Los comienzos de la tragedia griega

Dice la mitología griega que Níobe hija de Tántalo, rey de Lidia, presumió con insolencia delante de la diosa Leto por haber tenido una descendencia de catorce hijos -siete hijos y siete hijas- mientras que Leto sólo había tenido dos: Apolo y Diana. Los hijos de Leto decieron vengar el honor de su madre y a los pocos días Apolo se encargó de matar a los siete hijos de Níobe, mientras que Diana hizo lo propio con las siete hijas matándolas con sus flechas.

Dicen las mismas fuentes que Níobe tuvo tiempo de abrazar a la más pequeña, y que en un grito de desesperación gritó a los cielos: ¡Dioses, dejadme al menos una! Pero su lamento no tuvo respuesta, y la pequeña murió con una flecha atravesándole el corazón. Níobe lloró entonces tanto que conmovió a Zeus, dios supremo del Olimpo, y la convirtió en una roca de la que brotaba una hermosa fuente. De ella manarían siempre las lágrimas de la madre que ha tenido que sufrir la muerte de sus hijos.

La realidad quizás me parezca mucho más cruel por eso, por ser real. Los historiadores cuentan que por aquellas fechas Tebas quedó amenazada por una epidemia de peste. Y los catorce hijos de Níobe murieron con pocos días de diferencia, sin que los médicos pudieran remediarlo.

Níobe regresó a su país natal, Lidia y allí falleció poco tiempo después.

Dedicado a mi querida lola

La ilustración es de la artista Raffaella Brizuela Sigurdarðóttir y lleva por título Tear keeper (guardadora de lágrimas)