La Librería

Pequeños retales de literatura

lunes, marzo 30, 2009

Wrong

Los siete coches rodamos formando una curiosa caravana que va serpenteando por la carretera. Ponemos punto final a nuestra incursión rural en la sala recreativa del club de tenis de la Ametlla. Nos sentamos a hablar, mientras un televisor hace de ruido de fondo pasando un continuo de videos musicales, la mayoría con un cierto tono de revival. Suena una voz que reconozco. Alzo la mirada. Los sonidos tienen un marcado sello de la casa que los hace reconocibles casi al instante. Es la banda de Martin Gore volviendo al ruedo de nuevo. Podría decirse que son viejas glorias del pop electrónico, sino fuera porque cada cierto tiempo siguen sacando buenos discos, que les hace permanecer eternamente jóvenes. La canción lleva el nombre de Wrong y la letra me recuerda a las tribulaciones de Job (“I was born with the wrong sign”). Me siguen atrayendo esos temas de Depeche Mode que tienen un aire siniestro, pues puestos a escoger, siempre he elegido la zurda antes que la diestra. El video es sin duda espectacular. Luego uno tira ya del hilo y se entera que el 20 de abril de este año la banda sacó a la venta su nuevo trabajo, Sounds Of The Universe. ¿Será también atribuible a la suerte, el que uno no se equivoque siempre, y a veces llegue tarde, pero llegue?

Depeche Mode - "Wrong" (official music video)


El video me recuerda a un relato que leí hace tiempo y ahora busco. Ya está. El relato proviene de la pluma del sueco Stig Dagerman y os dejo una buena parte de él (Matar a un niño). Me encanta especialmente la última sentencia (“que todo después es demasiado tarde”) Perdonen ahora el abismo moral al que ciegamente me encamino pero voy a dar algunos trompicones sobre él. Es algo sobre lo que a menudo pienso y que me apetece ahora dejar plasmado. El asunto es este: ¿qué puede redimirnos cuando hemos cometido errores que no tienen vuelta atrás? Yo creo que la falta de intención en el daño debería servir de atenuante; queda asumir el error e intentar enmendarlo con las futuras acciones que te ofrezca la vida. M. que no es creyente comenta que el infierno está lleno de buenas intenciones y le da más valor a la acción que a la intención. No deja demasiado espacio para los ingenuos. A mi no me queda otra que destacar que el auténtico infierno puede ser uno mismo (aunque el pozo de Kola no digo yo que no “me” tire un rato ja,ja).


Porque la vida está construida con tanta crueldad, que un minuto antes de que un hombre feliz mate a un niño, todavía es feliz, y un minuto antes de que una mujer grite el horror, puede ella cerrar los ojos y soñar en el mar, y durante el último minuto de la vida de un niño, pueden sus padres estar sentados en una cocina y esperar el azúcar y hablar sobre los dientes blancos de su hijo y sobre su paseo en bote, y el niño mismo puede cerrar una verja y empezar a atravesar un camino con algunos terrones en la mano derecha envueltos en papel blanco, y durante este último minuto no ver otra cosa que un largo y brillante riachuelo con grandes peces y un ancho bote con callados remos.
Después, todo es demasiado tarde. Después, está un coche azul al sesgo en el camino y una mujer que grita, se saca la mano de la boca y la mano sangra. Después, un hombre abre la puerta de un coche y trata de mantenerse en pie, aunque tiene un abismo de terror dentro de sí. Después, hay algunos terrones de azúcar blanca desparramados absurdamente entre la sangre y la arenilla, y un niño yace inmóvil boca abajo, con la cara duramente apretada contra el camino. Después, llegan dos lívidas personas que todavía no han podido beber su café, que salen corriendo desde la verja y ven un espectáculo en el camino que jamás olvidarán.
Porque no es verdad que el tiempo cure todas las heridas. El tiempo no cura la herida de un niño muerto y cura muy mal el dolor de una madre que olvidó comprar el azúcar y mandó a su hijo a través del camino para pedirla prestada; e igualmente, mal cura la congoja del hombre, una vez feliz, que lo mató.
Porque el que ha muerto a un niño no va al mar. El que ha muerto a un niño vuelve lentamente a su casa en medio del silencio y junto a sí lleva una mujer muda con la mano vendada; y en todos los pueblos por los que pasan ven que no hay ni una sola persona alegre. Todas las sombras son más oscuras y, cuando se separan, todavía es en silencio; y el hombre que ha muerto a un niño sabe que este silencio es su enemigo y que va a tener que necesitar años de su vida para vencerlo, gritando que no fue su culpa. Pero sabe que esto es mentira y en sus sueños de las noches deseará en cambio tener un solo minuto de su vida pasada para hacer este solo minuto diferente.
Pero tan cruel es la vida para el que ha muerto a un niño, que todo después es demasiado tarde.

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jueves, marzo 05, 2009

Intermezzo

Me disculpen… hoy escribí esto inspirado por los cantos de las musas. Quizás sólo tiene sentido para mí. Pero los textos ya están suficientemente muertos de por sí, para que yo no les intente insuflar un poco de vida colgándolo aquí. Perdonen la palabrería… pero ya me lo dice el médico: -¡La medicación! Vigo, ¡No olvides tomar la medicación! Otro día prometo ser más diáfano.

Anhelamos los tiempos en que nos sentimos más jóvenes. Porque teníamos más esperanzas, más sueños que cumplir. Y sin embargo el tiempo implacable se deshizo al quemarse al amparo de nuestros dedos. Si tan sólo un rasgo de belleza: una aureola multicolor en un charco oleoso; un día de lluvia en el que tú vuelves aparecer; una broma que cojo al viento antes de que sea pronunciada. Quizás reencontraría la fuerza para cargar con el mundo y subir de nuevo la colina. Mientras tanto, los recuerdo vagos me acosan: conversaciones con sonrisas de cafeína; tugurios donde el tiempo veloz nos araña las horas, y donde dejamos como única huella nuestros nombres grabados en la rugosa madera. Hubo noches en que enfermé de locura. Porque es tanteado los abismos de la locura donde uno encuentra la más absoluta lucidez. Dejé muestras de mi genio en hojas que caligrafié, hasta llenarlas de palabras. Siempre intenté desprenderme de los papeles que iba dejando detrás de mí, porque los legajos propios son siempre pesados.
Sólo se salvaron los más incomprensibles por eso, porque fueron el fruto creativo de una noche irrepetible, y escritos al amparo de tan inhóspitas condiciones que resultaron incomprensibles al ojo humano.
Ahora que presiento la cercanía de los perros hambrientos, que despedazan todo cuanto alcanzan; que se ríen de las vidas de los demás, y dan muestras de crudeza al enseñar el filo de los colmillos en el frío del atardecer. Ahora, que se empeñan en ladrar que no hay respuestas, y que uno ha de construir día a día, y si puede ser ¡claro! en compañía. ¿Algo nuevo bajo el sol?
¿Quieres mi respuesta Cronos? Puedo leer mi bitácora: navego donde otros se hunden, y me hundo donde otros navegan. La imagen del mar lamiendo las heridas en la orilla, y a la vez desgastando la inamovible roca con la envestida violenta de sus olas. Yo soy como ese mar. ¿Díme si he de elegir? Pues entonces marco que la brújula placentera será el rumbo de mi deseo. Alcanzar un placer superior. Sí! donde todos creen haber superado la desilusión con ironía, pues yo sigo creyendo en precisamente eso, en que no hace falta superar nada. El destino será irremediable, y aún fatal, puede ser tan atractivo como el viejo canto de las sirenas. Salvo que ellas nunca son viejas. ¿Un rasgo de belleza? Las sirenas suelen ser bellas.
Y es que en días como hoy me persiguen las nostalgias.

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