admisible o no como acto blasfemo contra una religión. Si cualquier religioso se siente ofendido tiene el juzgado para presentar cualquier tipo de demanda. Y para los que creen que el único peligro viene por el lado del Islam, les recordaría que no hace muchos años unos fundamentalistas católicos colocaron una bomba casera en el camerino del humorista Leo Bassi cuando representaba su espectáculo La Revelación.

El reciente fallecido director de la publicación Charlie Hebdo, Stéphane Charbonnier, dicen que había declarado en una entrevista a Le Monde: “Prefiero morir de pie a vivir de rodillas”. Hubiera deseado que no, pero tal vez como dicen los árabes, dijo lo que dijo porque era “mektoub”, el destino, quizás nuestras vidas ya estén escritas… y los muertos ahora tanto en uno y otro lado están destinados a convertirse en mártires, pero para nosotros y para los varios millones de franceses que se manifestaron ayer en París sabemos que en un lado habían unas víctimas inocentes cuyo único supuesto pecado fue defender la libertad de expresión intentando hacer reír a la gente y criticando de paso los males de la sociedad, y por contra en el otro lado un grupo de asesinos fanáticos también franceses que enfermaron de odio, quizás al no tener expectativas de vida quizás porque les comieron la cabeza desde el integrismo, lo que nos queda claro es que decidieron dedicar su vida a una causa equivocada, y en camino de la inmolación decidieron segar la vida de unos inocentes. Advertía la italiana Oriana Fallaci en su libro “La rabia y el orgullo” escrito poco después del atentado de las torres gemelas que lo peor del fundamentalismo islámico estaba por llegar, esperemos que estuviera equivocada, y que estos actos sean tan esporádicos como contundentemente erradicados, tal como ha hecho la gendarmería francesa.

Quedan dolientes los familiares y amigos de las víctimas, que nunca llegarán a comprender lo absurdo de estas muertes, y para ellos van mis sentidas condolencias.

Charlie Hebdo

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2 Comments:

Blogger Doctora said...

Terrible lo de Paris, por desgracia siempre habrá gente capaz de esas cosas por muy increíble que parezca en pleno 2015.

6:16 p. m.  
Blogger Vigo said...

Lo que suena más ilógico es que los mismos asesinos hayan sido chicos franceses criados bajo el amparo de la libertad de prensa. Atentar contra unos dibujantes me parece más "cruel" que cualquier otro asesinato por lo que significa atentar contra gente cuyo propósito era en gran parte intentar hacer reir.

Bueh, soy de los que cree que igual que los católicos abandonamos las cruzadas hace siglos, el islam acabará erradicando sus facciones más fundamentalistas y creo que lo hará antes que después (por la globalización que hay ahora, y poderoso flujo de información que hay ahora gracias a internet). Pero tal vez nosotros no lo veamos y aún tengan que pasar una o dos generaciones.

Pero bueno, mientras esto ocurre ojalá que los daños que se produzcan por sus salvajadas sean los mínimos...

Gracias por comentar.

11:49 a. m.  

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