La Librería

Pequeños retales de literatura

martes, agosto 13, 2013

El fuego fatuo

Formas imprecisas que bullen al calor del latido del aire. Así bailan las llamas acercándose y separándose en un amigable corro sobre el tablado de la hoguera. Es noche iluminada por el ardor que te consume desde dentro y a mí por mirarlo. Malhaya los ojos negros; malditos tus ojos. ¡Y qué se incendie todo!



Canción del fuego fatuo

V Escena.

Lo mismo que er fuego fatuo,
lo mismito es er querer.
Lo mismo que er fuego fatuo,
lo mismito es er querer.
Le huyes y te persigue,
le llamas y echa a correr.
¡Lo mismo que er fuego fatuo,
lo mismito es er querer!

¡Malhaya los ojos negros
que le alcanzaron a ver!
¡Malhaya los ojos negros
que le alcanzaron a ver!

Escribía Quevedo en un soneto: el amor es hielo abrasador, es fuego helado (parece esto un anexo a los títulos de los libros de George R. R. Martin xD). ¡Y quién lo iba a decir que en este blog acabaría poniendo a Rocío Jurado! Pero de las versiones que he escuchado esta es una de las más raciales, y por tanto una de las que más me gusta. La canción del fuego fatuo es probable que ya haya pasado alguna vez más por este blog, porque la verdad es que siempre me ha fascinado tanto la música como la letra de este fragmento, que es de la quinta escena del Amor Brujo de Manuel de Falla.

Me pregunto qué quiso decir la escritora Clarice Lispector cuando en uno de sus relatos escribió: “Es mejor no casarse. Pero es mejor casarse que arder.” Total la escritora ucranianobrasileña acabó casándose y ardiendo (años después su cuerpo acabaría con graves quemaduras por un descuidado cigarrillo). Y esta situación me hace recordar esa escena de Million Dollar Baby (aunque sé que ya comienzo a pasarme con tanta referencia) cuando Hilary Swank le dice a Clint Eastwood aquello de “ir en avión y volver en coche”.
Lispector

Bueh, este texto es un poco farragoso, pero es que estoy muy cansado, y mi mente somnolienta lo único que hace bien en estos momentos es divagar. Así que solo quería dejar constancia de que sigo vivo, aunque algo consumido por el cansancio y las llamas.

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sábado, agosto 03, 2013

De espaldas a la concurrencia

Siempre he oído que Bob Dylan en sus conciertos a veces le da por cantar de espaldas al público, lo cual para mí al menos sería algo frustrante, ya que uno creo que cuando va a un concierto espera ver la cara del cantante, y como este interacciona con los asistentes. Aunque quizás poder tener la oportunidad de escuchar en directo canciones como Like a Rolling Stone o Blowing in the Wind sea suficiente motivo para acudir a un concierto de este artista (luego encima dicen que Bob Dylan tampoco hace demasiadas concesiones con su repertorio). Desengañémonos, uno sencillamente va al concierto porque es Bob Dylan el que toca, y porque el siguiente lunes no hay nada que de más placer que poder decir que uno estuvo en ese concierto, y poder añadir a ese dato la percepción de lo raro que es un concierto de Bob Dylan.

Me viene a la cabeza también el caso del grupo catalán Manel, cuyos componentes al actuar se muestran bastante distantes con el público, y apenas dicen otras palabras que las que componen las canciones de sus discos (al menos estos si que cantan de cara al público). Pero es bastante curioso que uno de los atractivos de esta formación en directo para los que los van a ver sea precisamente esa solemnidad que ellos atestiguan en sus actuaciones.

Leí hace unos días el libro París no se acaba nunca de Enrique Vila-Matas y en él se cita un episodio similar por parte del trompetista de jazz Miles Davis al actuar en Barcelona (hago un copy paste sobre un párrafo de un artículo de Vila-Matas que he encontrado en la red que es idéntico o prácticamente idéntico a lo que escribe en el libro).

“De niño, vi a Miles Davis en Barcelona tocar la trompeta en el sagrado Palau de la Música Catalana, templo provinciano del jazz. Con su actuación se armó un gran escándalo. Aquel músico -dijo la gran mayoría de aficionados de Barcelona al jazz- le daba la espalda al público, les mostraba el culo y tocaba como si quisiera esconderse o hubiera sido asesinado por su propia trompeta. Yo en aquellos tiempos preferí pensar que en realidad Davis no había mostrado el culo a nadie y simplemente se había girado para poder quedarse a solas consigo mismo y así tocar mejor, más libre; había seguramente Davis descubierto la extraordinaria calidad de sonido que se daba en aquella sala y sospechaba que, tocando hacia el fondo y en lo más hondo del escenario -por no decir con la mirada puesta debajo del escenario-, podía concentrarse mejor en su música. No advertí más que esto, no quise ver otra cosa en la actuación de Davis y creo que ya da igual lo que viera o quisiera ver ese día, pues hoy lo que esencialmente recuerdo de aquella actuación de Miles Davis es que con ella entré por primera vez en contacto con ciertos problemas que la exasperante sociedad del espectáculo les crea a algunos artistas. Aquella actuación hoy la recuerdo esencialmente por esto…//….

Vila-Matas
Vila-Matas haciendo lo propio, y dando la espalda al mundo

Todo esto me hace recapacitar sobre una duda que siempre he tenido al respecto y es cuando se lleva esta situación al extremo. ¿El artista crea algo únicamente para si mismo y luego los otros tienen la oportunidad de disfrutarlo? O por el contrario no existe arte si éste no es percibido por los demás?

Llegados a este punto, las referencias se me harían interminables, así que mejor dejo la pregunta en el aire y punto.

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