La Librería

Pequeños retales de literatura

jueves, junio 19, 2014

Un tranvía a la Malvarrosa

Playa

En un par de horas cojo el tren a Playa de San Juan (Alicante), a disfrutar unos cuantos días de sol y playa, y así también poder ver les fogueres de Sant Joan.

Como he estado ultimando el viaje, me he pasado los últimos días intentando dejar todo más o menos cerrado y no he podido escribir nada por aquí estos días. Me he quedado con las ganas de terminar los posts que tenía pensado sobre Patricia Heras –que haré cuando vuelva-. Evidentemente no habrá actividad por aquí hasta entonces.

Mientras tanto, como decía el sargento Phil Esterhaus en Canción triste de Hill Street: “Tengan cuidado ahí fuera”.

PD. Canción triste de Hill Street es una curiosa y bastante libre traducción sobre el título original, que hasta le da un cierto toque poético. Según leí en algún lado, la correcta traducción de Hill Street Blues hubiera sido: “los azules de Hill Street” en referencia a las camisas azules que lucían los policías… que lo sepan.

Chau Chau

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domingo, junio 08, 2014

Patricia Heras 3. Día de autos: los hechos del 4F.

Vayamos a la médula del asunto del caso 4F, cuyo desenlace marcó los últimos años de la vida de Patricia Heras, aunque como como ya he dicho, resolver los enigmas que plantea su muerte es una tarea compleja, y quizás desde aquí solo me planteo dejar al aire “dudas razonables”, tal como dice el director armeniocanadiense Atom Egoyan en su última película “Condenados”, en la que se desarrolla un juicio en una comunidad profundamente cristiana contra unos jóvenes de tendencias ocultistas, por la muerte de unos chavales con unas pruebas que no se aguantan, pero que aún así, son finalmente condenados, sin llegar a aclarar si son o no son los verdaderos culpables.

En la madrugada de un 4 de febrero de 2006 se celebraba una fiesta en un teatro okupado en la calle Sant Pere més Baix, debido a las quejas de los vecinos por el ruido acude la guardia urbana para poner fin a la fiesta que allí ocurre. Los guardias urbanos intentan desalojar a los okupas, pero estos se enfrentan a ellos, y los altercados que se producen un guardia urbano es golpeado en la cabeza por algún objeto que le lanzan, y cae en coma (finalmente terminará tetrapléjico). La primera víctima grave de estos sucesos será este policía.

Varios de los okupas que salen del edificio serán detenidos en la calle, y aunque no se demuestre su participación directa en los enfrentamientos violentos, serán juzgados y condenados aplicando todo el peso de la ley con voluntad ejemplarizante contra el colectivo antisistema. La condena mayor le cae al chileno Rodrigo Lanza, al que le caen seis años de cárcel que cumplirá en Can Brians. Hasta aquí podríamos discutir varias cosas, si el castigo fue justo; sobre los testimonios de los malos tratos que sufrieron los acusados antes de ser encarcelados (¿para cuando las cámaras en las comisarías de policía?); o sobre la capacidad de reinserción o rehabilitación que tienen las cárceles (sobre esta cuestión son muy interesantes las reflexiones y pensamientos que Rodrigo Lanza deja en su escrito titulado “En mis carnes” donde narra sus años de cárcel).

Pero el caso que plantea más dudas es el de Patricia Heras, ya que ella ni siquiera fue detenida en el lugar de los hechos, sino que lo fue en el Hospital del Mar. Ella defendía que volvía en bicicleta de otra fiesta en casa de un amigo, ella y su amigo Alfredo, y que de camino a casa tuvieron un pequeño accidente al que acudió una ambulancia y desde el lugar del accidente los trasladaron al Hospital del Mar. Allí se encontraron con los guardias urbanos y algunos de los okupas que habían sido detenidos, y al ser ella de estética algo siniestra o radikal, con un lado de su cabello rapado, uno de los agentes le pidió que se identificara, lo que provocó un ligero encontronazo. Y otro de los agentes testigo del encontronazo dijo reconocerla del lugar de los hechos como una chica que había lanzado una valla hacia los policías. Por lo que inmediatamente fue esposada y juntada con los demás detenidos.

Patricia Heras

El testimonio de Patricia Heras puede leerse aquí, la pregunta clave es: ¿Participó Patricia Heras en los disturbios aquella noche? ¿Mintió ella o mintió el policía que la identificó? La cuestión es que la maquinaria judicial y burocrática había comenzando a rodar y ella ya había quedado irremediablemente insertada en ella. Condenada finalmente a tres años en la cárcel de mujeres de Wad-Ras (normalmente sin delitos previos como es el caso, la condena máxima por un delito de este tipo habría sido de dos años de libertad vigilada sin ingreso en prisión), pero la voluntad del Estado de castigar a los implicados en el 4F hizo que le cayera la pena máxima (ver también la referencia aquí al caso de los irlandeses cuatro de Guilford).

El asunto vuelve a dar un giro cuando se demuestra que el guardia urbano que la identificó en el lugar de los hechos, quedó manchado unos años después por otro caso en el que se demostró que había dado falso testimonio para condenar a otra persona por una riña en la que se vio implicado. Aquí es cuando ya uno se plantea las dudas sobre la supuesta imparcialidad que deben tener los cuerpos de seguridad del estado... Pienso que cualquier agente que falsifica una prueba debería ser condenado como mínimo a la misma pena que el quería que se le aplicase al acusado (lo mismo pienso en los casos de algunas mujeres que acusan a sus maridos de maltratadores y luego se demuestra –remarco esto de demostrar- que la acusación es falsa). Y por supuesto si se prueba que un preso ha sido encarcelado injustamente, este debe ser “compensado” monetariamente por el Estado en la medida de lo posible.

Termino por hoy. Dejo también el buen artículo que escribió sobre ella el periodista Gregorio Morán y un pequeño fragmento de su diario. Y como este post ya es muy largo… mejor continúo another day).

“Lo más duro son las entrevistas con los diferentes miembros de la junta de tratamiento, duele escuchar que si no reconozco mi delito no hay voluntad de reinserción, ni arrepentimiento, hoy me ha dicho el psicólogo que eso es propio de un psicópata. Y qué queréis que os diga... no soy capaz de hacerme eso a mí misma, y trato con todo lo que me echen pero no paso por reconocer algo que no he hecho y sigo defendiendo mi inocencia hasta el final.

Mañana me evalúan, al menos tengo la sensación de que por muy difícil que les resulte creerme con una sentencia firme delante he sembrado la duda y quizás como seres humanos sean capaces de asumir que el sistema para el que trabajan comete errores graves e injustos...”


Del diario de Patricia Heras del cual pueden leerse fragmentos en su blog Poeta difunta

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lunes, junio 02, 2014

Patricia Heras 2. Numerología y onomástica

Rey la violencia…

...el rey abdica 39 años después de sentarse en su trono.

39 años sería la edad que Patricia Heras tendría hoy si no se hubiera suicidado un 26 de abril de 2011

39 años era la edad que tenía el agente de la guardia urbana que quedó en coma profundo el fatídico día de los hechos, un 4 de febrero de 2006.

39 son los años que yo tengo.


“De mayor quiero ser la chica que le dé al botón de la incineradora en la funeraria, tener una tienda de cómics y hacer una tesis sobre ellos en la universidad, escribir novela social sucia, ver la aurora boreal –Islandia, ahhhh!!!!!-, escuchar a los delfines, hacer música tecno bajo el hielo de la Antártida, pegarme un revolcón en un iglú, seguir los pasos de las Valkirias, ir de mochilera por Indochina, aprender a tocar el piano.. Ya que no pude ser astronauta porque se me atragantó la química (rara coincidencia, todo sea dicho: en Barcelona el Planetario está donde Cristo perdió el mechero, o sea, bastante lejos, pero cuando vivía en Madrid fui bastante… “he visto tormentas de arena en Marte, Venus pasando por delante del sol, lluvias de estrellas Perseidas…”).

Fragmento del diario de Patricia Heras, diarios, que bien podría acompañar aquel famoso poema de José Agustín Goytisolo que decía aquello de: “Quiero...”.

Patricia Heras

Patricia Heras

Una vez Patricia Heras le preguntó a su padre el por qué de su nombre, y el padre le explicó entre risas, que el año que ella nació hubo una terrorista llamada Patricia Hearst cuyo nombre resonó en los titulares de los medios de comunicación…

Patricia Hearst aquella nieta de un magnate norteamericano que un día fue secuestrada por un grupo izquierdista que exigió la donación de varios millones de dólares en comida para pobres, y que luego en vez de vez liberada, se la vio empuñando un rifle de asalto en el atraco a un banco.

Lo confieso estas conversiones hacia el lado oscuro siempre me han maravillado, como la vida de la alemana Ulrike Meinhof miembro fundadora de la Fracción del Ejército Rojo de ideología izquierdista, marxista radical, pero que años antes había militado en grupos de perfil pacifista, ecologista y antinucleares. Ulrike fue detenida después de varios atracos y atentados al estado. ¿Qué hace que una persona preparada e inteligente acabe levantándose en armas contra el sistema en una guerra que está perdida de antemano? ¿Frustración? ¿Rabia? ¿Esperanza utópica? Ulrike Meinhof pasó un par de años en prisión, pero cuando el gobierno alemán dictó sentencia acabó suicidándose ahorcándose en prisión (algunos dicen que fue el Estado el que intervino en ese suicidio, pero ese terreno queda para las teorías conspiratorias). La historia de la humanidad está escrita a partir de pequeñas historias trágicas.

Pero bueno, no me lío más que como decía ayer, el caso 4F en el que se vio implicada Patricia Heras ya de por si es tanto complicada como absurda. En un par de días continúo esto y explico los hechos.

Pero quién quiera y no conozca esta historia (yo mismo desconocía las circunstancias del caso particular de ella, y vagamente si que había oído algo de la de uno de los otros implicados: Rodrigo Lanza) puede hacer boca leyendo su blog: Poeta difunta, que aún sigue en red, dando testimonio tanto de los hechos ocurridos, como de su capacidad creadora, y sobretodo las ganas de vivir la vida al límite que tenía Patricia, la chica perdida.

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Patricia Heras 1. Reina la calma. Rey la violencia

En una entrevista contaba la politóloga Lola Sánchez (recientemente elegida parlamentaria europea por la nueva formación de Podemos liderada por ese otro fenómeno mediático que es Pablo Iglesias), la anécdota por la que al final se le ha acabado conociendo como la “chica del gin tonic”. Ella estaba de trabajadora eventual sirviendo copas en un restaurante en el que se presentaron a un almuerzo varios concejales de Cartagena, del PSOE, el PP e IU, y se pidieron varios gin tonics. Me imagino que ella al reconocerlos debió entablar algo de conversación con ellos, sacando a colación sus estudios, y una de las concejalas presentes le espetó: "¿Cómo es que una chica con tantos estudios como tú está trabajando de camarera?". A lo que Lola Sánchez se tuvo que tragar el sapo, y reprimirse las ganas de soltarle la contestación que de verdad hubiera deseado.

En realidad cuento esta anécdota por otra historia que he conocido estos días y que me ha dejado bastante impactado; la de una chica igual de sensible como inteligente, que dominaba varios idiomas y que tenía la carrera de Filología, pero que mientras vivió solo alcanzó a encontrar empleos precarios, que iba encadenando en lo que parecía una carrera sin fin. Entre sus múltiples trabajos, el más estable fue el de camarera en un bar del Raval, donde acudía cada día montada en su bici, en su lucha diaria por sobrevivir en una Barcelona que la había adoptado, pero que terminó devorándola.

De quién estoy hablando, hablo de Patricia Heras y hablo de este libro:

Patricia Heras

Y hablo desde estos días donde mi barrio, Sants, se ha convertido en una “zona de guerra” entre grupos violentos antisistema y mossos d’esquadra. Todo por la apresurada demolición de la simbólica casa okupa de Can Vies, que ha acabado con manifestaciones continuas por colectivos afines. Y con posteriores disturbios por parte de los más violentos que han generado múltiples destrozos en el mobiliario urbano, incendios varios y decenas de detenciones.

Can Vies

Pero quizás sea mejor centrarme en la historia de Patricia Heras, que aunque los okupas la han tomado como un símbolo reivindicativo desde que murió, ella más bien era ajena a su movimiento, y su perfil -en su peculiaridad- era quizás más similar al de los muchos jóvenes mileuristas que habitan Barcelona (¡Cómo han cambiado las cosas! Hace unos años se hablaba de los mileuristas como la parte más desafortunada de los trabajadores, y ahora en esta época de crisis si aún conservas tu empleo precario ya te puedes considerar afortunado).

Copio un párrafo del diario de Patricia Heras, lo que escribió hace unos años y que bien podría servir también para estos últimos días de disturbios:

Imposible pegar ojo esta noche. El mal rollo que nos dejan las noticias de los altercados en el centro de Barcelona tras la jornada de huelga general sólo podemos ahogarlo en disidentes gin-tonics que disipen la rabia contenida. Así que acabamos el jueves en La Candela cociditas como loros y perdidas en dulces maldades que nos roban el sueño.

Y así empezando y terminando con sendos gin tonics, lo dejo aquí por hoy, porque sino esta historia que ya de por sí es enrevesada y complicada, se me haría demasiado extensa de explicar con un único post, así que espero dosificarla, y dedicarle como mínimo un par más.

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