La Librería

Pequeños retales de literatura

lunes, abril 23, 2012

Sobre el zahir de Borges

A un día que las calles de Barcelona se llenen de libros y rosas en el día de Sant Jordi.

Quería hace varias semanas cuando estuve hablando de la numismática de las islas Yap, hablar del relato del Zahir de Borges. ¿El motivo? Creo que es uno de los relatos más fascinantes del escritor argentino, y no por el estilo que en eso sencillamente es la prosa del Borges más auténtico, cuya escritura a veces me parece tan precisa como incómoda (lo confieso, a mí lo que me gusta de Borges en general y de este relato en particular, son la paradojas que él acostumbra a plantear en sus textos). Y hay un momento en que Borges ya me fascina, y es cuando Borges habla de amor y se vuelve melancólico, porque en ese horizonte de grise es donde se acerca a mí, tanto, que hasta puede casi golpearme con sus palabras.

Cuando los jóvenes estudiantes hablan por internet de este relato de Borges, muchos de ellos no acaban de entender que es eso del zahir, y los ves dubitativos preguntando por la red. ¿Y qué narices es un zahir? Quizás lo mejor en estos casos, y en la vida en general sea empezar por el principio.

Borges comienza el relato narrando la reciente muerte de una mujer a la que él amó, una mujer que no tenía nada de especial para la gran mayoría de los que la conocieron, y que sin embargo él la recuerda con extremada ternura, hasta el punto de derramar unas lágrimas por ella. Una vez sale del velatorio, Borges narra como acude a una taberna para una ahogar las penas en el alcohol, y allí al pagar le dan como cambio una moneda de veinte centavos, que no dejaría de ser una simple moneda como cualquier otra sino fuera porque ésta tiene la cualidad especial de ser inolvidable.

Borges recibe esa moneda y comienza a obsesionarse con su imagen. Y aunque se desprende de ella, su recuerdo sigue atormentándole en cada momento, y no sabe cómo hacerlo, para que sus pensamientos consigan liberarse de la dichosa moneda.

Borges indudablemente hace un juego con esa moneda y con el recuerdo de la mujer a la que amó. ¿Quién no ha sentido un malsano recuerdo por alguien a quién en un pasado quiso por encima de todas las cosas? Escribe Borges en un verso “Para que tu memoria no me ahogue”. Ya saben Negación-Aceptación, pero entremedias un árido desierto.

Somos seres insignificantes en el universo y en el tiempo. Y a la vez somos únicos, toda las historia desde el origen del mundo se concentra en cada persona, en el aquí y ahora (hic et nunc que dirían los romanos). Y aunque no seamos más que una de los miles de millones de personas que poblaron la tierra, somos a la vez especiales y únicos, porque toda la existencia de nuestros antepasados se concentra en nuestra presencia actual. Es maravilloso ese punto de que nos diferencia de los demás, como a veces es percibido por otra persona que por alguna misteriosa razón se enamora de nosotros.

El zahir como moneda simboliza a su vez el libre albedrío de comprar lo que deseemos comprar, o de elegir de quién nos enamoramos. Aunque no elegimos totalmente nosotros sino ese desconocido que a veces es nuestro propio corazón. Pero a modo general es ese poder de elección el que nos convierte en seres humanos. Somos en cierta manera eso, un compendio de elecciones en la vida, que nos hace ser quien somos, y somos también una parte de lo que proyectamos. Quiero decir, que somos lo que somos pero a la vez también somos los sueños que deseamos.

Pero volviendo atrás –y nunca mejor dicho- los recuerdos pueden ser obsesivos, y a veces no hay manera de liberarnos de ellos.

Onetti hablaba de un relato de Maupassant en el que un hombre rico se iba de caza (no elefantes… no se vayan a pensar que esto va con segundas). Visitaba su casa de campo y allí encontraba en un cajón unas viejas cartas de un amor frustrado. Entonces comenzaba a leerlas mientras la lluvia caía a través de la ventana. Después de leerlas el hombre cogía su arma, y se pegaba un tiro.

Nunca encontré este relato. Lo busqué hace tiempo pero no lo encontré. Aunque en todo ese tiempo que ya pasó dio la casualidad que un día conocí a un experto en Maupassant, y a él debería haber acudido con esta duda. Pero lamentablemente el recuerdo de mis dudas no son como el recuerdo del zahir, y mis dudas en realidad son tan vagas que se acostumbran a diluir en mi memoria, y tienen la tediosa cualidad de que casi nunca emergen en el momento adecuado.


lluvia

Como Borges esto lo escribí por una mujer que para mí siempre será la niña que yo conocí. Hoy especialmente no la entendí. (Pero no estoy enfadado, no podría ya nunca enfadarme contigo. Ni siquiera sé si tú lo estarás conmigo por algo que hice, o lo que es peor por algo que no hice. Aunque me imagino que puede haber pasado. No soy idiota. Pero sencillamente hoy me hubiera gustado entenderte y no he podido). Lo cual no es mucho decir, lo vengo diciendo últimamente a todos los amigos y amigas con los que me cruzo últimamente: “No entiendo a las mujeres”. Aunque vete a saber, igual esto es una verdad absoluta, y nos pasa a todos en mayor o menor medida.

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sábado, abril 14, 2012

Roberto Bolaño será escritor o no será

Me pregunto por qué me cuesta tanto escribir últimamente. La respuesta creo que está en que me encuentro algo eclipsado por la figura de Roberto Bolaño. Llevo un par de semanas leyendo libros, artículos, y entrevistas “de” y “sobre” él. Y profundizar sobre sus escritos en cierta manera me desgasta, porque es una lectura intensa que me hace estar con los cinco sentidos atento, por la simple lectura y porque además intento desvelar en cada relato un pedazo oculto de su biografía, quizás porque leyendo a Bolaño se intensifica mi curiosidad de detective literario.

Al final tanto leer a Bolaño que su vida traspasa el papel y me impregna a mí de alguna extraña manera. Le reconozco en cada uno de los libros que leo, y llego a imaginármelo próximo, tanto como podría ser cualquier amigo cercano. De hecho quizás sepa mucho más de su vida, de lo que la se de alguno de mis amigos. Me siento capaz de meterme en su mente, y me imagino las posibles respuestas burlonas y agresivas con las que respondería él ante cualquier pregunta que le presentasen.

Mi idea el escribir algún tipo de breve ensayo sobre él, pero entre unas cosas y otras que voy leyendo, al final siempre lo voy posponiendo. Bolaño pese a morir relativamente joven tiene una obra que roza lo inabarcable; creo que debido a la profundidad que alcanzan sus convicciones. Acabo por ejemplo de leer la Literatura nazi en América, y aunque no es el libro que más me haya gustado de él, solo tener que explicar el argumento y lo que implica verdaderamente, me parece de una vastedad enorme, porque en cada una de las vidas que relata, se encuentra el dilema de cualquier escritor que esté enfermo hasta la médula de literatura. Su universo es terriblemente poliédrico, y cuando avanzo un poco en su vida, retrocedo al momento a descubrir otra arista en la que fijar mi mirada. Y así entre trompicones voy admirándole más y más, como se admira a cualquiera que ha arriesgado su vida para convertirse en escritor. Podríamos utilizar aquella cita atribuida a Malraux y reconvertirla al modelo de Bolaño: “Roberto Bolaño será escritor o no será” (me ha gustado esta expresión... creo que la voy a colocar en el título).

Acabo de llegar de cenar con una amiga y ella siempre me dice que admiro demasiado a ciertas personas que yo considero brillantes, y que para ella yo también tengo parte de ese brillo (ella siempre me dice palabras amables, y en ese sentido siempre se lo agradeceré, pero no puedo evitar, que ante semejantes monstruos literarios, yo me sienta enormemente pequeño).

Creo que si hubiera conocido personalmente a Roberto Bolaño sin duda nos hubiéramos llevado muy bien, porque a mí las personas inteligentes que van sobradas de humor son las que me suelen caer mejor, y Roberto Bolaño supuraba humor por los cuatro costados, quizás un humor que se construye tanto de la lucha como de la derrota, pero humor al fin y al cabo. En cierta manera toda su literatura parte de eso, de un compromiso hacia la literatura abocado al fracaso (de esto quizás hable en otro momento. De momento basta recordar aquello de: “La literatura se parece mucho a la pelea de los samurais, pero un samurai no pelea contra otro samurai: pelea contra un monstruo. Generalmente sabe, además, que va a ser derrotado. Tener el valor, sabiendo previamente que vas a ser derrotado, y salir a pelear: eso es la literatura”.

Si lo hubiera conocido, hubiéramos discutido una y otra vez, eso lo sé, porque Roberto Bolaño era de esos que están totalmente convencido de los que defienden, y a mí en cambio me gusta aceptar la multitud de planos que tiene cualquier afirmación (Bolaño es como Jesús diciendo: Yo soy la verdad. Y yo soy como Pilatos diciendo ¿Qué es la verdad?). Hay una anécdota que cuenta no se que escritor cuando conoció a Bolaño en México cuando eran unos jóvenes adolescentes. Bolaño le preguntó si quería sumarse a el movimiento infrarrealista, él otro escritor le dijo que no lo veía claro, pues ni bien sabía lo que era el infrarrealismo. Bolaño le dijo: “-O estás conmigo o estás contra mí”.

Por eso sé que hubiéramos discrepado en muchísimas cosas. Creo que él parte del compromiso con uno mismo y yo en cambio parto de la tolerancia hacia los demás. Pero nos hubiéramos entendido, y lo sé, porque en mi vida ya he conocido a personas con un carácter muy parecido al de Roberto Bolaño. Y las personas con ese tipo de perfil se han acabado convertiendo siempre en buenos amigos míos.

Pinto un poco esta entrada -aunque sea utilizando más letras- con una parte del discurso que hizo Roberto Bolaño al ganar el Premio Rómulo Gallegos, que me parece extremadamente lúcida, y muy cercana a mi manera de entender también la literatura:


“Y llegado a este punto tengo que abandonar a Jarry y a Bolívar e intentar recordar a aquel escritor que dijo que la patria de un escritor es su lengua. No recuerdo su nombre. Tal vez fue un escritor que escribía en español. Tal vez fue un escritor que escribía en inglés o francés. La patria de un escritor, dijo, es su lengua. Suena más bien demagógico, pero coincido plenamente con él, y sé que a veces no nos queda más remedio que ponernos demagógicos, así como a veces no nos queda más remedio que bailar un bolero a la luz de unos faroles o de una luna roja. Aunque también es verdad que la patria de un escritor no es su lengua o no es sólo su lengua sino la gente que quiere. Y a veces la patria de un escritor no es la gente que quiere sino su memoria. Y otras veces la única patria de un escritor es su lealtad y su valor. En realidad muchas pueden ser las patrias de un escritor, a veces la identidad de esta patria depende en grado sumo de aquello que en ese momento está escribiendo. Muchas pueden ser las patrias, se me ocurre ahora, pero uno solo el pasaporte, y ese pasaporte evidentemente es el de la calidad de la escritura. Que no significa escribir bien, porque eso lo puede hacer cualquiera, sino escribir maravillosamente bien, y ni siquiera eso, pues escribir maravillosamente bien también lo puede hacer cualquiera. ¿Entonces qué es una escritura de calidad? Pues lo que siempre ha sido: saber meter la cabeza en lo oscuro, saber saltar al vacío, saber que la literatura básicamente es un oficio peligroso. Correr por el borde del precipicio: a un lado el abismo sin fondo y al otro lado las caras que uno quiere, las sonrientes caras que uno quiere, y los libros, y los amigos, y la comida. Y aceptar esa evidencia aunque a veces nos pese más que la losa que cubre los restos de todos los escritores muertos. La literatura, como diría una folclórica andaluza, es un peligro.”


Y para terminar de colorear una anécdota de Roberto Bolaño, que cuando la oí me hizo bastante gracia (hay otra que quería poner, pero me esperaré un par de días, porque ya este post me está saliendo interminable y luego algún lector/a se me queja de mis habituales ladrillos).

Dice Rodrigo Fresán que en cierta ocasión Bolaño después de pasar la tarde en su casa y ya despedido, volvió éste al cabo de un rato de nuevo a su casa. Llovía y Bolaño se presentó mojado ante su puerta. Fresán le preguntó que pasaba, y Bolaño le respondió que acababa de matar a una persona. Fresán le pidió explicaciones y Bolaño le respondió que le habían intentado atracar cuando iba de camino al tren y le habían amenazado con un arma blanca, y Bolaño se había resistido al atraco, con consecuencias trágicas; en el forcejeo Bolaño había acabado apuñalando al atracador y este había muerto. Fresán entonces le dijo: “-Pero Roberto, tenemos que ir inmediatamente a la policía y decir lo que ha pasado”. A lo que Bolaño le respondió con una mezcla de burla y recriminación: -“¡Qué bonito! Un escritor argentino entregando a la policía a un escritor chileno.

(O algo así, porque hablo de memoria y las palabras fieles donde están plasmadas es en el documental que firma Ricardo House sobre Bolaño de La batalla futura).

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martes, abril 03, 2012

Documental sobre Roberto Bolaño en la Casa América de Barcelona

Quería hablar un poco sobre algún aspecto de la vida o la obra del escritor Roberto Bolaño pero se me echa el tiempo encima, y mi intención tendrá que esperar uno o dos días. Pero cuelgo al menos aquí, el siguiente anuncio sobre este evento que organiza la Casa América, por si alguien le interesa asistir mañana -hoy para quién lea esto-, para que le de tiempo a organizarse. Yo seguro que estaré por ahí.

ROBERTO BOLAÑO. LA BATALLA FUTURA I, II
Proyección de los documentales Roberto Bolaño. La batalla futura I y II, primera y segunda parte de la trilogía del realizador Ricardo House sobre el escritor chileno. La primera parte nos acerca al Bolaño de los años 70 en México, mientras que la segunda ofrece un recorrido por sus vivencias en Catalunya. Finalizada la proyección de los documentales, debate con Ricardo House.

LLOC:CASA AMÈRICA CATALUNYA

Dimarts 3 d'abril, 19:00H

C/CÒRSEGA 299, ENTRESÒL. 08008 BARCELONA

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