La Librería

Pequeños retales de literatura

domingo, julio 29, 2012

Dos latinajos que no te salvarán la vida...

La guitarrista de Julio Romero de Torres

La guitarrista

Nihil sub sole novum: no hay nada nuevo bajo el sol.

Nihil est qui nihil amat: nada es quien nada ama.

Nota: Me da que estoy escuchando últimamente demasiado a Xoel López (que es como estar escuchando Vetusta Morla pero con dos vueltas más de romanticismo). ¡Atlántico es un disco fabuloso!

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viernes, julio 27, 2012

Courtney Love y How Dirty Girls Get Clean

Courtney Love es una de esas cantantes que tiene seguramente más detractores que admiradores, porque su vida ha sido entre otras cosas, una numerosa suma de escándalos. Las voces de sus enemigos, incluso han llegado a acusarla de haber ideado el asesinato de su difunto marido Kurt Cobain en una de esas teorías conspiratorias que tanto gustan a los americanos. Pero sobretodo son muchos los que ponen en duda su talento, ya que Courtney, siempre ha parecido acercarse al árbol que más calentaba, muchos de sus éxitos fueron escritas por el líder de Nirvana, y de igual modo también varios de sus discos han sido compuestos también por Billy Corgan (líder de otra banda de renombre como es Smashing Pumpkings). Me imagino que entre unas cosas y otras, debe ser la viuda más odiada después de Yoko Ono, de la que hablábamos en los comentarios anteriores.

Sea como sea, para mí Courtney Love es una superviviente, y en los discos que continúa sacando sigue demostrando que las chicas son guerreras. Oír su voz rasgada interpretando sus canciones me pone el bello de punta. Y sus discos actuales puede que no sean tan buenos como los primeros (eso que se suele decir siempre). Pero escuchando el disco de Nobody’s daughter (2010) (Hija de nadie), me he quedado fascinado con esta canción How Dirty Girls Get Clean (Como las niñas sucias se limpian), ¡y eso que ya la había escuchado ya hace meses! pero ha sido ahora que he puesto un poco más de atención en la letra cuando me he quedado alucinado de las frases que Courtney iba soltando por su boquita. A mi siempre me ha encantado ese punto salvaje que va acompañado de la redención y esta canción va de ese estado (eso sí, sin llegar a esos cansinos grupos de rock/metal cristiano que hay en los EEUU, y que se dedican a hacer continuas loas a Jesucristo en sus canciones).

Dejo el video de Courtney Love a continuación para que lo disfruten. También traduzco un poquito la letra para los que son enemigos acérrimos del inglés (ese tío que siempre lleva bombín y paraguas) puedan también entender un poco lo que dice.



Hole - How Dirty Girls Get Clean (o Como las niñas sucias se limpian)

I've lost my mind, yeah, I've lost control
I've lost the feeling in my arms, I'm a lost soul
Make the most of me, baby, oh, don't spit me out
This is how dirty girls get clean, don't leave me now

Listen to her lust, yeah, hear her disgrace
Listen to the fragile things as they all break
Watch from the covers, the comfort of your home
Through the ice and sleet, baby, oh, down, down we go


He perdido mi mente, sí, he perdido el control
He perdido el la sensibilidad de mis brazos. Soy un alma perdida
Saqué lo mejor de mi, chico. Oh! No me escupan
Así es como las niñas sucia se limpian, no me dejes ahora

Escucha su lujuria, sí, escucha su desgracia.
Escucha como todas las cosas frágiles se rompen
Mira superficialmente, desde la comodidad de tu hogar
A través del hielo y el aguanieve, chico, oh, abajo, vayamos abajo

Nota: a mí es que de siempre me llamaron la atención las chicas malas con guitarras, recuerdo que cuando era pequeño una de las camisetas que más me gustaba llevar era una del grupo Scorpions en la que aparecía la imagen de este video. Y actualmente otra de mis camisetas emblemáticas es la del grupo Murfila (liderada por otra rockera de bandera). Que se le va a hacer. Soy de ideas fijas.

Porque a que chico no le va a gustar un video tan sexy como éste: The Good The Bad: 030.

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miércoles, julio 25, 2012

El efecto Pigmalión

No tengo muy claro de que hacer el post, así que he decidido seguir un poco la senda marcada por mis últimas entradas, y por eso se me ha ocurrido hablar del llamado efecto Pigmalión, que ciertamente es algo ambiguo, pero por eso mismo es aplicable a multitud de campos o situaciones de la vida.

¿El efecto Pigmalión? Muchos arquearán la ceja ante el pomposo nombre. Bien, lo explico, pero como toda buena historia, lo mejor será comenzar por el principio, especialmente cuando este es tan bonito como el mito que narra Ovidio en su Metamorfosis sobre el rey Pigmalión.

Cuenta Ovidio que hubo un rey en Chipre que buscaba una mujer para casarse, pero que esta debía tener la cualidad exclusiva de ser perfecta (como dijo el entrenador del Talavera Albert Ferri: “nos ha jodido y a mi me gustaría tener de novia a Michel Pfeiffer… y tengo un petardo de novia”). Frustrado en su búsqueda, Pigmalión decidió dedicar su tiempo al arte de la escultura, para así al menos poder labrar sobre la piedra la figura de hermosas mujeres. Y a una de sus esculturas la llamó Galatea, y la esculpió tan bella que hasta creyó enamorarse de ella.

La diosa Afrodita conmovida por el deseo del rey, decidió darle la felicidad que consideró que Pigmalión se merecía, ya que era debido a su esfuerzo gracias al cual había podido crear tan bella escultura, así que apiadándose del rey, decidió darle la vida a Galatea (fíjense que si en vez de una mujer hubiera dado vida a una marioneta de madera estaríamos hablando de Pinocho).

Hoy en día cuando los psicólogos o los profesionales de la educación hablan del efecto Pigmalión, se interpreta como cuando las expectativas se vuelven reales por la sencilla razón de que es lo que en principio esperamos como resultado (somos lo que los demás esperan que seamos). Para poner un ejemplo claro, un profesor decide desde el primer momento que la mitad de los alumnos son los buenos estudiantes, y la otra mitad en cambio son los malos, a la larga los alumnos estimulados sacarán mejores notas que los alumnos despreciados, ya sea tanto por el efecto que se produce en los distintos alumnos, como por el propio prejuicio del profesor (en un proceso de retroalimentación).

Todo este tema se entronca por supuesto en todo tipo de relaciones personales, e incluso tiene aplicación en muchos otros campos: ahora por ejemplo vienen las olimpiadas, y muchos deportistas utilizan como técnica de entreno, la visualización de verse ganando las pruebas en las que compiten. Este hecho provoca que nuestra mente y nuestros músculos actúen tal como los hemos programado previamente. Estaríamos hablando en este caso de un efecto Pigmalión autoinducido.

De igual modo el efecto Pigmalión también explicaría algunos comportamientos que se dan en algunas crisis financieras. El miedo por ejemplo a una quiebra bancaria, puede producir que los mercados se retraigan (o que aumente las famosa prima de riesgo), y que el consumo de las personas disminuya, incluso si el rumor se vuelve intenso, los ciudadanos asustados pueden retirar sus ahorros de los bancos, por temor que estos quiebren, provocando esto la verdadera ruptura de estos. El efecto Pigmalión vendría aquí de la mano de lo que también se denomina como profecías autoinducidas.

Allá por el 2007 el joven Joshua Bell cogió su violín y se puso a tocar en uno de los túneles del metro de Washington entre las ocho y las nueve de la mañana. Durante una hora pasaron por allí más o menos mil personas, y sólo siete de esos ciudadanos se detuvieron durante más de un minuto a escucharle. La gente continuaba con sus prisas yendo de su casa al trabajo o del trabajo a sus casas. Joshua ganó por 45 minutos de tocata, 32 dólares. Todo esto no hubiera pasado de ser el día a día de un músico callejero, sino fuese porque Joshua Bell en realidad era un virtuoso del violín; que el instrumento que tocaba era un stradivarius, y que las piezas que interpretó estaban consideradas como partituras de alta dificultad incluso para violinistas expertos.
Efecto Pigmalion
Si a la gente le hubieran dicho que una entrada en un concierto de Joshua Bell donde éste tocase solía costar unos 100 dólares, seguramente se hubieran parado a escucharle decenas de esos anónimos usuarios del metro aunque solo fuera por unos minutos. Pero la mente de esas personas no estaba preparada para interpretar que un músico de tanto talento, estuviese tocando en medio de un túnel del metro a primera hora de la mañana, sin que nadie le prestase ningún tipo de atención. Nuestro cerebro funciona por pautas, por contextos, nuestras neuronas se encargan de ordenar e interpretar el mundo; por eso nos choca y malinterpretamos cualquier cosa que salga del contexto adecuado.

George Bernard Shaw escribió también su famosa obra de teatro que tituló Pigmalión y que luego George Cukor adaptó al cine con la película My Fair Lady con una estupenda Audrey Hepburn como protagonista.

En la obra un profesor de fonética, apuesta con un amigo a que es capaz de hace pasar por una dama a una deslenguada florista sin estudios, después de seis meses de educación intensiva.

En realidad cambiar a las personas da más problemas que otra cosa, y acaba desembocando en algún tipo de frustración personal. Salvo que la otra persona de verdad quiera cambiar. Ahí si que se pone interesante el asunto.

¿Y qué se espera de mí? No lo sé. Eso me desconcierta.

Y como remate una de las conocidas escenas de My Fair Lady.

My Fair Lady - The Rain In Spain

The rain in Spain stays mainly in the plain.
(La lluvia en Sevilla es una pura maravilla xD)




Aunque la que mueve los labios es Audrey Hepburn, la voz que suene en realidad es de la cantante Marni Nixon (al César lo que es del César).

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miércoles, julio 18, 2012

Canciones adictivamente incorrectas



Los Punsetes -Tus amigos-
(A los amigos de ella/él)




Astrud –Todo nos parece una mierda-
(A aquel grupo al que nos declaramos como enfermizos groupies)

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lunes, julio 16, 2012

El talento de Alberto Olmos

(2º Parte)

Divaguemos ahora sobre algunas de las ideas que Alberto Olmos suelta sobre el talento. Lo primero que me parece interesante mencionar es el paralelismo de este libro con El malogrado de Thomas Bernhard, ahí son unos jóvenes pianistas que al cruzar sus vidas con las de un joven Glenn Gould, rápidamente se dan cuenta de la genialidad de éste, lo que hace ellos interrumpan sus carreras al descubrirse que nunca podrán llegar a poseer la genialidad que ya tiene el joven pianista Glenn Gould (el pianista se hizo famoso en la vida real por sus interpretaciones de las Variaciones Goldberg de Bach). Algo parecido le sucedió a Salieri cuando conoció a Mozart que bien refleja la película de Milos Forman. Nota: Y algo así, creo que me sucedió a mí también al descubrir la obra de Julio Cortázar. Digamos que a partir de leerle se me quitaron todas las ganas de escribir algo creativo mínimamente extenso (ahora me contento con escribir estos post sin demasiadas pretensiones literarias ;)). En este caso no se trata de una presión o unas expectativas de los demás sobre uno mismo, sino que la peor exigencia es la de uno mismo. Lo que viene a significar que los perfeccionistas pueden sucumbir frente a su propia autoexigencia.

Y ahora, algunas de las ideas del libro de las que hablaba:

- Para Mario Sut al principio el talento funciona por oposición a los demás. Uno es bueno cuando su talento sobrepasa al de sus iguales, por ello el ensayo obsesivo con el violín es la mejor manera de alcanzar el éxito. Su talento sucumbe cuando aparece otro talento de alguien mejor que encima le trata amistosamente, lo que hace que Mario Sut baje la guardia del desprecio, que es la que alimentaba su deseo de ser el mejor, y acaba siendo derrotado en los distintos certámenes musicales.

- Quizás es que todos tengamos alguna clase de talento conocido o desconocido, y la vida es la oportunidad que se nos da para intentar descubrir en que somos realmente buenos.

- Otra posibilidad que plantea el libro es que el talento es en realidad una pose o una actitud; la persona se erige artista, y se emperra en que el resto de personas le vean como tal. El camino del artista entonces no se encuentra tanto en la búsqueda de un arte propio, sino que la verdadera complejidad se encuentra en que los demás te acaben aceptando como artista.

“De esta manera, pensaba, el talento consiste en creer que tienes talento y después hacerle creer a los demás que lo tienes, hasta el punto de que quizá, cuando has conseguido esto último, empiezas a creerte de verdad que lo tienes, porque el hazmerreír de la lógica en este asunto es que nadie es capaz de tasar algo que, necesariamente, tiene que estar por encima de uno mismo, el genio, y que depender del juicio de los demás para saber lo que vales es tan absurdo como depender del propio juicio. Así, todo es un vaivén ilusorio entre lo que eres, lo que pretendes, lo que los demás opinan y lo que nadie sabe. Y más cuando el adjetivo “genial” está tan devaluado que cualquiera se siente en condiciones) de decirle a otra persona que algo que ha hecho (y no necesariamente una obra artística: incluso el nudo de su corbata es genial. Porque ¿quién está capacitado para reconocer el talento? ¿Quién tien ese medidor iridiado en los desvanes de su mente? ¿Nabokov, que afirma que Faulkner es una nulidad? ¿Yo, que sé que soy una nulidad? ¿Carlos, que sabía aquella noche que era un genio? No, pensé con ánimo de enmienda, el genio no es elegirse genial y acertar; el genio es elegirse genial y posar.”

*(Me río con este fragmento, porque mi amiga Elena me ha confesado más de una vez que su palabra preferida es “Genial”, con lo que yo le pincho cada dos por tres, utilizando la palabra en cualquier oportunidad que se me presenta, como ahora: ¡Qué genial que eres, Elena!). Aunque en realidad opino igual que Olmos ;P

- El talento personal se suele agotar, el único talento que perdura es el talento de los demás, por lo que me imagino que la consecuencia es que sale más a cuenta tener una editorial que ser escritor (aunque los comienzos de las editoriales tampoco suele ser muy halagüeños). Diablos! ¡Háganse corredores de bolsa! Bueno, ahora quizás eso tampoco.

- La idea que Mario Sut aunque abandona el violín es alguien bastante feliz en su vida anodina, resulta interesante. En cierta manera Mario Sut se ha liberado de la presión de ser el mejor, y además es como si ya no pudiera fracasar, porque en cierto momento de su vida tocó las mieles del éxito, y son muy pocos los que en realidad pueden decir algo parecido.

- La última parte es cuando Mario Sut se da cuenta que la verdadera lucha esta en uno mismo, fuera de premios o medallas (sic transit gloria mundi). No importa que hayan otros que te superen en talento, porque la verdadera competición es con uno mismo (Ya lo decía Kipling en su famoso verso: “el éxito y el fracaso, esos dos impostores”). Además si uno percibe el valor del esfuerzo más que sus posibles consecuencias, también se vuelve más generoso, y aprende a valorar el esfuerzo de los demás.

- Hay otra idea que me parece interesante que está implícita en la última parte, y es la capacidad que tiene Mario Sut para aguantar el sueño. Muchos genios se les ha asociado a que necesitan dormir pocas horas, e incluso muchos de ellos son insomnes, por lo que aparentemente tienen muchas más horas fructíferas que el resto de los mortales. Sin embargo esta asociación entre la necesidad de dormir poco y la productividad que intuitivamente puede parecer bastante clara, no lo es tanto, y tiene una buena serie de detractores, cuyas tesis vendrían a explicar que para ser más productivos, debemos dormir más de lo que la mayoría de la gente acostumbramos. En realidad sabemos que el cuerpo necesita dormir, pero sabemos muy poco de los procesos que suceden en el cuerpo durante este proceso.

Alberto Olmos
Foto de Wolff Mario

En el fondo para Olmos todas estas teorías son curiosas zarandajas que le sirven como al mago que hace diestros juegos de manos, con los que distrae el foco de nuestra mirada. No importa si son correctas o incorrectas, porque el escritor no es el que habla sobre el acto de la escritura, o se dedica a ir a cócteles literarios para conseguir aumentar sus contactos. El escritor es aquel que sencillamente escribe día tras día, y Olmos eso lo hace, porque pocos escritores con su juventud han publicado tantos libros como los que ya lleva él publicados (primero en Lengua de Trapo y ahora en Mondadori). Creo que Alberto Olmos sin duda tiene talento, y nos lo demuestra en cada una de sus propuestas que lanza al competitivo mercado literario

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sábado, julio 14, 2012

Alberto Olmos -El talento de los demás-

Hacer una reseña de un libro cuando ya han pasado varias semanas desde que el libro fue leído, no tiene gracia; más que nada, porque los olvidos han hecho mella ya en los recuerdos y así luego… es más complicado todo. Todos tarde o temprano acabamos bebiendo de las aguas de Leteo, por eso mejor escribir cualquier reseña cuando las sensaciones sobre el libro aún se tienen recientes. Por suerte frente a mis olvidos, está la red, y así me permito repescar con ayuda de algunas otras reseñas –¡el talento de los otros!- mis propios recuerdos.

Me va a salir un post algo engolado ya lo veo, pero es que cuando veo la riqueza en el vocabulario de Alberto Olmos, y sus hallazgos en las metáforas, me animo yo también a intentar recargolar mis serpientes de letras. Hay gente que le molesta esta práctica porque consideran que es complicar lo sencillo, y se molestan al encontrar determinados adjetivos en registros que no son los acostumbrados. A mí si que me gusta la prosa de Olmos, porque un estilo florido siempre me parece mucho más sugerente que un estilo demasiado sobrio o escueto. El minimalismo está muy bien para los interiores, pero nunca puede alcanzar la belleza de una catedral gótica de cúpulas de aguja, arbotantes, contrafuertes y arcos ojivales. Creo que aún así, tanto yo como Olmos huimos como de la peste de lo cursi, pero eso no impide que haya un cierto acercamiento hacia la prosa barroca o poética. Aviso: cuando leo un libro suelo anotar en una hoja las palabras que no entiendo para buscarlas luego en un diccionario. Con Olmos mi lista de palabras se convierte en un no parar de apuntar. Eso quizás es el rasgo más característico de Olmos, su gran dominio sobre el lenguaje.

El talento de los demás. Olmos Quizás el que quiera leer la novela es mejor que pare aquí de leer esta reseña ya que siempre he pensado que igual que los prólogos las reseñas se leen mejor a posteriori cuando funcionan más como club de lectura y como intercambio de opiniones, que como preludio a una lectura. Pero como casi todos los que pasen sus ojos por estas palabras, los que nunca lean esta novela, o por el contrario los que ya la hayan leído, me aventuro a desvelar algunas partes de la trama (nada por otra parte que sea determinante).

Sin embargo aunque voy a comentar el argumento de la novela, donde más me apetece centrarme en este post es en algunas de las reflexiones que la novela plantea sobre la cuestión del talento. En cierta manera la tesis central del libro de Alberto Olmos no deja ser una prosa centrípeta –soy de ciencias- que tiene como eje central la cuestión del talento, la pregunta clave es: ¿a qué se debe el talento en un artista? Olmos reflexiona sobre esta cuestión, aportando varios puntos de vista, como si se tratase de un prisma de múltiples caras, donde no hay una solución que sea la única, sino que todas juntas forman distintos puntos de vista con los que encarar el tema, y sirven para que reflexionemos con distintas perspectivas sobre la cuestión del talento.

El libro El talento de los demás viene definido por tres partes bastante independientes, cuyo nexo es la vida del joven Mario Sut. Cada una de las tres partes funciona como un cuento independiente.

La primera parte: "El talento de Mario Sut", que viene a ser la narración del ascenso y descenso en la escala de la genialidad por parte de Mario Sut, un joven violinista que vive básicamente para convertirse en un virtuoso del violín. Mario tiene talento y la academia donde recibe clases lo sabe, y en él ha depositado las expectativas para recuperar un prestigio perdido, por ello Mario es enviado con un tutor por distintos certámenes musicales para que consiga el máximo número de premios, sin embargo lo que en un principio parecía que para Mario era coser y cantar, comienza a no serlo cuando Mario atraviesa una etapa de crisis en su genialidad, que le devuelve al mundo de los mediocres.

La segunda parte: "El talento de los demás" es formalmente bastante curiosa porque esta narrada en una polifonía de voces de un grupo de amigos, en la que cada voz se entreteje con la siguiente. El grupo de amigos está compuesto por una pandilla de jóvenes con inquietudes artísticas que ya han dejado la adolescencia atrás y se debaten entre sus seguir con sus sueños artísticos o la búsqueda de una cierta estabilidad laboral. La mayoría de los jóvenes han abandonado ya sus esperanzas de consagrarse como artistas, sin embargo es el encuentro con Mario Sut -cuya figura en esta parte solo aparece de refilón-, cuya mera presencia, parece infundarles nuevas fuerzas para embarcarse en el rodaje de un cortometraje: La historia del cine en siete minutos y medio. Aquí Mario Sut se ha convertido en un vulgar teleoperador, que ha transformado toda su genialidad con el violín en una eficiencia absoluta para un puesto rutinario en el que no siente ninguna presión por ser el mejor. En esta parte también hay un juego literario que nos hace dudar de si la primera y la tercera parte de la novela, no deja de ser una invención literaria de los aspirantes a novelistas que hay en la cuadrilla de amigos.

La tercera: "Un final para Mario Sut", parte es un curioso experimento/competición farmacéutico en la cual Mario Sut toma parte; se trata de una prueba de resistencia, en la que varios candidatos luchan por aguantar el mayor número de horas seguidas sin dormir. El final –que no desvelo- me hizo sentir varias sensaciones, por un lado pensaba que Olmos me estaba vendiendo un final muy cutre, y por otro a veces parecía que ese final cutre se transformaba en un final genial. Al final se quedó en un fifty fifty que al menos me contentó (mal-herido echaría pestes sobre Olmos, pero yo tengo un temperamento más tranquilo). Lo que valoro es que se nota que Alberto Olmos ha trabajado argumentalmente la novela intentando que todos los hilos de la trama quedaran bien enlazados, aunque el final sea o no sea de mi total satisfacción.

(Continuará)

Einstein y violín
(Sin duda, uno de los mayores genios que la humanidad ha tenido)

Y de propina una divertida anécdota suya:

En una de estas veladas, un conocido periodista, dibujante de tiras cómicas en varios diarios de la época, que asistía por casualidad aquella noche, escuchó la música de aquel físico violinista y se rió y bromeó con su actuación...

Es posible que Albert Einstein no tuviera una noche muy inspirada, sin embargo, molesto, se fue hacia el humorista y le dijo:

"No está bien que se ría de mi trabajo. Yo nunca lo hago del suyo"

(Mejor parto aquí la entrada, porque sino se puede interpretar como un maltrato hacia sus atentas retinas. Así que programo el resto de la entrada -¡qué es la parte buena!- para dentro de un par de días).

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jueves, julio 05, 2012

Cómo no cometer una errata

Portada sin tilde Portada con tilde
Mirando la red me doy de bruces con una reseña que habla sobre el libro que aparece en la imagen, publicado hace un par de años. Me llama la atención al momento el detalle de la foto de la portada -que es la primera foto la que veo- en la que entiendo que falta la tilde. La errata llama mi atención por ser éste precisamente un libro que intenta corregir errores de escritura. Echo un vistazo por las imágenes de Google y encuentro una nueva versión de la portada, en la que parece que la editorial ya ha corregido el error (o igual no se decidían y decidieron hacer dos series dejándolas al libre albedrío del consumidor en el proceso de compra, total al final uno escribe como le sale de los c. ¿no?).

No es que yo sea ni mucho menos un defensor a ultranza de la ortografía, es más, mis erratas por aquí a veces son clamorosas, y muchas veces cuando me releo después de publicar un post, luego me toca retocarlo porque me da vergüenza ajena alguna falta o errata que se me ha pasado por alto en el ansia de publicar el post rápidamente (lo suelo escribir y postear a la primera, y si de entrada lo releo suele ser más por encima que otra cosa. Aunque luego ya una vez publicado el texto en blogger si que me da a veces por releerme fragmentariamente, y es ahí cuando me horrorizo por mis fallos textuales y vuelvo a entrar en blogger para corregirme). Y aparte de estos casos en los que me doy cuenta, están también por supuesto, mis faltas de ortografía que por ignorancia más que por otra cosa, me son inevitables. A veces por ejemplo, me meto en berenjenales de laísmos y leísmos en los que no hay manera de aclararme y salir indemne, o a veces hay tildes en palabras monosilábicas que no sé si colocar o no y en las que tengo fe ciega en el corrector de Word, que me señala con un subrayado rojo como acusándome de mi supina ignorancia.

Así que como ya digo la defensa de la correcta ortografía no está entre mis temas preferentes. Aunque sí que me parecería un tema de debate interesante, el que algunos periódicos o editoriales ante la crisis del papel hayan reducido gastos, y correctores de textos se hayan ido a la calle, sufriendo las publicaciones los efectos consecuentes.

En uno de los libros de Olmos de los que estaba hablando en los otros posts –el que aún me queda por reseñar- me encontré por ejemplo la siguiente palabra partida por el guión interlineal (man-ual) que me pareció bastante como si a una sílaba le hubieran arrancado un brazo y se lo hubieran implantado a la otra sin demasiado miramiento; acto con el cual o yo estoy muy equivocado en esto de la partición de sílabas, o el error es bastante evidente (como dijo Jesulín: en dos palabras Im-Presionante).

Alguien dijo una frase que decía algo así, un libro sin erratas no es un libro, con dos erratas es anecdótico, y con tres erratas comienza ya a ser preocupante (la frase no es literal, pero la he buscado rápidamente por Google y no la encuentro, y tampoco quiero perder el tiempo buscándola).

El asunto es que aunque la labor de un corrector de texto suele ser como la tarea de Sísifo -que cargaba una y otra vez una piedra, y la intentaba llevar a la cima de una montaña, pero ésta siempre acababa rodando ladera abajo antes de conseguirlo-, ya que por mucho que corrijas un libro, al final cuando se publica es casi imposible que no se cometa algún tipo de errata, pero esta justificación o disculpa no quita que algunos errores hagan daño a los ojos al verlos escritos en papel (los errores en los portales de noticias que hay por la red, son tan habituales y tan bestias que remarcarlos es aún peor tarea que la de Sísifo, sería más bien como intentar vaciar el mar con cubos de agua (pero lo de la red es semigratis, ¿no?) Y mira tú por dónde, que en Catalunya hay gente muy inteligente.

Este titular salió en la columna de entrevistas en la que Víctor Amela colabora con otros dos periodistas, y que sale cada día en la contraportada de La Vanguardia. Me hizo gracia y lo escaneé en su día pensando en postearlo, aunque luego no me quise meter en este jardín y dejé pasar la ocasión, pero hoy mira tú dónde que hoy sí me ha dado el puntazo (veleidades vitales que diría mi querida Carmen).
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Al periodista Víctor Amela lo aprecio especialmente por un par de motivos: por colaborar en el Aruscity (programa que cuando lo veo, siempre me ha parecido de lo mejorcito de toda la parrilla televisiva). Y también porque siempre lleva calcetines a rayas, lo cual sé el motivo, pero se me hace pesado el explicarlo ahora ya que merecería una buena reflexión por mi parte). Lo que sí que puedo decir ahora, es que para mí estas entrevistas suelen ser de lo más interesante que hay en el periódico, por lo que esta corrección va más con cariño que otra cosa.

Y como el amigo Carles Alvarez también pertenece al club de los calcetines rayados, y en cierta ocasión nos trajo un divertido texto de Julio Cortázar a la vieja tertulia del Pato Loco sobre las erratas (un texto que acababa de encontrar en una olvidada cómoda en la casa de Aurora Bernárdez de París de la que luego salieron los llamados Papeles inesperados). Aquí dejo un pequeño fragmento de este texto, y el resto se puede leer a través del link.

Si las erratas eran palabras invadidas por las ratas, gruyeres deformes donde el roedor se pasea impune, sólo cabía el ataque como la mejor defensa, y eso antes que nada, en el manuscrito original ahí donde el enemigo encontraba sus primeras vitaminas, los aminoácidos, el magnesio y el feldespato necesarios para su metabolismo. Provisto de una alcuza de DDT, nuestro Lucas espolvoreó las páginas apenas sacadas de la Smith-Corona eléctrica, colocando montoncitos de polvo letal sobre cada metida de pata (de rata, ahora se descubría que el viejo lugar común era otra prueba de la presencia omnímoda del adversario).

Lucas, sus erratas (Julio Cortázar)

Ale, y dejen un comentario esta vez, o los gatitos de las portadas morirán irremediablemente. Bueh… o no lo dejen, que tampoco me voy a enfadar. Y ahora botón publicar y mañana me releeré (publish or perish xD).

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martes, julio 03, 2012

Fotos y montajes talentosos

He terminado el otro libro de Alberto Olmos que comentaba en anterior post, apurando hasta el último momento para devolverlo en la biblio, la cual casi me cierra la puerta en las narices, pero la bola entró. De entrada puedo decir que El talento de los otros me ha parecido un libro bastante bueno, con reflexiones sobre lo que es tener talento o carecer de él, muy interesantes. Por ejemplo, hay reflexiones sobre el talento como competición contra los demás, pero sobretodo contra uno mismo, y que tal vez solo desde la humildad uno llega a comprender el talento de los demás (en mi próximo post hablaré más profundamente sobre el libro de Olmos).

Algo parecido creo que sienten los integrantes de la roja -que manera de hilar temas-, donde han conseguido ya la proeza de tres grandes títulos consecutivos, cuando hace unos cuantos años sufríamos una especie de maleficio que nos impedía pasar de cuartos –pese a tener una de las ligas más potentes del mundo, sino la mejor-.

Es increíble la unidad y el compañerismo que parece que se respira en nuestra selección, y me imagino que el temperamento templado del seleccionador Vicente del Bosque tiene mucho que ver para que pase esto.

Felicidades a la roja!!!! Y naaa ahora ya hasta Río (donde ¿cómo decirlo? no hay tres mulatas sin que te encuentres una cuarta, digo yo…)

Muy al contrario de egos subidos como de jugadores como el italiano Balotelli (mirar la lista de esas 41 locuras del italiano que corren por la red). Y al final del partido pude ver el empujón lamentable que le dio a un periodista que le quiso preguntar, antes de que abandonara el campo e irse directo hacia los vestuarios, cuando el resto de compañeros les tocaba aún seguir en el campo (puedes no tener ganas de hablar, pero aún así no está de más respetar a los que también tienen que hacer su trabajo).

Luego no se extrañe si una vez acabado todo (como decimos por aquí la copa ya está en el sac i ben lligat) la gente le pone en el punto de mira de todo tipo de chanzas y montajes).

A mí me ha encantado este:
Balotelli
Que por si alguien no encuentra las siete diferencias, hace referencia por supuesto al mítico Piccolo del aquí Bola de drac (Bola de dragón para el resto de la península).
Piccolo
Pero la diversidad de montajes abunda, y algunos son francamente muy divertidos (1 y 2).

Y como dije que postearía una foto mía en la boda de mis amigos Marta & Pelos, Ea!! Aquí va una!
(Hecha “nada” más y “nada” menos que por la “nadadora”) FOTO BODA
A la izquierda está el tipo duro, Ricard, el señor Rubio. Tras los cristales se ocultan los ojos de un aspirante a psicópata, aunque eso sumado a su desternillante sentido del humor, le hacen alguien tremendamente divertido.

A la derecha el tipo simpático Isaac, que cae bien a todo el mundo, que bien podría ser el señor Rosa –o al menos de ese color llevaba puestas un par de orejitas de Play Boy en la despedida del homenajeado-. Dos hijos a cuestas, y lo padrazo que es… pues tan buen tío que es, que aunque no encontramos motivos de peso, nos metemos un poco con él solo por ser el marido que todas las mujeres quisieran tener. Pura envidia.

El del centro, y con cara de alelado el señor Blanco, más alto, pelado y con un palillo en la boca. Su gesto extraño es el de alguien que esta pensando -si mejor un Gin Tonic o un Pacharán-. Es el intelectual del grupo. ¡Ah, y soy yo! (Vigo para algunos Dani para otros) Alguien me comentó en la boda, en un momento que se dio la coincidencia que íbamos unos cinco o seis tíos trajeados caminando a la par, que esa sería también una buena manera de dirigirse a un altar para casarse. Y sí, a mí también me lo pareció: caminando mientras suena la intro de Reservoir Dogs, y por eso ahora la coña.

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domingo, julio 01, 2012

Alberto Olmos -A bordo del naufragio-

Hacía tiempo quería hincarle el diente a los libros de Alberto Olmos, y ante la premura de tener que devolver dos de sus libros a la biblioteca, llevo leyéndolo este fin de semana y empapándome irremediablemente con su florida prosa.

Olmos naufragio Alberto Olmos, que por si hay algún lector despistado no lo reconoce, diré que es todo un referente dentro de la blogosfera literaria, ya que es la persona que hay detrás de la figura del lector mal-herido, cuyo blog de reseñas literarias siempre ha sido una página de encuentro para lectores avezados, entre los que ha cosechado tanto un buen número de admiradores como seguramente un igual número de detractores (lo cual, en este espacio casi infinito que es la red, ya de por sí me parece meritorio). Aunque me imagino que este continuo ponerse a la palestra sumado a su afilada lengua y sus acostumbrados juicios lapidarios en el papel de lector mal-herido, no deja de ser un método infalible para despertar envidias, odios como también por supuesto afectos. Algunos pensarán que toda discusión enconada es también una forma de revitalizar el debate literario, a mí me suena que este tipo de confrontaciones en la red provocan un desgaste, y llevan irremediablemente al abandono del polémico blog más pronto que tarde. De momento por eso, Alberto Olmos sigue manteniendo online sus dos blogs: el de lector malherido y el de hikikomori, y en eso al menos, ya hay que aplaudirle.

Sea como sea, yo que siempre soy más de grises que de blancos y negros, me propuse hace unas semanas leer algunos de sus libros, para poder tener un criterio sobre su obra y así si alguna vez salía su nombre en alguna conversación, poder aportar algo más que un simple “dicen”. Y en esas estoy ahora.

He comenzado con su opera prima “A bordo del naufragio” escrita cuando sólo tenía veintipocos años, y tengo ya bastante avanzada la lectura de “El talento de los demás” cuya reseña vendrá próximamente.

Sobre A bordo del naufragio puedo decir que es un libro que no me ha convencido, pero que a la vez se le ve a Alberto mucho más talento que a la mayoría de escritores en su primera obra, y más si se piensa en la juventud con la que la escribió. Obra que por cierto quedó finalista del Premio Herralde (Los detectives salvajes de Roberto Bolaño fue el libro que se llevó los laureles). Luego Alberto Olmos publicaría un libro casi imposible de localizar “Así de loco te puedes volver” y tras éste, desaparecería de la esfera literaria durante unos cuantos años; una etapa de silencio que coincidió con una especie de viaje iniciático al imperio nipón, y que desembocó al fin, en una de sus obras más elogiadas “Trenes hacia Tokio”, que espero también poderla conseguir pronto.

A bordo del naufragio es un día de la vida de un completo infeliz, un joven estudiante universitario de la facultad de periodismo, solitario e inadaptado a la capital (la Gran Cacharrería, excluido de ella, por el simple convencimiento personal de que si nadie lo percibe, entonces tal vez sí que pueda sobrevivir al devenir del mundo. Cada día es una lucha y a la vez una nueva constatación de su fracaso, porque el joven –que no tiene nombre- no aspira a nada en la vida, y se mortifica con una autoconciencia que en su cerebro no para de dar vueltas, pero que le lleva siempre a detestarse, por no soportar su propia cobardía ante la vida. Se mira en el espejo y solo es capaz ver su obesidad que le lleva a ser víctima de su propio menosprecio al verse absolutamente incapacitado para conquistar cualquier chica.

Su único consuelo es su afán lector, que le hacen arrastrar de un lado a otro una mochila llena de libros. La verdad es que apenas sucede nada en todo el libro, porque en cierta manera, esa nada no deja de ser más que un reflejo de la propia vida del protagonista. Una visita a la universidad a la que está matriculado, y la pequeña aventura de seguir a una chica por las calles de la ciudad (como manera de satisfacer de alguna manera su frustrado deseo sexual) es prácticamente toda la acción que hay en el libro, sumado a las últimas páginas donde se acelera el final del libro.

El protagonista sabe que algo funciona mal en su cerebro, como si este estuviera lleno de un agua negra que se adueña de sus pensamientos, y que le hace entre otros efectos sentir una enorme rabia por el mundo que le ha tocado vivir. Ni siquiera se siente un perdedor, porque para perder uno se ha de arriesgar primero, y el protagonista vive en un completo estado de cobardía. El tema central de esta breve novela es este, una novela que intenta plasmar el miedo a vivir de un adolescente que no acaba de madurar.

De hecho no deja de ser una especie de mezcla entre el hikikomori japonés que Alberto Olmos recoge en el nombre de su blog (como ese joven japonés que se aparta del mundo y permanece recluido en su habitación), y ese otro personaje tan castizo que es el Paco Martínez Soria que camina por una gran ciudad que le es absolutamente extraña.

Lo que más sorprende del libro es su riqueza léxica, que para algunos defensores de la sencillez no deja de ser una muestra de que Olmos es un poco redicho, pero para mí que también soy más partidario del barroquismo literario, es un disfrute poder apreciar el dominio de Alberto Olmos tiene sobre el lenguaje, sin entrar por supuesto que aquí o allí se acabe excediendo en el adjetivo con la construcción de alguna metáfora. Dice Alberto Olmos en una entrevista que pare él la mejor frase del libro es la siguiente: “Todo exceso es un sustitutivo del sexo, incluido el exceso de sexo”. Quizás sea una de esas verdades lúcidas que uno da a luz en su pensamiento y quiere ofrecer a los demás, a mí hay otra frase que me ha fascinado por presentar un oxímoron sexual de una claridad diáfana: “... y las niñas monas y sanas con sus coños de azúcar y su teléfonos inalámbricos”.

El libro es una búsqueda estilística y formal hacia horizontes no demasiado trillados, sin embargo como he dicho al principio, su resultado final no me termina de convencer, porque en muchos momentos el monólogo del protagonista me ha resultado cansino. Digamos que el stream of consciousness que viene en tiempo presente y en segunda persona, como si el run run cerebral dotara al personaje de una especie de disociación que evita el flagelamiento innecesario en el que hubiera caído con la primera persona. El problema para mí, es que apenas pasa nada en todo el libro, y ya sé que eso quizás es el efecto que quiere plasmar Alberto Olmos (dice Updike en sus reglas para hacer una crítica, que el crítico debe intentar comprender lo que el autor se propone realizar, y no culparlo por no haber logrado lo que no intentó). Sin embargo, creo que también es tarea del escritor entretener de alguna manera al lector, y a mí, en cierta manera el libro me ha acabado aburriendo.

John Kennedy Toole en La conjura de los necios, tiene como protagonista principal al inolvidable Ignatius J. Reilly, que recuerda bastante al protagonista de Olmos, solo que con unos cuantos años más. Sin embargo toda la incomprensión que nos produce ese personaje queda suavizada con la ironía de los pasajes y los disparatados hechos que le van sucediendo a cada página. Creo que eso es lo que le falta a la novela de Alberto Olmos, un intento de suavizar tanta aspereza con la que representa al protagonista, que aunque está al borde del naufragio –como refleja el título- es tan descarnado su desánimo que no da lugar a una pizca de esperanza, ni aunque ésta sea falsa.

Hay también una hecho que no me acaba de cuadrar, y es el nivel de lecturas del protagonista que le hacen recordar continuamente citas o escritores que ha leído, y que no me acaba de encajar con la imagen de paleto mediocre con la que me imagino al protagonista; siento como si el propio Alberto Olmos no pudiera aguantarse oculto detrás de su protagonista, y de vez en cuando, como el lobo del cuento de los cabritillos, tuviera la necesidad de asomar su patita por debajo de la puerta.

Como ya he dicho, lo mejor de Alberto Olmos es que su prosa en algunos momentos es muy buena, aunque quizás no tanto como en algunas de las críticas en que lo reconozco como lector-malherido, pero aún así hay fragmentos de sus páginas que me parecen dotados de gran belleza:

Todos son puñales, puñales afilados, afiladísimos. Son puñales los recuerdos y son puñales los sueños; y los despertares, el café, estos momentos, son también puñales. ¿A qué se debe este andar sin dejar rastro? Caminas siempre hacia adelante, caminas en la misma dirección veintidós años y, cuando quieres contemplar la distancia recorrida, cuando quieres identificarte con el camino, descubres que el tal camino no existe, que estás, en el punto cero, en el núcleo de la rosa de los vientos, y que tomes el camino que tomes, no te mueves del sitio. Es un desierto, un mar, un cielo, una hoja en blanco; y tú eres el peregrino parado, Caronte sin remo, ave áptera, estilográfica sin tinta. Eres el cero, más aún, eres esa parte del cero que carece de marca, de trazado; eres el interior de un cero, una cosa hecha en negativo, por límites, contraposiciones, reflejos y sombras. Pero ¿de qué estás hablando? Es más, ¿por qué te dices esto a ti mismo cuando es a los demás a los que tienes que decírselo? ¿Para cuándo estás reservando en tu cabeza, sufrido odre, este acíbar/negrura/ponzoña que destila tu soledad? Abre la boca y deja que salga el ave oscura de tu miedo, no importa que asole la mente de alguien, no importa que te tomen por loco y te encierren, lo único que importa es no estar solo ante ella, no tener el enemigo dentro.

Hay una película coreana que se titula Naúfragos en la luna, y que la vi el año pasado y que me dejó fascinado por su buen hacer (si todo el cine coreano tuviera esa calidad creo que hace tiempo ya habría dejado de lado la industria hollywoodense). En esta película también se habla de la soledad y de los hikikomori, y supongo que me gustó porque aparte de estar bien hecha, como decía antes, si que se da una oportunidad a la esperanza.

Naufragos en la luna
Náufragos en la luna (Castaway On The Moon) de Lee Hae-jun

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