Hay una cita en francés que aparece en la novela de
El benefactor de
Susan Sontag en la cual el protagonista
Hyppolite dice
Je reve donc je suis, que traducido vendría a ser
"Yo sueño aquello que soy". La cita es un guiño al filósofo francés
René Descartes con aquello tan popular de “
Pienso, luego existo” (al respecto había también una versión serie B popularizada en las puertas de los lavabos masculinos donde a menudo se encuentra el siguiente slogan:
"No me corro, luego insisto"). La cuestión es que casi nunca recuerdo mis sueños. Todos soñamos, eso lo sé. Pero mi sueño suele ser a menudo demasiado plácido y mis ritmos circadianos van tan acompasados con mi despertador, que cuando mis ojos se abren ya no queda nada del naufragio donde se hundieron mis sueños.
Sin embargo hoy soñé y fue un sueño muy hermoso. Me encontraba en
Alicante en una especie de carnaval que ocupaba las calles de toda la ciudad. Reconocí en mi sueño a mi hermano y a uno de mis primos. Esto último tiene su explicación por aquella otra cita de que uno es de donde pasa la infancia, y digamos que yo pasé todos los veranos de mi infancia y adolescencia disfrutando de un mes de vacaciones en Alicante, al que le correspondían siempre un par de semanas en casa de mis primos (Edificio La Torre, Av. Costa Blanca,
situ: Playa de San Juan). En el sueño después de pulular por calles llenas de gente, al final me quedaba en el comedor de aquel apartamento, rodeado de distintos desconocidos los cuales se iban presentando uno a uno. Pasaban las horas mientras hablábamos, y en un momento una bella chica que estaba a mi lado me decía:
-¿Me vas a sacar a bailar? Mi respuesta a esa pregunta prometedora fue un completo sinsentido. ¡Es triste que ni en mi sueño no pueda ser el jodido
chico del martini! La verdad es que en vez de responder algo ingenioso, mi respuesta fue decir -en actitud balbuceante- que creía que eran las seis de la tarde y no las seis de la noche, y que si yo era demasiado alto y ella era demasiado baja. Ahí me desperté. Supongo que rompí todo el romanticismo de la escena con tanto recelo y mi subconsciente dio la voz de alerta y me castigó despertándome. Lo más curioso es que analizándolo ahora, es como si en el sueño tuviera demasiadas reticencias a bailar con aquella chica. ¿Qué me pasa doctor?
Lo del carnaval tengo claro de donde salió, me lo metió
Anna en la cabeza mientras nos contaba unas vacaciones carnavalescas (a ella precisamente le comenté hace unos días la película
La ciencia del sueño con
Gael García Bernal como consecuencia de un cúmulo de malentendidos del que fui culpable).
Lo de los desconocidos presentándose lo tengo claro también; todo era reflejo especular de las presentaciones que hicimos en la
kdd de blogueros de ayer. Esperaré que
J.P. cuelgue los
links de todos los asistentes, y esa lista me servirá para actualizar los enlaces laterales.
Todos hicimos los deberes (bueno,
alguna se escaqueó pero no se lo tuvimos en cuenta). J.P. se encargó de ir leyendo cada uno de nuestros secretos inconfensables, teatralizando un poco en cada una de las lecturas, y la verdad es que todos nos descojonábamos de risa con su versión de
Aquí hay tomate.
Imagínense, recuerdo que el segundo secreto que leyó decía aquello de: “
He ido al sexólogo”, y a partir de entonces todos los que estamos allí comenzamos a hacer bromas mientras
J.P. iba desdoblando otro de los papeles donde se escondía un nuevo secreto; que sí “
yo soy el sexólogo”, o que sí “
cuando despertó el sexólogo aún seguía allí” ¡Es que somos
Bitácoras y Libros! Recuerdo también otra broma muy buena, cuando J.P desdobló un pequeño papel con los bordes romos de alguien que había cortado el folio
sin demasiada pulcritud. Me reí mucho cuando en ese momento alguien comentó: “¡el secreto es que no tiene tijeras!”.
El resultado de nuestros secretos inconfesables -hay que decir que la lianta de tal pitote fue la inteligente
Musa Rella- fue bastante suculento. Imagínense entre unas doce personas que somos supuestamente blogueros literarios, tenemos agazapados toda clase de personalidades ocultas. Entre nosotros cohabitaban ladrones y cleptómanos; pornógrafos, fetichistas, y adictos sexuales; cotillas desenamorados y bromistas macabros, incluso caníbales a régimen y presuntos homicidas (un cadáver a los postres y ya podríamos haber hecho una nueva versión de la película). Y como era de esperar también hubo lectores irresponsables.
Nos reímos tanto que cuando
J.P. leyó el último secreto, el exceso de risas nos había agotado, y nos costó romper el silencio sepulcral que se creó después de la catarsis sufrida.
Un saludo a todos y nos vemos en la próxima. Mi agradecimiento a todos los que fueron que hicieron de aquella velada un día que creo que recordaré durante mucho tiempo.
Concluyo, que hoy tengo otra
megacena y antes de prepararme, quiero trabajar un poquito. Me pregunto que soñaré esta noche y es que ya tengo una cierta
curiosidad psico-anal-ista (chiste dedicado a los blogueros de
Bitácoras y Libros).