Lecciones, probabilidades, gatos y tostadas
Las probabilidades de tropezarse eran supuestamente remotas, pero parezco diseñado para cometer a veces los mismos errores sólo que cada vez encuentro una variante en las circunstancias. El abanico es amplio, y es divertido descubrir que siempre se es capaza de dar un paso más.
La remota improbabilidad de que algo ocurra no es óbice para que los astros se alineen unos detrás de otros y provoquen una dramática conjunción cósmica. En palabras de Galileo –reconozcámoslo, un poco metidas con calzador- e pour si mouve. O sea que las cosas que no tendrían porque pasar según la ley de las probabilidades en realidad ocurren (véase la nota 1 del post donde nos explayamos -ja!- sobre las leyes de Murphy ¡Ese gran conocedor de las bambalinas del mundo!). Y el catalizador para que esta absurda triangulación ocurra, resulta ser el comportamiento humano. Ahora puedo entrelazar tres conversaciones que he tenido estos últimos días, y me doy cuenta que todo era un previo en el que se veía guisando el desenlace dramático de los hechos de hoy; un magma primigenio que funciona como caldo de cultivo de nuestro caprichoso devenir (la remota imposibilidad sucede como la creación de la vida misma). ¿Cuánta metáfora científica? No piensen que no me doy cuenta, pero ahora exploro el exceso. Si dejara de ser hermético, me obligaría a caer en un profusión de palabras inútiles que sólo tendrían la pretensión de ser más explicativas. Puestos a elegir, me quedo con el ejercicio de estilo, ¡que siempre es mirado con buenos ojos por nuestras bonitas retinas!. A lo que iba, la conclusión es que la cuadratura del círculo se encuentra en la racionalidad y en la bondad de las personas. Y resumo: la cuadratura del círculo pese a tener una posibilidad altamente improbable de que ocurra. Ocurre.
Miren, en realidad rompí mi voto de silencio con el propósito de hablar de dos exposiciones: la primera la de el ya clásico escritor de ciencia ficción J. G. Ballard en el CCCB y la segunda en la Casa América de Madrid, con la presencia de algunas de las fotografías que el fotógrafo Mordzinski lleva pertrechando al gremio de los escritores. Me intentaré documentar sobre ellas y hablar en otro post centrando un poco el tema.
Ahora y después de escribir la nota 1 del final, se me ocurre mejor buscar alguna imagen de gato con tostadas. ¡Apostaría que la probabilidad que esto ocurra es numerosa!2
Habían otros dibujos que retrataban mejor el dilema del gato, pero esta fotografía me parecía mucho más simpática.
Y ahora la banda sonora: la cantante Gabriella Cilmi nos enseña algunas de las lecciones que deben ser aprendidas. ¿Alguno de ustedes había oído hablar de esta jovencísima princesa del soul? Me costó encontrar el video porque sólo tenía algunas pistas sobre la letra de la canción y una melodía que al momento ya no recordaba. Pero si antes les dije que uno ha de saber perder, también les digo ahora que no me gusta perder. Y en realidad sólo sé hacerlo de una manera; convirtiendo las derrotas en futuras victorias. Porque si alguna vez caigo es porque era el momento de recordar lo cerca que estoy del suelo. Después de rebuscar el videoclip en la red y haber tenido la tentación un par de veces de darme por vencido. Al final ganó mi terquedad. Disfrútenlo.
If there’s lessons to be learned, I’d rather get my jamming words in first so, tell you something that I’ve found, that the worlds a better place when it’s upside down boy.
Notas.
1.Una vez entrado en el tema Murphy, no puedo dejar pasar por alto la famosa paradoja del gato y la mantequilla, que viene a decir que si los gatos caen siempre de pie y la tostada cae siempre del lado donde está untada la mantequilla ¿qué sucedería si atáramos una tostada a la espalda de un gato y lo lanzamos al aire? Otro día lo complicamos más y nos metemos con el tema del gato de Schrödinger.
2. Más sobre probabilidades: en el libro de Bambi contra Godzilla de David Mamet se explica un ilustrativo dato: que un matemático experto en probabilidades declaraba que para intentar ganar la lotería, en realidad casi no hace falta comprarse un número, ya que esta probabilidad es tan escasa, que apenas varía con el hecho de si uno compra o no compra el número. Para mantener el número de posibilidades que uno tiene de convertirse en multimillonario sólo se tiene que mirar el suelo de vez en cuando y esperar que otro haya tenido el descuido de perderlo.