La Librería

Pequeños retales de literatura

domingo, febrero 27, 2005

Días como navajas

Desde que me debato como lector he leído muchas páginas sin llegar a demasiadas conclusiones. Sé desde luego muchos datos, pero a veces jugar con ellos me parece tan pesado como arrastrar carros llenos de heno. Son ya unos cuantos años leyendo; autores consagrados por la crítica y otros en cambio completamente desconocidos. Habré subrayado miles de párrafos. Siempre en la búsqueda de la frase perfecta, el pensamiento lúcido, la belleza en el estilo, y otros tantos factores implicados, tan difíciles de enumerar.
Pero nunca hay ningún lugar determinado, eso lo sé. Sé que uno puede caminar por la calle más estrecha, teniendo que esquivar a los borrachos. Conozco los olores nauseabundos que producen los orines, capaces de convertir una mísera callejuela en un infierno difícil de sobrellevar. Sé que hay lugares cercanos a los puertos donde las reglas nunca son las previas. Pero también sé que sólo tienes que permanecer atento y abrir bien los ojos, porque a veces un rastro de belleza puede estar aguardándote a la vuelta de la esquina, como si a cada una de ellas estuviera esperándote una bella puta de zapatos rojos. Y yo siempre con cincuenta dólares en los bolsillos.

“Cass era la más joven y la más guapa de cinco hermanas. Cass era la chica más guapa de la ciudad. Medio india, con un cuerpo flexible y extraño, un cuerpo fiero y serpentino y ojos a juego. Cass era fuego móvil y fluido. Era como un espíritu embutido en una forma incapaz de contenerlo. Su pelo era negro y largo y sedoso y se movía y se retorcía igual que su cuerpo. Cass estaba siempre muy alegre o muy deprimida. Para ella no había término medio. Algunos decían que estaba loca. Lo decían los tontos. Los tontos no podían entender a Cass. A los hombres les parecía simplemente una máquina sexual y no se preocupaban de si estaba loca o no. Y Cass bailaba y coqueteaba y besaba a los hombres pero, salvo un caso o dos, cuando llegaba la hora de hacerlo, Cass se evadía de algún modo, los eludía”.
Charles Bukowski -La chica más guapa de la ciudad-

Mujer caminando por la calle

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martes, febrero 22, 2005

Tres Tristes Tigres

Lo dice Francisco Herrera en su blog “No sé qué pasa, pero últimamente caen los mejores”. Efectivamente, no llevamos una buena racha. No es que fuera un gran entusiasta de la obra de Cabrera Infante, pero algo si que le reconozco, y es su actitud valiente contra la dictadura de Castro.
Según parece ha muerto de septicemia, una muerte típicamente borgesiana (recordemos a Dahlmann en el sur). Les dejo un poema de Cabrera Infante que recuerda al característico gíglico cortazariano.

Maniluvios con ocena fosforecen en repíso.
Catacresís repentinas aderezan debeladas
Maromillas en que aprietan el orujo y la regona,
Y esquirazas de milí rebotinan el amomo.
¿ No hay amugro en la cantoña para especiar el gliconio?
Tufararas vipasanas paloteaban el telefío.
¿ La reata de encellado, no enfoscaba en el propíleo?
¡ Ah, cosetanos bombés que revulsan el limpión!
Tunantada enmohecida se fulmina en la diapente.
Pastinacas de diapreas opositan
El frimario mientras pecas de satirio
Afollaban los fosfenos del litófago en embrión.
¡ No hay marisma!...

Guillermo Cabrera Infante

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lunes, febrero 21, 2005

Un cadáver en la biblioteca

Leí hace unos cuantos años una novela titulada Quien mató a los Robins. Se trataba de un libro de suspense cargado de asesinatos donde la familia Robins iba decreciendo de forma preocupante. La particularidad era que cada capítulo se planteaba como un juego frente al lector, pues siempre aparecía un cadáver (uno de los pobres integrantes de la familia Robins) y el lector debía de intentar desentramar al final de cada relato todas las incógnitas: el nombre del asesino, el lugar del homicidio, el modo, el cuándo y el por qué. Las soluciones venían todas al final del libro. Era como estar leyendo a Agatha Christie pero con un montón de lagunas entorno a cada asesinato.
Ahora bien, si descubrir un asesino pudiera parecer complicado, estos días he llegado a la conclusión que puede ser mucho más complicado identificar un cadáver. Podría parecer una cuestión baladí, pero la verdad es que llevo varios días dándole vueltas al asunto. El problema se origina cuando hace unos años debí de leer una biografía en la que un escritor moría tranquilamente mientras trabajaba en las correcciones de su último manuscrito. Una muerte que yo utilizaba siempre como muerte ejemplarizante, del cómo me gustaría morir. Pero en algún momento de mi vida el recuerdo se debió desdibujar. Ustedes se preguntarán de qué escritor estoy hablando, pues bien, esa misma pregunta es la que últimamente me está quitando el sueño.
Esta vez no se trata de decir aquello de “la Sra. Prado, en la cocina, con el candelabro”, sino que únicamente tengo un muerto en una biblioteca. Créanme si les digo que he investigado el asunto: He llegado a descubrir datos como que Petrarca murió mientras leía a Virgilio, que el ajedrecista Howard Staunton murió en su biblioteca mientras trabajaba en un libro de ajedrez, que Boris Vian -según la leyenda negra- murió sentado en su butaca, por el ataque al corazón que le causó ver la versión fílmica de su libro Escupiré sobre vuestras tumbas, o incluso que en una biblioteca de Brickendon se pasea el fantasma del corredor de bolsa Charles Barclay, quién apareció muerto sentado en una de las mesas.
Pero pese a estos nombres y otros, tengo el convencimiento que ninguno de ellos es el cadáver que estoy buscando.

“Me meto en la cama con una novela de misterio de una escritora inglesa que goza de gran predicación entre los seres humanos. El argumento de la novela es harto simple. Un individuo, al que, para simplificar, llamaremos A, aparece muerto en la biblioteca. Otro individuo, B, intenta adivinar quién mató a A y por qué. Después de una serie de operaciones carentes de toda lógica (habría bastado aplicar la fórmula 3(x2-r)n*0 para solucionar el caso de entrada), B afirma finalmente (erróneamente) que el asesino es C. Con esto el libro concluye a satisfacción de todos, incluido C. No sé lo que es un mayordomo”
Eduardo Mendoza –Sin noticias de Gurb-


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jueves, febrero 17, 2005

Tierra de sueños

"No sabemos exactamente qué sucede en los sueños: no es imposible que durante los sueños estemos en el cielo, estemos en el infierno, quizá seamos alguien, alguien que es lo que Shakespeare llamó "the thing I am", "la cosa que soy", quizá seamos nosotros, quizá seamos la divinidad. Esto se olvida al despertar. Sólo podemos examinar de los sueños su memoria, su pobre memoria."
Borges –Las siete noches-
Perseval -Mujer durmiendo- Tuve un sueño, no a lo Martin Luther King (de esos también tengo sueños, pero ahora no es el momento de contarlos no se me vayan a escandalizar) sino que ANOCHE tuve un sueño. Imágenes oníricas que se arremolinaron formando una especie de argumento. Es extraño, uno se levanta y recoge al despertar las migajas de lo que parece haber sido un gran banquete nocturno, donde el inconsciente –mi otro yo- se dedica a divertirse jugando con mis recuerdos, mis alegrías o mis miedos. Creo que no dura mucho, o tal vez sí, pero yo no lo recuerdo. Al menos, la secuencia que guardo como rescoldo es mínima, pero aún así me sorprende, porque aunque suelo olvidar mis sueños, sé que éste forma parte del catálogo de mis sueños recurrentes.
Soñé que estaba aún en mis tiempos de estudiante y que me asignaban un nuevo compañero de prácticas. Teníamos que realizar unos cálculos sobre diagramas de circuitos y entregar un trabajo con los resultados en muy breve plazo. Mi compañero me presentaba una hoja llena de esquemas de mallas, con resistencias que interrumpían las líneas de corriente. Había muchos símbolos que desconocía entre las mallas, quiero pensar que eran interruptores –o como mucho fusibles para no atormentarme con la complejidad del problema-. Se trataba de calcular Impedancias, Resistencias, Intensidades, Voltajes, etc…, pero de alguna manera yo estaba totalmente perdido en el tema. Mi compañero me iba explicando como debíamos resolver el ejercicio, y yo mientras asintiendo sin entender absolutamente nada de lo que me estaba diciendo (esta situación no dudo que mi inconsciente la tuvo que sacar de la hemeroteca que debe haber en mi consciente). El tiempo apremiaba, y por mi parte ya sólo pensaba en hacer fotocopias de sus avances resolutorios, para intentar entender algo desde la tranquilidad de mi casa.
Cuando desperté, fui poco a poco apartando el sueño para decirme a mí mismo: “pero si tú ya acabaste la carrera. Ya no hay exámenes por hacer, ni trabajos que entregar. Todo ya quedó zanjado”. Entonces, una sensación placentera se adueña de mí, parecida a la del que se despierta a las siete y media de la mañana, y descubre que es día festivo.
Hay un detalle. Ayer estuve con cenando con tres chicas, dos de ellas pasan por profundos problemas sentimentales, y ahora una vez totalmente consciente de cómo se sucedieron los hechos, y riéndome de mi barata capacidad de psicoanálisis pienso, que mis problemas electrónicos eran la correspondencia onírica de ellas. Hoy, en tono humorístico, me veo capaz de decir que toda mujer es un problema por resolver. Recuerdo a Sábato diciendo: “De un sueño se puede decir cualquier cosa, menos que sea una mentira”.


La imagen pertenece al/la fotógrafo Maury Perseval.

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sábado, febrero 12, 2005

Se cumplen 21 años de ausencia

Que se vuelvan mis palabras pájaros, y que sepan emigrar allá donde te encuentres; que recorran todos los cielos, uno a uno sin descanso. Que mi voz sepa seguir las huellas de tus pasos gigantes. En cada puerta preguntaré a los amigos que dejaste, y cada libro será un jeroglífico lleno de puentes por los que cruzar. ¿Cómo olvidar lo que de ti aprendí? Si releo en cada día triste, tus palabras. Y cuando no es una sonrisa, entonces es admiración. Te recuerdo, Julio. Te recuerdo con cariño.

Tumba de Cortázar

BURLA BURLANDO YA VAN SEIS DELANTE
“Más allá de los cincuenta años empezamos a morirnos poco a poco en otras muertes. Los grandes magos, los chamanes de la juventud parten sucesivamente. A veces ya no pensábamos tanto en ellos, se habían quedado atrás en la historia; other voices, other rooms nos reclamaban. De alguna manera estaban siempre allí, pero como los cuadros que ya no se miran como al principio, los poemas que sólo perfuman vagamente la memoria. Entonces -cada cual tendrá sus sombras queridas, sus grandes intercesores- llega el día en que el primero de ellos invade horriblemente los diarios y la radio. Tal vez tardaremos en darnos cuenta de que también nuestra muerte ha empezado ese día; yo sí lo supe la noche en que en mitad de una cena alguien aludió indiferente a una noticia de la televisión, en Milly-la-Forêt acababa de morir Jean Cocteau, un pedazo de mí también caía muerto sobre los manteles, entre las frases convencionales. Los otros han ido siguiendo, siempre del mismo modo, Louis Armstrong, Pablo Picasso, Stravinski, Duke Ellington, y anoche, mientras yo tosía en un hospital de La Habana, anoche en una voz de amigo que me traía hasta la cama el rumor del mundo de afuera, Charles Chaplin. Saldré de este hospital. Saldré curado, eso es seguro, pero por sexta vez un poco menos vivo.”

Julio Cortázar –Un tal Lucas-



La muerte atrapó al viajante y Arthur Miller nos dejó ayer por sorpresa. La lista continúa. Mientras tanto, mi querida lola sigue perdida en el limbo. El mundo es incierto.
PD. Gracias Eli, por corregirme.

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viernes, febrero 11, 2005

El mapa 1 a 1

Hay otra referencia cartográfica que merece ser citada. Pertenece a El hacedor y lleva el título Del rigor en la ciencia. Si con el título del libro hay algunos que aún no se han ubicado, entonces habrá que pronunciar el nombre por el que quería que se le llamara; estoy hablando de Borges.
Sólo se trata de unas cuantas líneas, pero les puedo asegurar que su simple existencia ha servido para que unos cuantos estudiosos de alma juguetona, desarrollaran auténticos ensayos meditando sobre ellas. Y es que a Borges uno se ha de acercar comprendiendo que su literatura es puro juego. Las reglas en un principio pueden parecer complejas, pero una vez se comprenden, entonces es cuando uno comienza a disfrutar de su lectura.

"En aquel Imperio, el arte de la Cartografía alcanzó tal Perfección que el mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el mapa del Imperio toda una Provincia. Con el tiempo, esos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos Adictas al Estudio de la Cartografía, las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era Inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las inclemencias del Sol y de los Inviernos. En los desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y por Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas.”
SUÁREZ MIRANDA: Viajes de varones prudentes, Libro Cuarto, cap. XLV, Lérida,1658.”


Borges -El hacedor-


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miércoles, febrero 09, 2005

Otras geografías

Cuadro de Fernando Vicente -Gran explosión- Posted by Hello

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domingo, febrero 06, 2005

El oleaje de tu primavera

A veces viene a mi mente una imagen recurrente, un cartógrafo trabajando a altas horas de la noche bajo la tenue luz de una vela; se encuentra con la vista ensimismada sobre un pergamino. Moja una pluma en un pequeño tintero de hierro, luego va resiguiendo la línea que le marca la colocación de una escuadra y un cartabón, mientras va comprobando las mediciones anotadas en un diario que le ha sido traído desde el Nuevo Mundo. Cada una de las coordenadas se transforma en el ángulo que conforman las patas de un compás.
Cartógrafo
Todo parece funcionar según lo esperado: el mapa se va dibujando con sus corrientes marinas, sus paralelos y sus meridianos, sus costas, penínsulas, golfos y cabos. El movimiento de su mano va dejando tras de sí un rastro de tinta, las líneas de unas playas que hasta ahora eran desconocidas para todo el mundo antiguo. Así, su pluma va trazando una y otra vez pequeños entrantes y salientes, hasta que en un momento incierto de la noche, se encuentra con una curva dotada de una redondez extrema. Es en ese perfil de perfección donde de alguna manera encuentra un recuerdo de su amada. El cartógrafo deja de mirar el cuaderno de bitácora, y comienza entonces a dibujar la línea de la cintura de la mujer que le quita los pensamientos, luego deja constancia del perfil de uno de sus pechos, para finalmente perderse en una línea ascendente que bien podría ser el contorno de un delicado cuello. El cartógrafo emocionado por su ocurrencia garabateará unas cuantas letras enfrente de esas costas. Un error que perdurará durante varios siglos en multitud de mapas, y lo que era un insignificante pedazo de costa, quedará bajo el yugo que proporciona el nombre de un enamorado. Y desde entonces cuando los marineros pasen frente a esas costas con sus barcos, dirán que una vez navegaron por la Costa de los Suspiros.

Como epílogo me gustaría colocar unos versos de Luis Antonio de Villena, que recuerdan aquel hombre que antes de morir encontraba en un laberinto de líneas la imagen de su cara.
Playa con paisaje
“Me recreo ante tu cuerpo como ante un paisaje
imprevisto. Me sorprende verte en la desnudez juvenil,
y ansío recorrerlo, como una anhelada geografía.
Me ves pensando en la umbría vegetal de algunas
grutas, o en el agua del muslo donde brillan las venas.
Me perderé en un bosque que cruzo con mis manos,
y pediré una larga estepa donde los labios hablen.”

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martes, febrero 01, 2005

Scherezade y la salvación de la palabra

Las mil y una noches es un cuento lleno de cuentos, donde aparecen personajes inolvidables como Ali Babá, Simbad o Aladino. Pero el personaje que siempre me fascinó es la propia Scherezade, la mujer que se encarga de encauzar cada uno de los cuentos de este libro.
Scherezade Un sultán lleno de crueldad por la traición de una esposa, decide casarse cada noche con una mujer distinta, a la que mandará matar con la llegada del amanecer. Pero entre esas mujeres, aparecerá Scherezade, la hija del visir, que retardará su muerte, con un ingenioso plan; cada noche le contará al sultán el principio de un cuento, cuyo final solo desvelará hasta la llegada de la noche siguiente. Y cada final de un cuento será el principio de otro, tejiendo así la trama de una historia infinita.
Para que luego algunos descrean del poder de la palabra.
Sirvan estas tres invocaciones de la palabra, como homenaje a la dulce Scherezade.

Salvación en la palabra
De Carlos Bousoño en Oda a la Ceniza

A Jorge Guillén
1
Dejad que la palabra haga su presa lóbrega, se encarnice en la horrenda miseria primaveral, hoce del destino, cual negra teología corrupta. Súbitas, algunas formas mortales, dentro del soplo de aire permanente e invicto. La palabra del hombre, honradamente pronunciada, es hermosa, aunque oscura, es clara, aunque aprisione el terror venidero. Hagamos entre todos la palabra grácil y fugitiva que salve el desconsuelo. ... Como burbuja leve la palabra se alza en la noche, y permanece cual una estrella fija entre las sombras
2
Y así fue la palabra ligero soplo de aire detenido en el viento, en el espanto, entre la movediza realidad y el río de las sombras. Ahí está detenida la palabra vivaz, salvado este momento único entre las dos historias. ... De pronto el caminar fue duradero y el hombre inmortal fue, y las bocas que juntas estuvieron juntas están por siempre. Y el árbol se detuvo en su verdor extraño, y la queja ardió en una zarza misteriosa.
3
Allí estamos nosotros. Allí dentro del hálito. Tú que me lees estás allí con un libro en la mano. Y yo también estoy. Tú de niño, cual hombre, como anciano, estás allí. Tu corazon está con su amargura, ennoblecido y muerto. Y vivo estás. Y hermoso estás. Y lúcido.
4
Todo se mueve alrededor de ti. Cruje el armario de nogal, salpica el surtidor del jardín. Un niño corre tras una mariposa. Adolescente, das tu primer beso a una muchacha que huye. Y huyendo así, huye nada, quieto en el soplo tenue.
5
Y así fue la palabra entre los hombres silenciosa, en el ruido miserable y la pena, arca donde está el viento detenido y suelto, acorde suspendido y desatado, leve son que se escucha como más que silencio, en el reposo de la luz, de la sombra.
Así fue la palabra, así fue y así sea donde el hombre respira, porque respire el hombre.

Y si después de tantas palabras
César Vallejo en Poemas Póstumos
¡Y si después de tantas palabras, no sobrevive la palabra! ¡Si después de las alas de los pájaros, no sobrevive el pájaro parado!¡Más valdría, en verdad, que se lo coman todo y acabemos!
¡Haber nacido para vivir de nuestra muerte! ¡Levantarse del cielo hacia la tierra por sus propios desastresy espiar el momento de apagar con su sombra su tiniebla!¡Más valdría, francamente, que se lo coman todo y qué más da...!
¡Y si después de tanta historia, sucumbimos, no ya de eternidad, sino de esas cosas sencillas, como estar en la casa o ponerse a cavilar! ¡Y si luego encontramos, de buenas a primeras, que vivimos, a juzgar por la altura de los astros, por el peine y las manchas del pañuelo! ¡Más valdría, en verdad, que se lo coman todo, desde luego!
Se dirá que tenemos en uno de los ojos mucha pena y también en el otro, mucha pena y en los dos, cuando miran, mucha pena... Entonces... ¡Claro!... Entonces... ¡ni palabra!

Ingeborg Bachmann en Hablar y difamar
Palabra, sé con nosotros dulce en tu paciencia se impaciencia.¡Este sembrar tiene que acabarse![...]Palabra, sé nuestra liberad, clara, hermosa.Sin duda, tiene que acabarseeste mantenerse precavido.[...]Ven y no te niegues,puesto que nos ves en pugna con tanto mal.Antes de que la sangre de dragón proteja al contrario,esta mano caerá en el fuego.¡Sálvame, palabra mía!
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